8. Los recuerdos que no se olvidan.

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Hace 10 años atrás. 

💐 Margarita Verá. 💐



Entre la gran cerca de la casa y el patio del vecino se encuentra una pequeña puerta por donde pasaba todos los días a ver aquel hermoso jardín de miles de colores. 

El clima siempre fue cálido y un gran y brillante sol alumbraba todo el lugar con aquellos rayos, me gustaba mucho ver como el sol golpeaba en mis vestidos y me hacía resaltar un poco más. 

Al final del porche se encontraba un hombre de la misma edad de mi padre, amigo de él, mi padrino y vecino. 

Su cabello ya con canas blancas y grises entrenamiento y su delineada manera de vestir, lo hacen lucir aún más bien de lo que es. 

—¡Padrino!—lo llamé con una sonrisa. 

Una sonrisa que no debía darle a aquel monstruo. 

Su sombrero salió volando y me volteo a mirar con una gran sonrisa en el rostro. 

—Que hermosa estas, Maggie—me saluda con el apodo tan ocurrente que me puso. 

Sus brazos me tomaron alzándome hasta quedar un poco más alto que él. 

—Mamá dijo que ponía a ver como crecen las flores—comento para seguir sonriéndole.

Me agradaba mi padrino, siempre me cuido y protegió de todo, según mi padre mi padrino era el hombre más amable y buena persona del mundo. 

Me deje guiar por sus muestras de cariño y sus increíbles regalos para emocionarme. 

—Hoy le mostraré a Marggie lo que siempre ha querido ver—comenta bajándome. 

Yo asiento algo contenta, desde hace dos años siempre he querido saber que hay en la pequeña cabaña al lado de su casa, oculta entre árboles y unas grandes paredes de arbustos. 

Era la casa secreta que nunca me permitió entrar. 

—¿Me lo mostrarás ahora?—pregunté. 

Él asiente con una gran sonrisa mientras su rostro se oscurecía y me invitaba a entrar a su casa, mamá y papá no estaban en la mía y mi hermano se había ido a su curso extracurriculares de natación, así que no me gustaba estar sola en esa gran casa y siempre venía a tomar té y comer galletas con mi padrino. 

Pero jamás imaginaría que ese sería sería final de mi libertad. 

Al pasar todo estaba igual, la tapicería, el color de los muebles, todo se encontraba igual. Salvo por la puerta al final del pasillo, la cual se encontraba abierta dejando ver el color amarillo de la habitación. 

Y algunas gotas salpicadas por todo ese lugar. 

—Maggie, ven a sentarte—dice golpeando la parte vacía del sofá.

Ignorando el hecho de que esa habitación se encuentra abierta camino y me siento tomando unas galletas de la mesa y viendo la televisión. 

El programa hablaba de varias niñas secuestradas, pero entre más lo escuchaba mis ojos se sentían cansados y mi cuerpo ligero. 

Le tomo la manga de la camisa a mi Padrino. 

—Me siento mal, tengo mucho sueño—digo. 

Una sonrisa malvada en su rostro se mostró y sus manos escarbaron rápidamente en mi pequeño cuerpo.

—Duerme tranquila, pequeña Maggie, pronto te mostraré el lugar secreto para nosotros dos… 

No sabía de lo que hablaba, pero el miedo invadió mi sangre y lo único que puedo decir al final fue un “Ayuda” débil y sin fuerzas. 

A Margarita no le gusta el amarillo ✔Where stories live. Discover now