1. El equilibrio del tres

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—Tierra llamando a O'Connell.

La voz de su mejor amiga sonaba lejana, como si se encontrara sumergida en agua. Su cuerpo sufría sacudidas muy leves, que servían para hacerla tambalear mientras buscaba algo en aquella negrura. Allí es donde había ido a parar al acabar su pesadilla, o eso creía, pues una cantidad apabullante de sonidos estridentes la envolvían y aunque se tapara los oídos con todas sus fuerzas estos martilleaban su cráneo sin piedad por lo que desistió.

Miró a su alrededor y trató de palpar más allá para enfrentarse a la oscuridad. Avanzó en línea recta hacia la más pura nada, completamente a ciegas y sorda. Tras dar unos pasos vacilantes en la dirección que había escogido, escuchó una voz dulce que la llamó.

Denise...

Un escalofrío recorrió su espalda. Aquella voz silenció todo a su alrededor como un milagro; ya no escuchaba la alarma ni la voz de su amiga, nada.

Ven conmigo, Denise...

Por mucho que aquel no fuera su nombre su cuerpo se vio impulsado a seguirlo porque en sus sueños, sí lo era. Ese y muchos otros eran los que le pertenecían cuando dormía.

La voz era grave y se deslizaba hacia sus oídos con la misma elegancia y letalidad que una serpiente. Una parte de ella quiso seguirla y avanzó insegura paso a paso a la dirección de la que creía que provenía.

La voz susurraba su nombre sensualmente y reía a cada paso que ella daba. Era como si de su boca chorrease deseo cada vez que esta escupía su nombre.

—¡Deidre!

Sus ojos se abrieron pero allí no había nadie. Aún así, podía sentir la presencia de esa otra voz, también masculina, que la llamaba.

Al contrario que la anterior, era apremiante, no venérea y parecía venir de alguien no muy lejos de ella. Por el contrario, la primera voz que había escuchado sonaba dispersa como si le perteneciera al aire y no a un cuerpo.

—Deidre, por favor, ven conmigo.

Deidre se quedó paralizada en el sitio por la súbita indecisión. La primera voz contenía promesas, placer y secretos que deseaba desentrañar. La segunda, suave y cálida, la invitaba a ponerse a salvo aunque también estuviera rodeada de misterio. Pero por encima de todo, Deidre creía haberla escuchado antes y eso la empujó a seguirla.

No, Danáe... Ven a mí —le pidió la voz oscura, tenía un deje de enfado pero todavía sonaba melosa.

—Deidre... —Su contraparte mantenía un tono bondadoso, teñido de desesperación.

Ese fue todo el impulso que necesitó para decidirse y comenzar a avanzar en la dirección contraria, la de la voz que, aunque no decía su nombre, parecía preocuparse por ella. Este acto rebelde enfureció a la némesis.

¡No, Dekel! ¡Aquí! —espetó.

Deidre lo ignoró por completo y aceleró el paso hasta acabar corriendo, alejándose de una voz que cada vez hablaba más alto y se teñía de enfado.

—Vamos, vamos, Deidre... No lo escuches —musitaba la otra.

Seguía corriendo cuando volvió a sentir una sacudida que la tambaleó aún más que antes y se sobrepuso, de nuevo, el estruendo sobre las voces de ambos chicos. Deidre quiso llevarse las manos a los oídos para taparlos pero también quiso mantener el equilibrio por lo que casi tropezó.

—No le permitas ganar —pidió la voz buena.

Destino...

Aquello fue lo último que escuchó, pues abrió los ojos y la clara luz del sol la cegó momentáneamente.

CONDENADOS #PGP2024Where stories live. Discover now