8. Corriente simultánea

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El sol alumbraba desde lo alto del cielo la pequeña ciudad de Dewsbury y dos jóvenes escuchaban atentamente la historia de una tercera. Aunque el sol las iluminara el día y ni una sola nube lo oscurecía, aquella conversación podría haber tenido lugar en una tienda de campaña, bajo la luz de una luna llena y las estrellas y con una linterna iluminando tétricamente el rostro de la chica.

Deidre se encontraba narrando el último sueño que había tenido antes de que dejara de hacerlo, pues no había vuelto a soñar nada desde aquel día. Sus noches eran plácidas y tranquilas, y agradecía no despertarse en mitad de esta desvelada por un sueño inquietante, pero si era sincera, echaba de menos soñar y encontrarse con aquel joven en una esquina de su mente, continuar con todas aquellas historias que su cerebro creaba para irse a dormir.

—Esto me recuerda a cuando íbamos de acampada —se maravilló Agnes ante la narración.

Se habían sentado en el banco de siempre, Malory se encontraba entre ambas amigas, sentada sobre el respaldo del banco, en vez de apoyando la espalda en él y tanto ella como Agnes se encontraban comiendo su almuerzo. Deidre ya lo había terminado y por eso ahora lideraba la conversación, sirviendo de entretenimiento para ellas.

—Entonces él me mira con ese rostro vacío y de mi espalda nace una corriente eléctrica que se extiende por todo mi cuerpo con una lentitud dolorosa. —Miró a sus dos amigas a la cara—. Su rostro es como un borrón, no se pueden apreciar sus labios, su nariz o sus ojos, aunque sé que me está mirando solamente a mí.

Las miradas atentas de sus amigas la impulsaron a contar más a detalle lo que ocurre en su sueño.

—Una lluvia torrencial arrecia contra nosotros y el frío se me cala hasta los huesos. Aún con esas, era incapaz de alejarme de él y ponerme a cubierto. —Dejó una pausa lenta antes de retomar la narración—. Él tampoco puede.

—¡Sigue, Deidre! —pidió Malory.

—Le llaman desde dentro de la casa y ahí parece reaccionar. Se aleja de mí y yo aparto la mirada, al fin... Cuando vuelvo a mirarle de nuevo, allí no hay nadie.

Nada más terminar de explicar el clímax de su sueño, Deidre no pudo contener su chillido. Ni ella ni sus amigas habían reparado en la persona que se había acercado por la espalda de Deidre hasta aquel mismo momento. El extraño había palpado el hombro de Deidre y aquello la había asustado soberanamente.

Al levantar la vista, todas pudieron ver a Udrys, que estaba de pie junto al banco, sus ojos estaban abiertos como platos y eso le dio la oportunidad a Deidre de ver los millares de motas que se arremolinaban en ellos como si de un cielo estrellado se tratara. Sus cejas se habían arqueado debido a la sorpresa y el conjunto total de su rostro dejaba entrever que él mismo se había asustado

—Joder —masculló Deidre, poniéndose colorada y agachando la cabeza.

Malory y Agnes no pudieron evitar echarse a reír ante la situación, incluso con Udrys observándoles desde su altura. Malory, al darse cuenta de la diferencia debido a que estaban sentadas, estiró su espalda para no dejarse intimidar tan fácilmente.

—No era mi intención asustarte, perdóname.

Su voz fue sincera y acompañó la aclaración con una amplia sonrisa que mostró sus perlados dientes. Deidre quiso haberle respondido pero Malory se adelantó con pericia.

—¿Qué quieres?

Udrys ignoró el tono descortés de la joven.

—Aparte de venir a disculparme por la falta de modales de mi hermana el otro día...

Deidre disparó su mirada a la figura femenina que esperaba apoyada sobre la valla, viendo cómo se desarrollaba la escena. Desde allí podía distinguir el enfado en su rostro y rápidamente apartó la vista. La dirigió a Udrys de nuevo, que pareció poder calmar el repentino manojo de nervios en su estómago.
Udrys volvía a estar serio e inclinó la cabeza, esperando una respuesta. A su vez, Malory le dio un suave codazo a Deidre para que reaccionara.

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