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Mire a ese chico, peligro, ojos verdes azulados. Era un poco alto, se acercaba a 1.72. La primera vez que lo vi fue en el campo de batalla, peleando con una hija de Atenea. Peleaba bien; al principio, no le daba importancia a su presencia, pero luego él empezó a mirarme cada vez más fijamente, cada hora, en cada lugar. Al principio, no le tomé importancia, pero poco a poco se volvió insoportable, así que empecé a fulminar su presencia con la mirada. Él no se rendía; peleábamos en cualquier lugar. Él decía que yo era un tonto, pero que era bonito.
Él era tan bipolar que poco a poco me iba enamorando, hasta de su mal humor, sus chistes tontos, sus apodos ofensivos, y sobre todo, su bondad y amabilidad que emanaban con las personas que lo necesitaban. Él era un ángel.
Cuando yo perdía el control, las cosas giraban. Él era el único que sabía cómo calmarme, porque él era mi todo. Se convirtió en una parte de mí. Si me hubieran dicho eso antes, yo mismo me hubiera tirado al Tártaro o incluso le hubiera pedido a Artemisa que me diera con una flecha en la cabeza, porque éramos polos opuestos, pero con el tiempo nos dimos cuenta de que teníamos muchas cosas en común. Él se enamoró primero, pero yo caí más fuerte.
Estuvimos muchos años juntos. Lo amaba tanto, pero no podíamos pasar todo el tiempo juntos. Yo era un dios, el Dios del sol, de las artes, de la poesía, de la belleza, de la música y de la luz. No podía estar con mi luz, él que me hacía brillar, porque mi padre decía que tenía muchas obligaciones como un dios. Fue tan duro verlo una vez a la semana que decidimos pedirle a Deméter su bendición para tener un niño.
Lo conseguimos. Claramente fue difícil para Luca, pero también fue doloroso para mí no estar en los momentos difíciles para él. Me sentía tan culpable, así que lo llevé al templo de Afrodita. Según ella, nadie podía entrar a menos que lo permitiéramos. Apenas nació Aristide, mi pequeño Ari, lo vi tan feliz. Dijo que se parecía a mí. Lo único que tenía de igual era su sonrisa. Era precioso. Los amaba a los dos. Eran mis luces.
Pasaron 2 meses. Él seguía en el templo de Afrodita. Ella dijo que teníamos una vida llena de amor y sabiduría. Le creí. Realmente no desconfié de ella porque era la diosa del amor, pero descubrí que los dioses eran muy mentirosos.
Cuando fui a verlos, ellos no estaban. Empecé a buscarlos por todas partes, hasta que vi a su hermana. Vi sus ojos llorosos mientras negaba. No la entendí. Traté de pensar en que no era nada malo, pero vi a Liam gritando en un charco de sangre, mientras sostenía el cuerpo de Emily y el de él. Mi Luca estaba ahí, con los ojos abiertos, con una herida en su estómago. Corrí hacia él y se lo saqué de los brazos a Liam. Él no podía haber muerto. No mi dulce enano bipolar.
Luca y Emily habían muerto a manos de un desconocido. Nadie pudo verle la cara, pero Liam dijo que Emi trató de interponerse en medio del asesino y de Luc para tratar de ganar tiempo para que él pueda esconder a Ari. Mi cuerpo se tensó cuando no había encontrado a mi bebé, pero Alessia lo encontró en unos arbustos por su llanto. Lo abracé con todas mis fuerzas, sin lastimarlo. Era una de las tres personas que me quedaban de Luca, porque Aristide, Alessia y Liam siempre iban a ser las tres personas de mi vida, aunque ellos no lo supieran y siguieran con sus vidas.
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¡Hola otra vez! 😈 Espero que les guste. Solo les comento que no tengo dinero para el psicólogo.
