Codependencia emocional

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Capítulo 8

"No soy piloto. Sin embargo, si fueras tan lejos como esa vasta orilla bañada por el mar más lejano, me aventuraría por tal mercancía."

- William Shakespeare

La mirada de Thomas leía con atención su libro favorito "Romeo y Julieta" libro que su madre le había entregado como herencia la última vez que la vio, no olvidaría las palabras que escuchó de ella.

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Este chico con mitad de genes albinos, proviene de una familia muy pobre, su padre había fallecido cuando el era un bebé, la gente ignorante de su pueblo lo asesinaron creyendo que su condición albina provenía de una obra del demonio. Thomas el único de los tres hermanos que había heredado parte aquellos genes, y sus dos hermanos fueron llevados por su madre hacia Estados Unidos como inmigrantes, escapando de su cruel realidad.

Cuando el blanquecino chico cumplió los 18 conoció a Arthur de 20 años, al instante este mafioso se aprovechó de su poder económico e hizo un trato con el joven. En pocas palabras, se lo compró a su familia, dándoles una cantidad de dinero brutal que los haría mejorar su calidad de vida.

El amor de Thomas hacia su pobre familia era tan grande que terminó por aceptar e irse con Arthur hacia París, firmando un contrato en el cual aceptaba que no podría volver con a su familia y no tenía permitido separarse del lado del de rasgos afroamericanos.

— Lo voy a matar.

La gruesa voz de Arthur denotaba su coraje hacia el recién llegado.

— Dudo que lo hagas.

Susurró el albino sin separar la mirada de las palabras en su libro. Su compañero de celda volteó a mirar a su menor frunciendo el ceño.

— ¿No me crees capaz? — Cuestionó suspicaz sin apartar la mirada del albino.

— No es eso. — Thomas cerró el libro y lo colocó en su colchón. — Piensa, en vez de discutir, ¿Por qué no lo unes a ti?

Arthur guardó silencio pensando en la posibilidad de aquello, no era tan descabellado después de todo, pero aun así había algo que lo hacia dudar. No sabía nada de él y sus informantes fuera de la cárcel no hallaron información alguna en todo el día, era como si no existiera, no habían registros de su nacimiento ni de su familia, era prácticamente un fantasma.

— No lo sé.

Susurró dudoso llevando la mirada hacia fuera de su celda. Las luces ya estaban apagadas, lo único que alumbraba aquel espacio era la lámpara de mesa en el mueble de madera junto a ambas camas. Tener influencia en esa cárcel los hacía obtener este tipo de privilegios.

Thomas se puso de pie y se acercó a su mayor quien había detenido su corta caminata de frustración. Colocó su diestra sobre el pecho del mayor y ladeó una sonrisa coqueta.

— ¿Porqué no lo olvidamos un rato?

La mano del más bajo comenzó a descender con lentitud sobre el torso marcado del mafioso. La mirada de este se dirigió hacia los claros ojos del albino, ambos compartieron aquel brillo de deseo.

Sin dejar pasar más segundos, el de piel oscura tomó en brazos a su chico y lo dirigió hacia el colchón recostándose sobre su cuerpo.

— Siempre sabes como mejorar mi ánimo.

Una suave risa se instaló en los labios del de rasgos afeminados quien, sin dudarlo más, se deshizo de la blanca playera del más alto.

— Escogiste bien a tu acompañante.

Ahora fue el turno del mayor para reír.

El silencio reinó en aquella celda. Los labios de los internos se habían ocupado mutuamente en un desesperado beso cargado de lujuria y deseo. Su jugueteo comenzó. Las ágiles manos del mayor se deslizaron por el cuerpo del blanco sin separar su labios de los adversos.

Una corriente recorrió ambos cuerpos llenándolos por completo de una desenfrenada y oscura lujuria. Se complementaban de una manera tóxica, ninguno permitiría que su contrario se alejara de ellos. Tenían una necesidad por permanecer juntos.

Thomas lo veía como su salvador, su superior y su ejemplo a seguir, no importaba lo ruin y cruel que fuera con el resto, con él era diferente, era sencillo y completamente sincero, no había nada que se ocultasen.
Y para Artur, el menor era su salvavidas, el único que comprendía su enfermiza mente, nunca lo juzgaba ni ponía en duda sus decisiones, era con el único que realmente contaría hasta el final.

Ambos se complementaban. Se necesitaban.

Ninguno sería nada sin el otro.

— No me sueltes nunca.

Murmuró el menor mientras se aferraba a los corpulentos y desnudos brazos de su contrario. Su interior nuevamente había sido invadido, creando un enorme placer que lo llenaba

Arthur afianzó su agarre a las sábanas del colchón mientras ejercía presión para seguir embistiendo con brusquedad al cuerpo más delgado.

Thomas gemía desenfrenado por la lujuria, no le importaba quien o quienes lo escucharan, después de todo ya estaban acostumbrados.

Los sonidos del menor fueron cruelmente acallados en cuanto su cuello fue rodeado por las grandes manos de su adverso, quien impedía la entrada del aire a su cuerpo. Sus ojos permanecían juntos observándose con demente deseo. Pronto la imagen del rostro del mayor comenzó a ser borrosa al tener tanta falta de oxigeno en su cuerpo.

Cuando Arthur observó como los ojos del adverso se iban cerrando lo soltó permitiendo que el aire volviera a entrar en sus pulmones. El menor tosió con desesperación volviendo a recuperar poco a poco la vista enfocada. Y al dejar de toser solo sonrió de una manera muy enferma recibiendo lo que deseaba.

— Nunca te soltaré, eres mío.

Aquellas palabras llenaron cálidamente al menor quien sabía que sin Arthur su vida no tendría sentido. Él le daba interés por la vida.
Viviría y moriría por él.

Los fuertes movimientos de la cama que chocaba con la pared, provocaron que el enchufe al que la lámpara estaba conectada se soltara, apagando así la única luz que les permitía observarse mutuamente.

Así como esta se apagó, ambos llegaron al climax abrazándose con despiadada necesidad.

Sus cuerpos estaban empapados en sudor, mezclándose en aquella fría oscuridad.

Arthur se separó del más chico recostándose junto a él. Tomó la cobija que habían tirado momentos antes y cubrió ambos cuerpos.

El albino sintió la necesidad de fundirse con su mayor, por lo cual se acercó rodeando al chico con sus delgados y blancos brazos.

El sueño comenzó a atacar al más delgado, por lo cual cerró sus cansados ojos disfrutando de la cercanía adversa, sintiéndose seguro a su lado.
Su mente se fue relajando permitiendo que su cuerpo comenzara a caer en un profundo sueño, pero segundos antes de que esto ocurriera, escuchó la voz de su mayor quien seguía totalmente despierto, su mente divagaba entre nuevas ideas y perfectos planes.

— Pronto saldremos de aquí.

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18 Abril 2024

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