5. Si me dejo llevar

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A LA MAÑANA SIGUIENTE

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A LA MAÑANA SIGUIENTE

Habían quedado a horas tempranas en reunirse con el primo y representante de Carlos en un pequeño restaurante situado a las afueras de Maranello. Si bien el piloto le había pedido hacerlo en casa, su primo siempre le decía que los negocios se tenían que hacer fuera del ámbito familiar, como ese era su caso.

Observó a la pareja moviendo sus labios de un lado a otro un par de veces. Carlos la miraba de reojo cuando creía que ella no se daba cuenta, a la vez que estaba pendiente de que se sintiera cómoda. Incluso sabía como tomaba su café matutino. 

Sara tampoco podía esconder las miradas de soslayo que le dedicaba al piloto. Sonreía con sus palabras, como una adolescente delante del chico que le gusta. Porque si, se gustaban, ambos. Y eso era algo que no podían esconderle ni a él, ni a nadie. 

-En serio, no sé qué decir ni por donde cogerlo. No queréis una mentira piadosa ni decir la verdad, entonces, ¿Qué coño hago?

Carlos le gruñó en un tono bajo a su primo y representante del mismo nombre que él, pero, al que familiarmente lo llamaban por Toni, pues era el segundo nombre del muchacho, quien, cruzó sus brazos a la altura de su pecho mirando fijamente a la pareja.

Cuando su primo le contó que se había casado con Sara, la novia de su mejor amigo Rodrigo, empezó a elucubrar y especular, toda clase de situaciones, pero, lo que menos esperaba era encontrarse con un matrimonio de conveniencia para proteger a la chica de los "malvados" planes de sus padres.

Matrimonio que al parecer no parecía molestarle a su primo el piloto, pues de vez en cuando tocaba con insistencia, la dorada argolla que estaba en su dedo, similar a la que Sara mostraba en el suyo. Por lo menos, era de oro y al parecer, bastante costosa a juzgar por el brillo de ésta. 

-Es que no entiendo porqué tenemos que dar explicaciones de nuestro matrimonio -insistió Carlos bastante molesto- nos hemos casado y ya está. El porqué, es cosa nuestra.

-Y de la prensa. De los aficionados. De las páginas de cotilleos. A ti es que a veces se te olvida quien eres -le recordó su primo agitando su dedo índice en su dirección- os van a destrozar, a  los dos. De ti dirán que traicionaste a tu amigo y de ella... bueno, mejor me callo.

Los tres sabían las palabras que le dedicarían a la chica en cuanto se supieran las circunstancias de su matrimonio con el piloto. Y mucho se temía Toni que serían muy duras y algo insoportables de aguantar. 

-Iba a dejar a Rodrigo el mismo día que le diagnosticaron su enfermedad, pero, no pude hacerlo y decidí quedarme con él y no abandonarlo en ese momento, por respeto a todo lo que habíamos compartido juntos -soltó Sara de sopetón, dejando a Carlos sorprendido por sus palabras, pues, en el tono en el que ella las pronunciaba, no había ni un atisbo de duda o algún tipo de arrepentimiento por lo que decía.

-Y os casasteis en secreto por miedo a que a alguno de los dos le sucediera alguna vez algo así -añadió Toni satisfecho con el relato de Sara- me gusta. Es conciso y despeja dudas.

-No pienso ir por ahí diciendo mentiras -la voz profunda y marcada de Carlos hizo a las otros dos ocupantes de la mesa, estar pendiente de cada una de sus palabras- que la gente piense lo que quiera, me la pela. 

El tono molesto de Carlos hizo a su primo negar con la cabeza un par de veces. Cuando el piloto insistía en algo, era muy difícil de convencer de lo contrario, como parecía ahora. 

-Toni, ¿te importaría dejarnos solos unos minutos? quiero contarle algo a Carlos -el tono dulzón y amable de Sara, le hizo al joven representante asentir con su cabeza y levantarse para darles precisamente, ese espacio que tanto ella le pedía.

Una vez que Toni abandonó el reservado del restaurante, la joven de ojos azulados, se giró para mirar a Carlos, quien permanecía con el rictus apretado y hasta con una tensa posición en su cuerpo.

-Si te dijera que todo lo que he dicho es verdad, ¿me creerías? -las palabras de Sara impactaron directamente en el estómago de Carlos. Ni por un momento podría pensar que la relación de Rodrigo y Sara iba tan mal como para romperse.

-¿Es verdad? -se atrevió él a preguntar, con algo de temor por su respuesta. Aunque, el rostro de la chica no parecía mostrarle una mentira. 

-En parte, si. Descubrí algo de Rodrigo que no me gustó y, preferí dejarlo antes que echárselo en cara porque sabía que me lo negaría. Pero, la tarde que me disponía a hablar con él, fue cuando se desmayó y lo llevamos a urgencias. Y bueno, el resto ya lo sabes.

Giró Sara su rostro, uno cargado de dolor, pues recordar todos esos momentos aún la entristecían. No fue hasta que Carlos tomó su mano, que ella volvió a fijar su mirada en el chico encontrándose con una comprensiva sonrisa por su parte.

-Al final resulta que no conocemos tanto a las personas como creemos -le dijo Carlos tomando la palma de su mano entre sus dedos, acariciando esta de una forma lenta y algo tortuosa para la chica, pues, no podía ni quería negar el efecto que el piloto causaba en ella.

-Eso que dicen que todos guardamos monstruos en el armario, es muy cierto -alzó Sara una de sus manos y tocó con dulzura el rostro del piloto, quien, al momento, sintió un temblor recorrer su cuerpo a causa de ese pequeño roce- nunca le dije a Rodrigo lo que pensaba hacer. Callé. Asumí lo que sabía e hice con él lo que cualquier persona hubiera hecho, estar a su lado hasta su último aliento. Me deje llevar sin pensar en nada más. 

-¿Lo amabas? mientras decidiste estar con él, ¿lo seguías amando?

La pregunta de Carlos tenía una respuesta muy clara para ella, una que cada día que pasaba al lado de Rodrigo, era más y más evidente. Sentía cierto cariño por la persona que había sido su pareja durante todos estos años, pero, dejó de estar enamorada de él desde el momento que su traición hacia ella estaba presente cuando lo miraba.

-No. El cariño fue lo que quedó de ese amor. Hace mucho tiempo que dejé de estar enamorada de él, meses antes de que tú y yo nos casáramos. 

Torció Carlos el gesto de su boca al sentir esas palabras, unas que aunque no quiso, de cierta manera le aliviaron, pues, tonto de él, pensaba que podía tener alguna esperanza futura con la chica.

-Hay algo que siempre me pregunté, algo que me parecía extraño e inconsecuente por parte de Rodrigo -le dijo Carlos a la chica mostrándose bastante enigmático con sus palabras.

-¿El qué?

-Porqué nunca os casasteis. Tanto que decía que te amaba, no entiendo como me pidió a mi que me casara contigo, y no fue él quien lo hizo.

Sara apretó sus labios sintiendo de nuevo en ellos el amargo sabor de la desdicha y si, también de esa traición que resonaba en su cabeza una y otra vez. Tomó aire decidiendo en ese suspiro si contarle o no a Carlos los motivo de que Rodrigo nunca llevara a cabo ese ansiado matrimonio con ella. Pero, él no estaba y no tenía ninguna deuda de fidelidad con su fallecido ex-novio.

-Muy fácil, Carlos, porque Rodrigo, ya estaba casado.

-Muy fácil, Carlos, porque Rodrigo, ya estaba casado

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