8. Hasta que te hartes de mi

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DÍAS DESPUÉS

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DÍAS DESPUÉS

Era la primera vez en mucho tiempo que Sara estaba tranquila, sin sobresaltos, solo descansando sin pensar en nada y disfrutando de un buen tiempo de ocio. Parecía mentira que solo hacía unas semanas, su vida se limitaba a cuidar a una persona, desviviéndose constantemente por ella. Y ahora, había otra persona que también se ocupaba de que ella estuviera bien, pero, en todos los sentidos más amplios de la palabra.

-¿Porqué me imaginaba que estarías aquí?

Alzó Sara sus gafas de sol para contestarle a la persona cuyas palabras habían hecho que todos los vellos de su piel se erizaran. Llevaba Carlos un bañador que le quedaba a mitad del muslo, uno color verde agua que maldita sea si no le marcaba todos esos lugares precisos con los que Sara soñaba.

-Estabas reunido, ¿Qué otra cosa podía hacer? -le contestó ella intentando desviar la mirada de su cuerpo, no sin mucho éxito, pues Carlos avanzaba con lentos y cuidados pasos que parecían querer alargar el escrutinio de la chica sobre él.

-Podías ir de compras con las otras chicas. Creo que las tiendas del complejo estarían muy agradecidas por tu visita.

-Carlos, ni me gusta ir de compras ni tengo presupuesto para tanto. Además, he estado trabajando, poco rato, pero lo he hecho -Sara encogió sus hombros y acabó incorporándose en la hamaca, pues él se había sentado frente a ella.

-¿Otra vez tenemos que hablar de dinero?

-Carlitos, una cosa es que esté casada contigo y que tú te encargues de todo nuestros gastos, y otra que deje que pagues mis caprichos -Sara le habló forzando una mueca porque, por más que que quisiera ser orgullosa en el tema del dinero, Carlos siempre acababa ganando la batalla que tenían sobre este odioso tema.

-¿Tú sabías que en algunos países árabes el marido ordena y la mujer manda?

Las palabras de Carlos iban cargadas de toda la provocación que Sara vio en ellas, más si él las hacía pasando su lengua por entre sus labios, gesto este que la chica recibió de forma acalorada.

-¿Qué estás insinuando, Carlos?

-Que esta tarde tú y yo nos vamos de compras, y no quiero un no por respuesta. Creo que hasta le permiten al marido azotar a su mujer si ésta se niega a acatar sus órdenes.

Recibió Sara las últimas palabras de Carlos con bastante indignación para que él se riera de ella. Azotarla. Llevar su mano a ese culito respingón que solamente tapaba un escueto bikini de color avellana que acentuaba el bronceado natural de la chica. Intentó el piloto no desviar su mirada hacia sus pechos, pero, esto era tarea casi imposible, cuando estos se desbordaban a través de la tela y podía vislumbrar como de duros tenía sus pezones. 

-¿Me estás mirando las tetas? -la pregunta de Sara tenía un tono entre indignado y divertido que fue lo que se encontró Carlos cuando subió la vista de sus pechos, a sus ojos.

Red Heart - Carlos SainzWhere stories live. Discover now