Mumza y Dadza

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– Y los declaramos...

– ¡Marido y mujer!

Dos hermosas mujeres, una de cabello rubio y otra de cabello castaño, cada una con una sola ala blanca en su espalda, siendo la rubia con una ala izquierda, y la castaña con un ala derecha, finalizaron unos votos. Los aplausos y las felicitaciones resonaron en aquel lugar, deseando lo mejor a la pareja recién casada. ¿Y quién se estaba comprometiendo? Bueno...

– Te amaré por siempre. Te lo prometo.

– Yo también te amaré, hasta el final de los días, hasta que el sol ya no brille y hasta que la última estrella en el firmamento se apague. Te amo, Philza.

– Y yo a ti, Kristin.

Un hermoso beso selló aquellas dulces palabras, un acto de amor tan puro que fue aclamado por las mismas diosas del amor. Philza se casó con su amada Kristin, conocida por aquellos que eran cercanos a ella como Mumza. Ambos se conocieron durante los tiempos donde el mundo era mejor, donde había paz y esperanza. Su amor, al principio considerado imposible, se concretó pese a todas las dificultades. Mumza era una Diosa, y Phil solo era un mortal con un título "divino"; había una clara diferencia entre los dos, y aún con eso decidieron seguir su corazón y ser felices. Se casaron en una boda secreta con solo los Dioses más cercanos a Mumza y los amigos de Philza; esa fue la última celebración que tuvieron.

Poco después de esa celebración, las cosas empeoraron. Guerras incontrolables se desataron, acabando con el famoso reino de Technoblade, y con su mismo rey, guerreros y pueblo. La pérdida de aquel que consideraba un hijo, y de aquellos que veía como sus seres queridos, devastó a Philza, sumiéndolo en un profundo dolor y tristeza. Siendo el último en pie de todos sus compañeros, fue salvado por su esposa, y llevado a un lugar mejor donde no hubiera más destrucción ni dolor. La isla a la que Phil pudo acceder fue una creada por la Diosa Mine, en regalo a la pareja. Al principio, Mumza pasaba todos sus días con su esposo, tratando de subir su ánimo y mantenerlo distraído de ese trágico pasado, pero con el paso del tiempo y las decisiones de una humanidad testaruda, provocaron que la Diosa tuviera que centrarse en su trabajo, impidiéndole pasar tiempo con su amado. Phil se quedó solo, tratando de sobrellevar su vida con un gran dolor sobre sus hombros y una herida que no había cerrado, solo se había ignorado. Aun con la ausencia de su esposa, Phil aún tenía algunos "amigos". El título de "El Guerrero Cuervo" no venía solo de sus alas y especie, sino también de sus compañeros y "subordinados". Estos particulares seguidores no eran nada más y nada menos que cuervos. Los cuervos de Philza eran aves inteligentes con conciencia propia y libre albedrío. Estas aves eran ciertamente fieles y devotas de Phil, convirtiéndose en sus "hijos", a los cuales el rubio les daba su atención, cariño y cuidados. Los cuervos amaban mucho a Phil, al punto de cuidarlo en todos los sentidos, brindándole además de eso compañía y amor. Phil pudo sentirse bien con ellos a su lado, ignorando sus problemas por un poco más de tiempo, hasta que ellos también se fueron. El trabajo de Mumza era demasiado, y si bien estaba acostumbrada como Diosa, a veces era difícil de controlar, mucho más con las constantes problemáticas en la humanidad y las almas que llegaban a su reino. Los pequeños cuervos decidieron por su cuenta ir a ayudarla, ya sea con el papeleo o con tareas no tan relevantes pero que se debían completar. Phil solo pudo despedir a sus cuervos, aceptando que fueran a apoyar a su esposa. La ausencia de sus pequeños polluelos y de su mujer terminó afectando al cuervo. Al principio Phil canalizó todas sus preocupaciones en su granja, construyendo, plantando, recolectando, criando animales y pescando. Con el transcurso de los años aquellas actividades se volvieron una rutina, y eventualmente las cosas ya no necesitaban mejorarse. Ir perdiendo partes importantes en su rutina le afectó bastante, volviendo sus preocupaciones y recuerdos pasados, provocándole pesadillas, cansancio, malestar y tristeza. Los siguientes meses fueron un desgaste mental a la poca cordura de Philza, y en poco tiempo se convirtió en una persona sumamente cansada con pensamientos desordenados. En ese estado de vulnerabilidad y agotamiento emocional, fue aprovechado por una entidad problemática.

«Hace unas semanas.»

– Según mi investigación, Philza se encuentra en la tierra.

La voz femenina de una mujer resonó en lo que parecía ser una oficina enorme de paredes oscuras, adornos violetas brillantes y grandes estanterías llenas de libros y documentos. En un escritorio de cristal, con hermosa decoración de estrellas y galaxias, se encontraba sentada una despampanante mujer de vestido negro y sombrero circular con flores violetas decorándolo. Llevando una de sus manos a su frente, la mujer pronunció.

No puede ser... ¿Cómo llegó hasta ese lugar?

– Bueno... Uh... Al parecer una entidad que iguala nuestro poder fue capaz de abrir una brecha en mi isla, abriendo un portal a la tierra y empujando a Phil dentro. Puedo intuir que aquel buscaba aislar a Philza de nuestra protección, siendo más sencillo enviarlo a la tierra donde no tenemos posibilidad de actuar. – La mujer de lindos cabellos color rosa pastel comentó con nerviosismo, pasando sus dedos por su sien, estaba estresada. –

Mi esposo... Mi amado Phil... ¿No podemos hacer nada? Yo... Debí cuidarlo mejor.

Lo siento, Kristin, no podemos intervenir en la tierra para traerlo de vuelta. Si nuestro poder divino es detectado por los humanos será un problema, y actualmente la humanidad no está en su mejor momento como para intervenir. Además... Me temo que Phil tiene un sello maldito.

– ¿Qué?

Intenté buscarlo con mi poder en la tierra, pero cuando intentaba localizarlo algo bloqueaba su presencia. Parece ser que no solo lo alejaron de nuestra protección, sino que también bloquearon cualquier posibilidad de ayudarlo o siquiera acercarnos. Es como si... Un aura oscura estuviera a su lado, cubriéndolo en una cápsula que nos repele.

Entonces... No se puede hacer nada...

– ¡No te desanimes! Quizás si Phil encuentra una forma de romper ese sello maldito podremos hacer algo. Él es fuerte e inteligente, encontrará una forma de volver con nosotros.

Sigh... Me pregunto si está comiendo bien, si está durmiendo, si no está herido o si se encontró en medio de los conflictos humanos. Maldición...

Lo siento Kristin... Esto también es mi culpa... Como diosa de la Creación no fui capaz de proteger a alguien que estaba en uno de mis santuarios. Debí ser más cuidadosa... – El tono de la diosa se convirtió en uno decaído. –

No te culpes, Mine, era inevitable, mucho más si esa cosa estaba detrás de mi esposo desde antes... Confío en Phil, él es fuerte, pero me preocupa esa entidad maldita. Si fue capaz de romper la protección de una Diosa, y puede bloquear nuestras bendiciones, significa que es peligroso y algo que debemos eliminar cuanto antes. Habla con las Diosas del Amor, ellas lo ven todo, quizás así podremos saber si esa criatura busca hacer algún daño en la humanidad. Hablaré con los otros Dioses cuando tenga oportunidad. Espero que no sea lo que creo que es, porque si es así... La humanidad estará condenada.

Una amenaza que se equipara al poder de un Dios, o incluso más, definitivamente no es algo para tratar con descuido. El sello que cubría a Philza no solo era algo que lo alejaba de los Dioses, sino que también impedía a Mumza o cualquier otro establecer comunicación con él. No poder acercarse a su esposo preocupó a la Diosa, no podía dejarlo desprotegido en un mundo que estaba al borde de un colapso. Su preocupación fue vista y escuchada por sus adorados cuervos, que al ver a su "madre" decidieron ayudar, mucho más cuando se enteraron de que su "padre" se encontraba en peligro y estaba solo en un mundo caótico. Algunos cuervos, decididos a proteger a Philza, partieron del reino de Mumza en búsqueda del cuervo mayor. Si bien los Dioses no podían acercarse a Philza, sí que podían hacerlo los cuervos, pues ellos no eran criaturas divinas ni estaban conectados con algún Dios; eran los adecuados para proteger a su querido dueño. Mumza aceptó que las aves partieran en búsqueda de su esposo, confiándoles su seguridad y esperando que ellas pudieran ayudarlo.

En esos momentos de crisis, solo quedaba esperar y ver qué sucedía a continuación.

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