Capitulo 3

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ANA

Pasados fueron los días en el que el hombre y los Balduín, sostuvieron una sangrienta guerra que casi termino con ambas especies, La Tierra, fue abandonada, corrompida, sumida en la más absoluta oscuridad de la desesperanza.

Las consecuencias de una cruenta batalla, el peso de aquellas decisiones tan difíciles hundió al ser humano en la más aberrante de las desesperaciones.

Así fue el momento más oscuro de la historia de la humanidad, repentinamente, cuatro grandes libertadores se alzaron para devolvernos la esperanza.

Wright, Edison, Montgolfier y Boyle, estas personas no solamente salvaron a la humanidad, también le devolvieron la esperanza de ponerse de pie y seguir adelante.

Nos encontrábamos ese día en nuestra segunda cita, que, a diferencia de la primera, que, si bien no fue desastrosa, fue muy vergonzosa para mí, no solamente por el incidente que había ocurrido con mi padre, sino también porque cuando fuimos al cine me quede dormida a la mitad de la película.

Si bien Laurent no me reprocho nada, yo sentí que había metido la pata y estaba completamente decidida a que todo saliera bien la siguiente vez que saliera con alguien.

Debo decir que no esperaba que Laurent volviera a contactarme o hablarme, no habíamos hablado mucho además de que a él si le gusto la película que vimos y al percatarse de que no le puse atención en lo más mínimo, dejo de intentar entablar conversación.

Honestamente estaba decidida a agradarle, aunque fuera un poco, en esta ocasión nos encontrábamos en el Museo Antropológico Kleperian Hooke, contemplábamos los ostentosos retratos de los cuatro padres fundadores, personas de las cuales mi aristócrata acompañante descendía.

El, como todas las veces que nos encontramos, vestía su habitual traje de frac, mientras que yo traía ropa sencilla, a decir verdad, nunca entendí esa fijación de vestirse con esos atuendos, supongo que vestirse de etiqueta era una costumbre que venía arraigada de su educación, si bien, nunca se lo cuestione, me sentía incomoda porque a veces llamaba la atención y de vez en cuando éramos víctimas de alguna mirada indiscreta.

―Es de lo más extraño―comento Laurent repentinamente, su mirada, clavada en el retrato de su antepasado.

―¿De verdad?―pregunte, la verdad es que yo lo veía normal.

―La persona que está en esa pintura no se parece en nada a la fotografía que tenemos en casa―respondió Laurent volteándome a mirar―Hoffman ¿A ti te gusta la asignatura de Historia?

―No mucho―respondí con franqueza―No es que no la considere interesante, al contrario, las clases del profesor Adams tienen su encanto, pero en ocasiones me pregunto qué tan verídico podrá ser, los hechos existen, pero a final de cuentas lo que vemos en la escuela es solo una interpretación de ellos.

―Definitivamente tienes razón hasta cierto punto, ¿Por eso quieres ser periodista? ¿Deseas encontrar la verdad oculta que los ricos y poderosos ocultan en la más infragante de las celosías?

―No exactamente, a decir verdad, más que buscar noticias alucinantes lo que yo quiero hacer es redactar crónicas o historias de las personas que vaya conociendo, darle una voz a esas personas comunes que trabajan el día a día para llevar el pan a sus casas.

―Entiendo, ¿Entonces vas por el Freelance?

―Exactamente mi estimado acompañante.

―En ese caso puede que en un futuro te contrate para que hagas alguna crónica familiar.

―La enigmática historia de la Familia Wright al fin revelada―cite con cierta diversión―Me temo que eso llamara mucho la atención.

―Yo no podría estar más complacido―dijo Laurent sonriendo por primera vez―A los ricos nos gusta presumir hasta de nuestras orgias.

Por alguna razón yo me reí, no pude evitarle, el también lo hizo, fue un momento agradable, si bien había visitado el Kleperian Hooke con anterioridad debido a ocasionales salidas acompañada de familiares, amistades y una que otra excursión escolar realizadas en su mayoría en la primaria, por alguna razón aquello se había sentido diferente.

Dicho museo ambulante, consistía en un trasatlántico flotante dividido en cinco niveles donde se guardaban tanto exhibiciones terráqueas, como exhibiciones antropológicas pertenecientes al Planeta Saturno, si bien mi nivel favorito era en el tercero, que era donde se encontraban retratos y demás cosas referentes al arte, el nivel predilecto de Laurent había sido el primero, lugar donde se exhibían artesanías pertenecientes a las razas inferiores que habitan este planeta, aunque no he tenido el privilegio de ver a una, después de todo rara vez aquellas criaturas ponían un pie en nuestro territorio.

Seguimos mirando y pasando por algunas cuantas exposiciones más hasta llegar a uno de los amplios balcones de la estancia.

Las personas, iban y venían, los niños corrían, el suelo de mármol negro resonaba con cada paso que dábamos, el helado viento de vez en cuando liberaba melancólicas brisas que nos revolvían el cabello.

Bebíamos un dulce chocolate caliente cuando nos recargamos en los rojos barandales de hierro oxidado, nos la estábamos pasando bien.

Desde aquel lugar, se podía ver casi toda la ciudad, era algo bellísimo, hechizante.

En ese sitio nos dimos nuestro primer beso.

Fue tan rápido y fugaz, que apenas sentí el suave roce de sus labios.

Mi amiga Lucy decía que el primer beso era lo más romántico que pudiera haber en la vida, ella estaba profundamente enamorada de Blake Timberlake, un muchacho que asistía en la clase de al lado, el cual tenía la fama de ser un esquizofrénico por que constantemente hablaba solo y era extrañamente hiperactivo, con una risa de lo más incomoda y desconcertante, Blake el chiflado, así era como algunos le decían.

Debo decir que contrario a lo que mi amiga Lucy decía, para mí, mi primer beso fue desconcertante, no pensé que avanzáramos tan rápido, ni siquiera tenía la más mínima idea de adonde íbamos los dos, que el chico más guapo y ricachón del salón anduviera con una simple mortal que prácticamente se apoyaba en una beca y en la amistad que su progenitor tenía con el director del Instituto Troyano Di Santo se me hacía toda una rareza.

Pese a mi confusión, no le dije nada, a decir verdad, en la escuela había personas que cuando apenas se declaraban, ya se daban su primer beso de amor filial correspondido.

Aunque el nunca se me declaro, ni antes, ni después de haberme besado, aquella ocasión ya era la segunda vez que salíamos.

Si salíamos juntos, supongo que lo normal era besarse ¿No?, eso era lo que hacían las parejas, lo raro seria no hacerlo.

Por qué eso éramos ¿No es así? Él me había invitado a salir, eso ya nos convertía en una pareja y, por ende, en novios ¿Verdad?

Al notar mi desconcierto, Laurent Wright intento disculparse, sin embargo, antes de que pudiera emular tan si quiera una palabra, le bese, porque pensé que, si él lo había hecho, lo normal era que yo le correspondiese.

Note que se pasmo cuando yo le devolví el beso, tal vez pensó que me había ofendido o incomodado, cuando descubrió que no fue así, pese a su momentánea sorpresa, me devolvió el suave intercambio posando su nívea mano sobre mi colorada mejilla.

Sellando ante el insondable viento como testigo, nuestro solitario y agridulce destino, que para bien o para mal, decidiría el resto de nuestra efímera existencia.





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