Capitulo 7

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LAURENT

―Necesito que consigas una novia—

Me gustaría poder decir que cuando escuche aquel pedido tan desesperado, mi respuesta fue negativa, no obstante, estaría mintiendo, mi hermana, mi odiada hermana cuya complicada relación llena de agravios, sórdidas cortesías y obsesiva competitividad jamás me había pedido algo.

Le odiaba, había aprendido a odiarla, eso era lo que me decía constantemente, pero cuando me hizo aquella solicitud, ni siquiera me dejo hablar, me lo rogo, me lo imploro, me suplico entre agónicas lagrimas que nunca creí ver en ese rostro tan soberbio y arrogante.

Yo…no pude negarme, simplemente no pude, era la primera vez que la veía tan frágil, tan débil, tan endeble y transparente como un cristal que en cualquier momento podría quebrarse en miles de fragmentos destrozados en una amarga cacofonía llena de atormentada tristeza.

Yo no podía entenderlo, no podía comprender por que se mostraba tan preocupada por aquel despreciable ser que se hacía llamar nuestro padre.

¿Qué era lo que pretendía demostrar?

Así me encontraba divagando yo hasta que el sonido de aquel eufórico brindis me saco de mi confundido subconsciente.

Estaba sentado con mis amigos en una de las tantas mesas redondas que habían sido dispuestas en el exterior de nuestra escuela, como todos los años, el baile se hacía al aire libre, en la explanada principal del instituto, un habilidoso DJ se encargaba de poner la música, los estudiantes iban y venían disfrazados de variados colores.

Desde los tonos más opacos, escalofriantes y deprimentes, hasta los mas llamativos, lustrosos e infantiles, las linternas en formas de calabazas sonrientes vagaban libremente en el aire mientras algunos alumnos comían en las mesas que habían sido situadas en las diversas zonas cercanas a los planteles, los cuales en su mayoría permanecían cerrados.

―¡Un brindis…por ti y tu…mujer!―exclamo Razit señalándome con su copa llena de aquel liquido frutal que había metido de contrabando.

Alze mi copa en señal de respuesta, no tenía muchas ganas de hablar, siendo sincero me encontraba algo molesto por que había visto a Kate bailar con un chico que nunca había visto, confieso que aquel enojo era irracional, después de todo ya ni siquiera éramos amigos, ella era completamente libre de estar con quien deseara.

Sin embargo, la amargura me invadía, por que no importaba cuanto tiempo pasase, seguía deseando estar a su lado pese a no tener ese derecho.

Mi circulo social se componía de varias personas, cuando me alejé de Kate me di cuenta de lo extremadamente fácil que era hablar con otras personas y aparentar algo que no eres.

Razit Agripa, Cordelia Aldrete, Franklin Strauss y Claire Brown eran amistades normales, o al menos, me gustaba creer que lo eran, lo cierto era que, aunque las personas a nuestro alrededor ya fueran familiares o compañeros de instituto pensaran que nos llevábamos bien, nuestro compañerismo se basaba en falsedades disfrazadas de burlescas bromas y cotilleos informales que contenían un agudo sarcasmo de menosprecio originario de agravios acaecidos por marcadas percepciones del mundo que nos rodea.

Ana se encontraba a mi lado un tanto nerviosa, realmente no podía culparla, mis amistades, en especial Razit, eran medianamente radicales, en cierta forma me hubiera gustado sentarme con sus amigas, no había intercambiado muchas palabras con ellas, pero me parecían personas agradables.

Alzamos nuestras copas respondiendo a aquel brindis con la formalidad habitual, pude percatarme de que Ana no tenia experiencia con el alcohol, su rostro se contorsiono por unos ligeros instantes, el desagrado era mas que evidente, no obstante, su agria expresión rápidamente se convirtió en una modesta sonrisa, disimulando su anterior inconformidad, Razit y Cordelia estaban por decir algo, sin embargo, me levante rápidamente de mi asiento extendiéndole la mano a Ana para sacarla a bailar, no quería dejar que hablaran tanto con ella porque ya estaban ligeramente ebrios y no se controlaban al decir algo, la soberbia era algo habitual en esos dos al punto de que nunca reconocían cuando hacían algo mal o se equivocaban.

Ana no dijo nada, pero pareció percatarse de mis intenciones limitándose únicamente a acompañarme mientras llevaba uno de mis brazos a su cintura.

Nuestras manos se entrelazaron, nuestras miradas se cruzaron, el sonido de la música resonaba de fondo, en una amalgama de sonidos armónicos, lentos, relajantes, armónicos y surreales, era como si nos transportasen a otro mundo.

Debo decir que cuando mi hermana me hizo aquella petición, mi primer pensamiento fue en pedírselo a Claire, después de todo, éramos amigos y era la que menos me caía mal de mi grupo, en realidad, cualquiera me servía para aparentarle a mi padre que tendría un heredero.

En medio de su convaleciente ceguera, jamás notaria quien seria su nuera, una vez lograra eso, podría tranquilamente romper con ella, tal vez por eso la elegí, era mejor romper el corazón de una desconocida que el de una amistad a medias.

Una risa divertida nos distrajo, era Kate, al parecer algo que aquel muchacho le dijo le causo gracia.

―Lucy ahorita debe de estar llorando―dijo Ana ligeramente desilusionada al ver a aquella pareja, no pude evitar interesarme ante aquello.

―¿Lo conoces?

―Es el chico que le gusta a mi amiga.

―¿En serio?

―Si, se llama Blake.

Al escuchar ese nombre algo hizo click en mi mente, había escuchado rumores, el enojo me invadió de repente, ¿Cómo era posible que Kate se fijara en alguien como el?

―¿El esquizofrénico?

―Yo se que es extraño, pero no soy nadie para juzgar.

―Me pregunto que le habrá visto―dije más para mí, imaginándome desde hace cuando Kate se veía con aquel chico imaginándome escenarios desagradables de ellos como pareja.

―¿Estas mo…

La interrumpí llevando mis labios a los suyos, dejándome llevar por mis irracionales impulsos tome confianza y demande más acceso entre nuestros besos que hasta ese momento habían durado breves segundos mientras me aferraba a ella, nuestras lenguas se cruzaron en medio de una batalla de pasión desenfrenada causada por mis celos, al separar nuestros labios ambos nos miramos fijamente y mentiría si dijera que el deseo de poseer a Ana no se hizo presente en mi mente.

Mas grande fue mi sorpresa por el fuerte estruendo que se oyó que me termine olvidando de mis impulsos carnales, alguien se había caído de la azotea de la escuela.








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