Capitulo 5

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KATE

Promesas Olvidadas
Juramentos Prohibidos
Mi amor


Aquellas, eran las palabras de una canción que una joven de indiscutible belleza solía cantar por las noches en aquel destartalado bar que visitaba cada vez que quería desahogar los amargos tragos de la vida.

Después de haber insultado a Laurent de la peor manera posible no pude evitar odiarme, ¿Desde cuándo decía cosas tan horribles? Yo no sabía la respuesta, en esos momentos de lucidez, no tenía ni la más mínima idea del porqué de repente le había hablado después de casi dos años.

Conocí a Laurent Wright en la primaria, el era un niño bastante hiperactivo para su edad, siempre sonreía y todos se acercaban a hablarle, era como si de alguna forma, hubiese nacido con la facultad de poder atraer a las personas con tan solo mirarles, yo por otro lado  siempre había sido muy seria, rodeada de un halo de la más absoluta de las displicencias, indolente, apática e indiferente.

En ese sentido, tal vez le envidiase un poco, ya que, pese a mi distante forma de ser, muy en el fondo anhelaba que alguien me hablase.

Quería…que me dijesen que existía, que era parte de este mundo y sobre todo, que podía ser feliz.

Nunca conocí a mi padre y pese a que mi madre siempre fue muy cariñosa y comprensiva, cuando era niña, siempre me preguntaba que se sentiría tener un padre.

― ¿Mi Padre? Honestamente mi vida sería más fácil si no estuviera conmigo.

No pude evitar sorprenderme ante tales palabras, para alguien como yo que se la pasaba pensando en cómo sería su vida con un papá, escuchar aquello era una completa rareza.

― ¿De verdad es tan malo?

― ¡Horrible! ¡Siempre tiene algo malo que decir! ―se quejó Laurent sin molestarse en ocultar su desagrado― ¡Nada le satisface!

― ¿Y…que hay de tu mama?

―Murió…siendo sincero....ni siquiera puedo recordar cómo era.

Laurent Wright fue mi primer amigo,  colmado de un sinfín de energías complementadas de una inocente y gentil dulzura que iluminaban mis melancólicos días.

Aun después de todo lo que ha pasado le sigo teniendo aprecio y cariño por ser la primera persona en hablarme en la escuela, éramos inseparables, íbamos juntos a la escuela y charlábamos sobre cualquier trivialidad, quejándonos de nuestras aburridas vidas familiares o de algún profesor que se portaba como un cretino.

Aquellos días, fueron tan valiosos para mí que es difícil contar en qué momento todo se fue a la mierda, seguramente fue cuando me di cuenta de mis sentimientos, porque sí, me gustaba Laurent, le amaba, le quería, era la persona que más quería en el mundo.

Aunque nunca tuve la intención de declararme, tampoco de decir aquellas palabras que tantas veces quise pronunciar, tenía la errónea impresión de que, si confesaba mis más profundos anhelos, nada cambiaria entre nosotros.

Pensaba que éramos demasiado unidos para que eso pasara, una amistad unilateral y nada más, aparte de que una relación entre ambos jamás seria aprobada por aquel hombre cautivo de los más heterodoxos raciocinios.

David Wright fue un hombre exigente, dueño de una aguda perspicacia e indiferencia, que, con tan solo mirarte, hacia que bajaras la cabeza, su sola presencia inspiraba respeto y temor, recuerdo perfectamente que el día en que me di cuenta de mis sentimientos, también fue el momento en el que le conocí.

Fue como escuchar un fuerte latigazo, ninguna bofetada que me dio mi captor cuando fui secuestrada a mis siete años…se había sentido tan amarga como la que había presenciado ante mí.

La mejilla de Laurent estaba roja, mientras que, frente a nosotros, se hallaba David Wright, parado frente a nosotros en la entrada del parque de diversiones del que acabábamos de salir, parecía incluso que nos estaba esperando desde hace mucho tiempo.

Sus ojos, negros como los de su hijo, estaban completamente vacíos, parecían incluso no tener vida, su altura, de casi dos metros, imponía de sobremanera, su fornida complexión, al igual que su sombrero, le hacían verse como un gánster.

―Entra al auto― ordeno David con una serenidad que me helo completamente la sangre.

Laurent no dijo o emulo palabra alguna, permaneció en el más absoluto silencio, bajando la mirada, estaba completamente aterrorizado, al ver su duda, su padre le dio otra bofetada que casi lo tira al suelo.

―¿Estas sordo? Entra al puto auto, mocoso de mierda.

Las lágrimas habían empezado a derramarse de mis ojos, quería decir algo, defenderle, pero no dije nada, las palabras simplemente no salieron de mis labios, estaba asustada y la inexpresiva mirada de aquel hombre detuvo cualquier intento de entrometerme.

Con el labio partido, Laurent camino hacia el auto que estaba estacionado para subirse, profundamente avergonzado y frustrado consigo mismo.

―Le recomendaría alejarse de mi hijo Señorita―advirtió David Wright―El no ha sido hecho para juntarse con los de su clase.

Tras decir aquellas palabras David Wright subió a su vehículo y mientras su chofer empezaba el viaje, pude ver por primera vez por medio de la ventana, a mi mejor amigo llorar.

Pensar en lo desconsolado que estuvo el resto de esa noche me dolió profundamente, cuando volví a mi casa no paraba de pensar en él, me lastimaba saber que estaba pasando un agonizante sufrimiento por mi culpa.

Fue así como decidí nunca revelarle mis sentimientos, era mejor tenerlo como amigo que no tenerlo en absoluto.

Era mejor seguir siendo amigos, que no ser nada en lo absoluto.

Era mejor vivir en una cómoda cotidianidad diaria que aventurarse a hacer algo diferente.

Ese fue sin duda el mayor error que he cometido en mi corta vida.



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