☆Sartén☆

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—Hannibal ¡fue un accidente! —exclamó Will apartando a Abigail de su esposo, poniéndose él adelante.

—Hay muchos accidentes aquí presentes —murmuró el mayor mirando a Adam y a Abigail — Pero les he explicado mil veces como se usan mis sartenes y lo que hicieron no tiene perdón.

—Papá, el arroz se pegó en el sartén y no podía despegarlo, ¿qué querías que hiciera?

No podía enojarse en verdad con ellos, pero se sentía molesto por el hecho de que no pudieran seguir simples y rudimentarias indicaciones que él como padre les había inculcado toda la vida. Hannibal intentó relajarse, respiró tres veces y decidió mantener al límite su tono de voz.

—Pudiste llamarme o dejar el sarten en el lava platos. Nadie es tan idiota como para pensar que con un estropajo se lava un sartén.

Adam se levantó del sillón con nervios y con voz tímida dijo:

—Eh, sí, de hecho... Esa fue mi idea, papá.

Hannibal barrió con la mirada a todos, tanto a su esposo, como a su hija e hijo. No podía creer que su gente no tuviera ni la más mínima idea de cocina.

—¿Saben qué? Me voy.

—¿Te vas? —preguntó el rizado —¿A dónde te vas?

—Me voy a pensar en lo que han hecho. Estoy de luto.

Will miró a Hannibal. Fue lo más ridículo que ha oído salir de su boca.

—¿Por el sartén?

—Por el sartén, William, en efecto.

—Haz lo que quieras. Lleva tus llaves porque no voy a abrirte la puerta cuando regreses —Will tomó la mano de sus hijos y juntos salieron de la habitación.

Adam y Abigail escucharon la puerta cerrarse abruptamente, al fin se había ido.

—¿Crees qué se le pase rápido? —preguntó Adam a su hermana.

—No tengo idea, nunca lo había visto tan enojado.

—Es la misma rabieta que hizo cuando me vio preparar fideos instantáneos en una de sus ollas —Will conocía el temperamento de Hannibal, simplemente le restó importancia —Se le va a pasar, no se preocupen.

☆☆☆☆★☆☆☆☆

Aproximadamente a las 12 de la madrugada Hannibal llegó a su hogar. Era lógico que su esposo lo estaría esperando a pesar de que dijo que no lo haría.

—¿Qué tienes entre las manos? –preguntó el mayor al notar que el rizado estaba con una caja entre sus manos.

—Adam y Abigail están muy resentidos por tu escena hace rato, pero entienden el valor que tú le das a las cosas –sermoneo mientras abría la caja —Por eso fuimos a comprar esto.

Al abrir la caja Hannibal vio ante sus ojos un nuevo flamante sartén antihaderente de color azul.

—Oh, es hermoso —apretó sus labios intentando contener un chillido de emoción —Fue una estupidez, ¿cierto?

—No tanto como ver a Abigail lavando tu sartén con un estropajo, pero sí, fue una reacción inmadura y estúpida.

—Cuido mucho mis utensilios de cocina, eres consciente de eso.

—Lo soy.

Will, acercándose, le entregó un beso suave en los labios de Hannibal. Parecía que el beso iba a durar toda la eternidad, pero en realidad no; el naciente romanticismo se acabó en el momento en el que el rizado le dio una cachetada a Hannibal en toda la cara.

—¿Y eso fue por?

—Es la primera y última vez que gritas frente a los niños. No puedes hacer eso, tienes 45 años, ellos no llegan ni a los 20 años. ¿Entendiste?

—Lo entendí, Will.

Ya más calmados y con todo hablado, ambos subieron a su habitación y se cambiaron la ropa.

—Por poco lo olvido —Hannibal dejó su pijama encima de la cama para llamar la atención de Will.

—¿Qué cosa? Si no es importante puedes hacerlo mañana

—Aunque no me guste admitirlo, sí es importante. Olvidé sacar del maletero lo que será nuestra cena por los próximos días.

—¿De qué o más bien de quién estamos hablando?

—Nadie importante, mylimasis. Un simpático hombre que insistía coqueteando a pesar de que le dije que estaba casado. ¿Importa?

—No importa.

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—Casi no pesa. Pensé que pesaría más.

—El porque yo estoy haciendo todo el trabajo —Hannibal dejó salir todo el aire que tenía retenido al dejar el cadáver en la mesa.

—¿Al menos recuerdas su nombre?

—Era algo parecido a Antonio, creo que Anthony. No le presté mucha atención después de todo.

—Se parece mucho a mí.

—No lo suficiente como para reemplazarte. En realidad, nadie podría.

—Tengo esa esperanza —murmuró mirando el cadáver.

—¿Esperanza? Es un hecho.

☆ONE SHOTS☆ HANNIGRAM Donde viven las historias. Descúbrelo ahora