Epílogo: Soñar

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Ha pasado mucho tiempo. El verano está llegando a su fin. Ha sido un año tranquilo. Comienza a refrescar. El viento juguetea con los mechones de mi cabello haciéndolos danzar en el aire; ha crecido mucho en todo este tiempo.

—¡Alba! ¿No vienes?

Me recojo el pelo detrás de la oreja y corro hacia ellas.

—¡Voy!

Lo mejor de este último curso ha sido ellas: mis amigas. No las tenía desde hace mucho tiempo. Son unas chicas alegres, idiotas y reservadas, justo lo que necesitaba. Por otra parte... apenas he tenido contacto con chicos, quizás haya sido lo mejor o tal vez tenía que recuperar parte de mi lado femenino, no lo sé.

Han pasado muchas cosas desde aquel día...

Dos veranos, un curso, selectividad... todo demasiado deprisa. Sin embargo, he tenido que esforzarme más del doble para tan solo poder ponerme a la altura de mis compañeros y presentarme a las pruebas de admisión a la universidad. Ha sido un año duro... Pero gracias a eso podré ir a la universidad y marcharme de aquí.

—Al final, ¿tú qué harás, Sara?

—Ingeniería en diseño y sonido.

Estamos en el borde de la piscina de Mariam, en su casa de campo.

—¿Tú te quedarás aquí en Cáceres con Mariam, verdad Amanda?

Of course, en mi querida Informática. Y ya os haré una visita a los pringaos de Magisterio —dice abrazando a Mariam.

—¡Oye!

—Alba, ¿en serio te vas a ir? ¿Qué harás al final? —pregunta Sara haciendo pucheros.

—Lo siento, mi pequeña padawan. Creo que me reservaré esa información para más adelante, además, aquí no está lo que verdaderamente quiero.

Es verdad, aquí no está lo que de verdad quiero, en más de un sentido.

—Bueno, basta ya de meterse con mi estatura, ¿no? ¡Siempre con lo de pequeña!

Todas las restantes nos reímos al unísono y yo le doy un beso en el frente. Es verdad que a pesar de que Sara es la más mayor de las cuatro mide poco más de un metro cincuenta.

—Venga, no te enfades.

Mari, ¿me das un poco de agua? —pide Amanda.

—Sí, vamos dentro. ¿Alguien más?

—¡Yo! —grita Sara.

—Yo me quedo aquí —respondo.

—Okay.

Al final, me dejan a solas.

Silencio.

Sólo se oyen las hojas de los árboles que comienzan a teñirse de oro.

Remuevo mis piernas desnudas en el agua de la piscina.

Sí, han pasado muchas cosas...

Echo de menos a Nicolás. Mi querido vecino se mudó al comenzar el curso, terminó la carrera y se marchó a Badajoz para hacer las prácticas. Cuánto añoré nuestros ratos de mediodía, nuestras reuniones y confidencias y sobretodo, su compañía...

La relación con aquella chica no cuajó, (algo que sabía desde el principio) pero no he vuelto a saber de Elísabeth. Sí me enteré que retomaron su amistad y eso es algo que me alivió mucho. Sé que algún día estarán juntos. Ambos, se lo merecen.

Aún velo por mi amigo. Sé que está bien aunque estemos separados.

Oí hace algún tiempo noticias sobre Guille. Oí que ya no estaba solo. Al parecer no aguantó mucho sin mí pues al poco tiempo de nuestra ruptura encontró a una chica que le dio calor. No me sentí mal, en absoluto. Solo sentí más lástima aún. Entendí que Guille es de esas personas que son incapaces de estar solas y de convivir consigo mismo. Y he tenido suficiente experiencia como para saber que esa situación no durará mucho. Hará daño a esa chica y así mismo y pasará mucho tiempo hasta que pueda tener una verdadera relación, quizás cuando sea demasiado tarde.

Nunca dejó de avergonzarme y de darme lástima.

Nico sigue bien, por cierto. Solo que ahora es adulto y se escapa muchas veces en busca de aventuras. A veces me preocupa pero siempre acaba volviendo. Sus ojos siguen tan verde y azul como siempre.

Y por último... Rodrigo.

Desde aquel fatídico día, no volví a verlo. Pasé prácticamente la totalidad del verano en el campo, alejada de la sociedad pero fue por voluntad propia. No recibí noticias suyas durante tres meses hasta que unos rumores me confirmaron que estaba bien; y que se marchaba a Salamanca, con Laura.

No hay ni un solo día en el que me pregunte si fue consciente de todo lo que le dije en el hospital y en El Rodeo. No lo sé. Pero sobre todo me pregunto si me ha olvidado.

He pasado un año entero sin él. Ni siquiera me he atrevido a mandarle un mísero mensaje pero el tiempo me ha demostrado que él tampoco lo ha hecho. ¿Por qué? Quizá debería hacerme la misma pregunta.

Nunca antes había echado tanto de menos a una persona y nunca antes me había sentido tan sola.

He de reconocer que después de que se fueron Rodrigo y Nicolás caí en una profunda tristeza, noches llorando, ansiedad en las tripas e infelicidad en todo momento, de la que no pude salir sola si no hubiese sido gracias a mis nuevas amigas.

Lo echo de menos... Es lo único que puedo decir.

Y a la pregunta de si sigo enamorada de él, no tengo respuesta. Sinceramente, ahora mismo no sé ni lo que siento. He sufrido tanto que la tristeza y la soledad han modificado tanto mi amor por él que se ha transformado en algo abstracto, irreconocible ya a mis ojos.

Y por eso, voy a ir a descubrirlo, a Salamanca.

Aún así, las razones que me llevan a estudiar a Salamanca son varias. Una de ellas es que necesito perder de vista esta ciudad, me trae demasiados recuerdos. Otra es que Salamanca posee buenas universidades y tiene un gran ambiente universitario, además de que se encuentra cerca de aquí. Y supongo que la última es que Rodrigo se encuentra allí, no sé si eso en verdad es una razón de peso pero algo me llama allí. Algo a lo que no puedo ponerle nombre.

Miro al cielo. Hay nubes, son violetas y el horizonte es rojo, está ardiendo. Hoy ha hecho mucho calor. Parece una tarjeta de despedida del verano. También lo echaré de menos.

Y sí, tengo miedo, miedo por empezar una nueva vida, en otro lugar, lejos de aquí pero saber que allá donde voy me espera Rodrigo hace que me sienta como en casa; siempre ha tenido esa habilidad: convertir cualquier lugar en un hogar para mí; aunque quizás... ya no volvamos a recuperar nuestra amistad, nunca más.

El sol se ha escondido del todo, el cielo es añil, las nubes se han desvanecido ya no queda nada ahí arriba, tan solo esperar a un nuevo amanecer, una nueva oportunidad.

Eso haré yo.

Mis amigas comienzan a llamarme desde el interior de la casa. Me levanto con energía y voy a su encuentro.

Y por fin, hago algo que no hacía en mucho tiempo: sonreír.

Vuelvo a tener esperanza.

Espérame... Rodrigo.

Y a pesar del dolor, de la soledad y de la ausencia de Rodrigo... soy feliz, porque consigo soñar cada noche, con que nuestros caminos vuelvan a cruzarse.

Nota de la autora: ¡ATENCIÓN! Continuad en los "Agradecimientos", tendréis más información allí ^^

Próximo capítulo: Agradecimientos :D --->>



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