13. Regresar

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La semana de vacaciones transcurrió con normalidad. Pasé la mayor parte con mis abuelos y yendo a las procesiones en contra de mi voluntad. La tranquilidad pueblerina me alejó de la civilización y sus problemas. Todo era igual como las otras veces que había ido al pueblo, menos por el pequeño detalle del tormento que me provocaba ser la novia de Guille; por más que quisiese, la sensación de arrepentimiento no desaparecía. Todas las noches, él me llamaba y me enviaba algún mensaje, donde tenía que responder a los "te quiero" y a otras chorradas más. Supongo que a la culpa le acompañaba el egoísmo, porque no me sentía mal por darle esperanzas, sino por mí misma. Suena cruel, pero es la verdad.

Cuando volví a Cáceres intenté cortar con él, pero eran sus ojos, inocentes y frágiles, los que me hacían retroceder.

Y los días pasaron, hasta hoy cuando nada ha cambiado y mis sentimientos tampoco.

Veo las pequeñas gotas estamparse contra el suelo mientras camino. La lluvia de abril me envuelve con su frío y su brisa húmeda.

Echaba de menos esto.

Guille me abraza por la cadera y sostiene con la mano libre el paraguas que nos refugia, caminamos juntos por las calles empapadas y grises hacia el parque de El Príncipe. Su casa está muy lejos y en la mía no puede entrar porque mi madre no sabe nada de lo nuestro, por lo que no tenemos a ningún sitio a donde ir, salvo los parques. Cuando entramos, no puedo evitar recordar las tardes de viernes que pasábamos aquí Rodri y yo.

Rodri...

Aún sigue reinando en mi cabeza y mi corazón, a pesar de que sea otro el que me está acompañado.

Guille y yo vamos por el pavimento de asfalto para evitar los charcos y el barro, descendemos cuesta abajo por el parque. El silencio sella nuestras bocas y lo prefiero así, las conversaciones con Guille no  suelen agradarme mucho...

—Ah, por cierto —salta Guille—. He traído una cosa para enseñarte.

Este es el momento en el que siento curiosidad y pienso en que va a sacar algo interesante, un detalle, quizás; una foto, tal vez; alguna de esas tonterías mejores que esto:

Saca de su abrigo un mazo de cartas con un protector de plástico y lo encabeza una carta con una criatura tan extraña que no consigo diferenciar la cabeza de la cola.

—Mira, son mis cartas de Yu-Gi-Oh; y esta es mi favorita: el dragón plateado de ojos azules, me costó muchísimo conseguirla.

Y este es el momento en que mis expectativas se desvanecen y la curiosidad y el interés desaparecen.

Me las presta para que vea las cartas, pero no deja de lanzarme advertencias para que tenga cuidado con la lluvia, así que acabo devolviéndoselas, aburrida.

Por esto, no me gustan las conversaciones con Guille.

—¿A dónde vamos ahora? —pregunto mirando al suelo.

—Hemos quedado con Rodri en la pista de fútbol.

Una de las pocas razones por las que sigo con Guille (o mejor dicho, la única) es que puedo seguir al lado de Rodri sin romper nuestro grupo de amigos. Así que la tarde comiencia a iluminarse en mi interior con la esperanza de estar junto a Rodrigo.

Salimos de El Príncipe por la cuesta hacia arriba, yo aprentando el paso para llegar más rápido a las pistas.

Vislumbro a lo lejos la figura de Rodri jugando bajo la lluvia con una pelota junto a otra chica; cuando me acerco, los celos desaparecen al ver que la chica es más pequeña que nosotros. La lluvia amaina y le pido a Guille ir primero a saludar a Rodri, él asiente con una sonrisa inocente; como si le diese permiso a una niña pequeña, pero yo no soy ninguna niña pequeña.

DespertarWhere stories live. Discover now