7🥀 | 25 de Septiembre

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La alarma de mi despertador me despierta más pronto de lo que tenía pensado, todo porque anoche se me olvido apagarla

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La alarma de mi despertador me despierta más pronto de lo que tenía pensado, todo porque anoche se me olvido apagarla. Son las ocho de la mañana y no tengo ningún plan todavía más que ir a desayunar.

Me levanto de la cama, intentando no hacer ruido para no despertar a Rebeca, y abro el armario en busca de algo cómodo que ponerme. Cojo la primera sudadera que veo y un pantalón corto de chándal a juego y me los pongo rápidamente.

Los fines de semana la cafetería de la residencia no se suele llenar, y menos tan temprano, ya que la gente, al igual que Rebeca, se queda en la cama hasta tarde. Por eso, la mayoría bajan directamente a comer.

Me preparo unas tostadas con mermelada de fresa y un café doble, bien cargado de cafeína. No quiero ir durmiéndome por las esquinas.

Lo que me gusta de comer en la residencia es que el desayuno nos lo podemos preparar nosotros, la comida y la cena sí que nos la sirven las cocineras, muy parecido a la cafetería del instituto.

Me acerco a la mesa más cercana y me siento a desayunar tranquila. No dejo nada en el plato y doy un último gran sorbo al café, dejando la taza vacía. Llevo las cosas al carrito de los utensilios sucios y le preparo un café para llevar a Rebeca, además, le cojo dos bollos porque seguramente cuando se despierte quiera tomar algo y los horarios de la cafetería son muy estrictos.

El desayuno termina a las 11 a.m.

De camino a mi habitación, me encuentro con el tablón de anuncios. Me detengo por pura curiosidad y miro los carteles de las actividades que se realizarán esta semana. Cuando veo la cara de Nathan en uno de ellos me detengo para leerlo:


Gran pelea de Boxeo este sábado a las 8 p.m en el gimnasio B del campus.

Donovan vs El Piraña.


Me quedo con la información, para comentárselo más tarde a Rebeca, y continúo por el pasillo hasta el ascensor. Llego rápidamente a mi planta y avanzo con rapidez hasta la puerta de mi habitación.

Rebeca sigue durmiendo, así que me tumbo en la cama, con el portátil entre las piernas, y sigo desarrollando mi escrito.

—Buenos días —me dice Rebeca, despertándose una hora más tarde—. ¿Es para mí? —Señala con el dedo el café y los bollos que hay sobre el escritorio y asiento.

—Seguramente ya esté frío.

Le da un sorbo y asiente con la cabeza, dándome la razón.

—Lo está, pero también está bueno así.

—¿Has visto el cartel de la pelea de boxeo?

—Sí, me lo ha comentado también Ben, podríamos ir los tres. ¿Qué te parece la idea, te apuntas?

—Me parece bien.

—Perfecto, voy a pedirle a Ben que consiga tres entradas —dice y, seguidamente, coge su teléfono de la mesilla de noche y marca el número de Ben. Le pide que se encargue de conseguir las entradas y cuando recibe toda la información que necesita, cuelga la llamada y me mira—. Esta noche pasará a por nosotras.

—Lo único que tiene que hacer es bajar por el ascensor hasta nuestra planta.

—Como un príncipe azul, subido a un caballo blanco —empieza a reírse Rebeca, pero no le pillo la gracia.

—En un ascensor más bien —la corrijo y esta vez sí que nos reímos las dos.

Rebeca se levanta de un salto de la cama y comienza a vestirse.

—¿Vas a algún lado?

—Mejor dicho vamos. Mel deja lo que estés haciendo y acompáñame a comprar, necesitamos ropa para esta noche.

—¿Podríamos pasarnos también a una tienda para que me compre un teléfono nuevo? —Rebeca asiente con la cabeza y espera a que salga por la puerta para cerrarla.

Nos dirigimos a la parada del bus y cogemos el que nos deja más cerca del centro comercial. Rebeca no pierde el tiempo y en cuanto llegamos, entra en la primera tienda de ropa que ve. Cuando quiero darme cuenta, ya tiene cinco prendas en las manos y se pierde dentro del probador.

—¡Mel, pruébate algo tú también! —La escucho decir desde el interior.

Me doy un paseo por la tienda y cojo algunas prendas que han llamado mi atención. Paso al probador, que se encuentra al lado del de Rebeca, y comienzo a probarme la ropa.

La primera prenda es un top blanco que me llega por encima del ombligo, conjuntado con una chaqueta vaquera y un pantalón vaquero corto, que se amolda perfectamente a mi cintura.

—Me gusta mucho ese conjunto —dice Rebeca, apartando la cortina y asomando la cabeza en mi probador.

—Y a mí, creo que me lo voy a llevar.

—Estás muy guapa con eso puesto, quien sabe, tal vez en el combate encuentres a tu príncipe azul.

Siento una terrible punzada en el corazón, porque yo ya tenía un príncipe azul, y no pienso volverme a enamorar de nadie.

—¿Estás bien? —dice y mueve la mano enfrente de mi cara, para hacerme reaccionar—. Es como si estuvieras en otro planeta.

—Sí tranquila, estoy bien —aclaro mi garganta y le sonrío para que no se preocupe más por mí.

Antes de llegar a caja, Rebeca coge unos botines marrones para mí y unas sandalias con plataformas para ella. Pagamos cada una lo nuestro y nos pasamos por una tienda de tecnología para comprarme un nuevo teléfono. Me muestran los más baratos que tienen porque no me puedo permitir uno caro, pero para lo que lo quiero me sirve cualquiera de ellos.

 Me muestran los más baratos que tienen porque no me puedo permitir uno caro, pero para lo que lo quiero me sirve cualquiera de ellos

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Otra oportunidad para el amor | Bilogía Otra oportunidad #1Where stories live. Discover now