18🥀 | 8 de Diciembre

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La alarma del despertador suena una mañana más recordándome que tengo que ir a clase

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La alarma del despertador suena una mañana más recordándome que tengo que ir a clase. Hace mucho frío fuera y no quiero salir de la cama, pero los exámenes finales están cerca y no puedo faltar ya que eso perjudicaría mis notas.

Salgo del pequeño fuerte que he creado con el edredón y las sábanas, me aseo y me preparo para salir con un conjunto sencillo: una blusa blanca y un pantalón vaquero acampanado.

Antes de marcharme, saco mi abrigo del armario, junto con un gorro de lana, y rodeo mi cuello con una bufanda.

De camino al campus saco mi teléfono para revisar mis chats. Han pasado varios días desde que hablé con mi tío para que buscase información sobre el accidente, pero aún no se ha puesto en contacto conmigo.

Mi estómago ruge en el peor momento y pienso en parar en la cafetería para tomarme el desayuno, pero no me da tiempo si quiero llegar bien.

Entro en la facultad y al instante noto el cambio de temperatura debido a la calefacción. Me quito el gorro y arreglo mi pelo despeinado mientras subo las escaleras hasta la segunda planta donde se encuentra mi clase de Escritura creativa.

Una vez dentro, me siento en mi sitio de siempre y Rebeca se reúne conmigo poco después antes de que llegue el maestro.

—Espero que no me gruñáis con lo que os voy a proponer, pero necesito que me entreguéis un último trabajo para este cuatrimestre. Solo tenéis que hacer un escrito expresando como os sentís, profundizando más allá de vuestros sentimientos —Se detiene un momento al ver las caras de confusión de mis compañeros—. Solo quiero que os liberéis y os expreséis tal y como sois. Eso busco con esta asignatura, si no sentiré que mi trabajo no ha servido de nada.

Suena el timbre, que indica el final de la clase, y mis compañeros comienzan a recoger.

Ahora nos toca hora libre.

—El trabajo es para el lunes.

Lo apunto rápidamente en mi agenda y Rebeca y yo guardamos todo lo que tenemos encima de la mesa. En el pasillo, nos separamos y ella se dirige al campo de voleibol mientras yo me desvío hasta el gimnasio.

Me encuentro con Nathan en el camino, pero ni siquiera se da cuenta de que voy detrás de él. Siempre camina con la mirada fija al frente, ajeno a todo, es como si estuviera en su propio mundo y no mirara nunca a su alrededor.

No he hablado con él ni le he visto desde el día de Acción de gracias. La conversación con su madre marcó un antes y un después y tengo muchas cosas que procesar, aunque sé que Nathan también está luchando su propia batalla interna.

Cuando entro en el gimnasio, Nathan ya se está acomodando las vendas y se quita la camiseta, de nuevo ajeno a mi presencia. Por un instante, no puedo evitar fijarme en su abdomen, que cada día se nota un poco más marcado.

Dejo caer al suelo la mochila y está vez sí se sobresalta.

—Eres tú —suspira aliviado—, me has asustado.

Otra oportunidad para el amor | Bilogía Otra oportunidad #1Where stories live. Discover now