Epílogo

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Summer

Un año, y la nostalgia me invade. Este debería ser un día de felicidad y dicha para mí, pero sin embargo me inunda de tristeza el pensar que él no pudo graduarse. Observo a todos emocionados vestidos con toga y birrete, pero yo no me siento entusiasmada como debería de sentirme.

Mi hermano y Jade son buenos amigos, y ya no ha pasado nada fuera de lo normal en su amistad, lo cual me hace sentirme bien con ambos, ya que supieron como dejar de lado lo que sentían, y ya no se ven afectados por ello.

El día de hoy me gradúo de la universidad, y me acompaña mi familia y la de Jade. Supongo que me tienen cierta estima, pero simplemente solo me hace desear querer ver a una persona entre ellos apoyándome. A veces creo que lo veo, pero siempre son reflejos y deseos reprimidos.

Estoy en la primera fila, ya que alguien con sentido del humor decidió que yo sería la elegida para dar el discurso de despedida. Me parece la peor idea de todas, siendo que mis sentimientos están tan hundidos que... <<Bien, me encuentro mejor ahora, pero no es muy bueno mezclar la nostalgia con algo que debería ser inolvidable y lleno de alegría>>. Jade llega y se sienta a mi lado. No dice nada, sino que simplemente sonríe.

-Cuando este día acabe, tomaré un vuelo a Roma.

-¿Lo dices en serio?, ¿tú sola?-Pregunta la pequeña a mi lado.

-Es lo mismo que le he preguntado.. Incluso me ofrecí a acompañarla, pero se ha rehusado.-Ian tras salir libre, digamos que se volvió un gran apoyo para mí. No, no volví con él, pero me he dado cuenta que puede llegar a ser un gran amigo.

-Voy a estar bien. Tengo hotel listo. Al igual que mis miles de maletas para disfrutar de muchos, muchos días ahí.

-Era su plan... Ir allí, ¿no?-Es obvio que Jade ya lo sabía. Asiento y suspiro con una sonrisa pequeña en mis labios. Incluso recordarlo me hace sentirme enamorada todavía de él.-Te tengo algo.-Saca una pequeña libreta sellada con un listón, formando un moño por encima.-Es tu regalo de graduación.- Justo cuando voy a tomar la libretita, Jade la aleja un momento.-Pero promete leerla hasta que te encuentres en tu viaje.

-Lo prometo.

-Oh, yo quisiera leer.

-No debes ser tan curioso, Ian.-Replica Jade poniendo los ojos en blanco.

La ceremonia comienza, y Jade regresa adónde están nuestras familias. Todo pasa tan rápido y lento a la vez. Paso a dar mi patético e insípido discurso, que incomprensiblemente para mí, hace llorar a la mayoría de los presentes. O estuvo demasiado malo, o realmente le puse demasiado sentimiento.

Todos aventaron sus birretes, y yo simplemente lo sostuve en mi mano. Jason llegó y me lo arrebató. Lo aventó lo más alto que pudo, mientras yo alzaba una de mis cejas y cruzaba mis brazos. Él se encoge de hombros, y simplemente besa mi mejilla con ternura.

******
El trayecto del vuelo me hizo reflexionar mucho. Me agradó que todos fueran a despedirme, y por absurdo que parezca, sé que llevo a Alex todo el tiempo en el corazón, ya que él sigue vivo dentro de mí, y en cada recuerdo de mi mente.

Decido sacar el regalo de Jade, y me imagino que ha escrito en ella. Cuando abro la cubierta, mis ojos se llenan involuntariamente de agua. Es la letra de Alex. La libreta está llena de escritos suyos, pero uno en especial logra captar mi atención enseguida.

"Quererte en tres pasos.

Quizás debería decirte esto de frente y no escudarme en un pedazo de papel. Pero no es fácil. No podría adivinar como reaccionarías al saber esto; es posible que huyas antes de un segundo latido, o quizás me abraces y digas que también esperabas el momento exacto para decirme lo que sentías. Pero seamos realistas, eso no pasará.
Nadie vive por un par de ojos sin vida y tristes, yo soy la prueba de ello porque me enamoré de tus ojos llenos de brillo, puedo ver las estrellas en ellos. Recuerdo cuando te conocí, estabas feliz porque te habían comprado un coche por tu cumpleaños. Coche que al día siguiente estrellaste en aquel manzano cerca de tu casa. Yo te ayudé a esconderlo, ¿Recuerdas? Reímos y pasamos unos momentos increíbles; me dijiste que querías ser mi amiga y yo me enamoré de tu sonrisa.
Ese fue el primer paso para quererte: formar parte de tu vida por primera vez.

No olvidemos el día en que mis labios besaron tu mejilla rosada. Estaba muy feliz porque me habías regalado una carta por el día de San Valentín, me dijiste que era tu mejor amigo y que me adorabas como a nadie. Admito que tenía ganas de besar tu rostro hasta que tuvieras ganas de golpearme en la cara, pero sé que eso a ti no te molestaría, porque ya varias veces me dijiste que amabas mi boca en tu mejilla. Y esa sonrisa que brotó en tus labios cuando te agradecí por el regalo, no la cambiaría por nada. Me di cuenta entonces que no somos para nada similares; tu elegirías salir de fiesta con tus amigas mientras yo me quedaría en casa escuchando mis viejos discos, todo por una pequeña frase escrita en aquella carta. Me llamaste aburrido. Me dolió el corazón, pero sé que lo dijiste con cariño.
Ese fue el segundo paso para quererte: tu sonrisa.

También recuerdo el día en que estabas en tu casa, llorando con fuerza por un amor perdido. Me quedé sentado contigo, a pesar de que muy en el fondo sentí alegría porque tenía una leve oportunidad, pero si algo me dolía era verte destrozada. Te abracé y traté de unir los pedazos de tu corazón. Tú abrazaste mi cuello y dijiste a mi oído que lo agradecías y además rozaste tus dulces labios por mi mejilla. Dijiste que agradecías el hecho de que de alguna forma lograba retener las lágrimas y hacer que tus sonrisas más profundas salieran a la luz de tus ojos. Ahí fue cuando me di cuenta de que me había enamorado. De tu sonrisa, de tu llanto, de tus lágrimas, de tu risa, de tu tristeza, de tu corazón enorme y hermoso.
El tercer paso para quererte fue ese mismo: Tú."

Fue inevitable no tener que sacar un paquetito de kleenex. Lloraba, y no sé exactamente porqué clase de sentimiento. Dolor, frustración, felicidad, tristeza; era difícil descifrarlo. Por un par de días me la pasé leyendo una y otra vez lo que estaba anotado en cada hoja, esquina y rincón de esa pequeña libreta.

******
En varios días, he descubierto lo hermosa que es Roma. Llena de vida y personas de todas partes del mundo. Después de tanto, por fin me decidí a visitar la fontana di Trevi. Realmente es muy hermosa, y apesar de que sigo sin muchos ánimos de tomarme fotos, esta vez lo hago. Un joven apuesto italiano, se acerca a mí y pregunta de donde vengo, tratando de formar una conversación.

-¿Ya has pedido un deseo?

-No creo mucho en esa clase de cosas.

-Todos los que visitan esta fuente, es porque van a pedir un deseo al contar hasta tres.-Me encojo de hombros.

-Supongo que seré la excepción.-Él ríe y saca un centavo de su bolsa del pantalón. Toma mi mano, y deposita la moneda en mi palma.-No creo ganar algo con hacerlo.

-Pero tampoco pierdes nada con intentarlo.-Buen punto. Suspiro rendida, y me coloco frente a la fuente, dándole la espalda.-Debes contar en italiano.-Pongo los ojos en blanco. Y estoy a punto de lanzar la moneda.

-Uno, due, tre.-Cierro mis ojos al pedir mi deseo, y el centavo sale directo al agua.-El chico me sonríe, y yo hago lo mismo.

-Espero tu deseo se cumpla.-Agrega y besa el dorso de mi mano.

Río al ver millones de monedas dentro del agua, y sigo pensando que es muy tonto el venir a pedir deseos que son seguramente imposibles de que se cumplan, hasta que la vida te demuestra que está llena de sorpresas. Sorpresas que parecían hasta nuestro entendimiento inalcanzables, y maravillosamente inexplicables.

-¿Summer?

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