4. Campamento.

434 41 2
                                    

Como todo sábado, Louis se levantó un poco más tarde.

Cuando tenía a su profesor de piano, él solía ir todos los días de la semana, excepto los fines de semana, por lo que Louis estaba acostumbrado a despertar mas tarde. Sin embargo, no lo hacía tan tarde, puesto que la señora Signoret comenzaba muy temprano a hacer ruido en la cocina para preparar el desayuno.

Pero ese sábado, Louis se levantó un poco más tarde de lo normal. Él no había dormido bien durante toda la semana, porque había estado soñando (o tal vez teniendo pesadillas) con todos sus malos recuerdos de la infancia. No eran muchos, porque a pesar de todo Louis había tenido una muy buena infancia con sus hermanas pequeñas y tocando el piano, pero lo que no lo dejaba dormir bien era que siempre estaba Charlie en ellos.

Louis se estaba comenzando a sentir medio culpable por haberla odiado tanto cuando eran más pequeños. Ella no parecía tener ningún odio hacia él cuando debería tenerlo y a Louis a veces lo perturbaba demasiado que lo tratara tan bien cuando él era osco con ella. Así que un pedacito muy pequeño de culpabilidad estaba en él.

Louis apareció esa mañana en la cocina aun con su pijama, rascándose la panza y con rastros de lagañas en sus ojos. Johannah lo miró reprobatoriamente, mientras bebía un sorbo de su taza de café.

—Buenos días, cariño—le dijo, dejando la taza de café sobre la mesa.

Con un suave quejido, Louis se dejó caer en una de las sillas frente a su madre, sonriéndole levemente. —Hola—murmuró, con voz ronca y adormilada.

Charlie le dejó una taza de té frente a él, con un par de tostadas. —¿Dormiste bien anoche?—le preguntó, sentándose también en la mesa.

Louis la miró con sus sucios ojos, pensando en que la pregunta sonaba mas como a cortesía que a interés, pero aun así se sintió mal por no haber preguntado antes (ni siquiera lo había hecho a su madre; una total vergüenza), por lo menos, si estaba bien.

Bueno, tal vez a él no le interesaba mucho si lo estaba o no, pero su ética le decía que tenía que preguntar eso al menos.

—Hum, si...—respondió, sin mirarla directamente a los ojos—. Gracias por preguntar.

Johannah sonrió para sí misma, ocultando su diversión tras la taza de café. Louis siempre había sido un poco aturdido con las chicas, pero con Charlotte era un más que eso. Quizás un poco arrollador y violento.

—Louis—dijo, intentando ocultar su sonrisa—, ve a cambiarte pronto. Vamos a ver como están las chicas en el campamento.

Louis frunció el ceño, molesto por no haber sido avisado antes, para poder llevar un poco de contrabando para sus hermanas, pero luego sonrió cuando pensó que las volvería. Ellas podían ser una verdadera pesadilla con eso del maquillaje y la ropa (y nos olvidemos de los problemas con el baño), pero Louis las quería a pesar de todo.

—No se vayan sin mí—dijo, bromeando, mientras se levantaba de la silla.

Salió apresuradamente de la cocina, y subió las escaleras de dos en dos, pensando en comprar algo en alguna tienda de camino al campamento para dárselo a sus hermanas. Era mejor eso que llegar con las manos vacías, porque ellas lo asesinarían; Louis había prometido contrabando cuando se habían ido y él cumplía sus promesas.

De camino al campamento, Johannah no dejó de contarle a Charlotte sobre una fiesta que estaba planeando ahora. La tenia particularmente emocionada porque tenía un presupuesto sin límite y era, además, una boda. Louis nunca comprendía por qué su madre se emocionaba con esas cosas, pero la dejaba ser, es lindo ver a tu madre feliz por algo. Así que simplemente se quedó sentado en la parte de atrás del automóvil, mirando por la ventana los arboles y matorrales del campo.

Piano Forte; l.t auWhere stories live. Discover now