Prefacio: Dia Negro.

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Aquella mañana, Louis despertó antes de que su alarma sonara.

Había tenido un sueño un tanto extraño con una pequeña de coletas junto a el enorme piano negro que estaba en la sala de su casa, y eso lo había hecho despertar un poco asustado. Era algo extraño para él volver a soñar aquello, pero no le dio mucha importancia, y se dijo que tampoco debería pensar que era algo importante; era solo un sueño, después de todo.

Sin embargo, una sensación de que algo malo iba a pasar lo inundo al sentarse en la cama para apagar el despertador. No logro saber que podía pasar, pero la sensación lo atormento y se sintió levemente confuso.

Se lavó la cara y bajo a tomar desayuno junto a su familia. Era enorme. Con casi veintitrés años, Louis era el mayor de todos. Lo seguían Lottie, Félicité, las gemelas Phoebie y Daisy, y luego los recién nacidos mellizos Ernest y Doris.  Saludo a cada uno de los integrantes con un beso en la frente y luego se acercó a la cocinera, la señora Signoret y le dio un fuerte abrazo.

Amelia Signoret era una mujer francesa que llego a Inglaterra enamorada tras un ejecutivo. El tipo la dejo embarazada y luego no volvió nunca más. Ella quedó sola en Inglaterra, con una hija ilegítima, pero busco salir adelante.

Louis amaba a aquella mujer. Siempre lo había tratado con dulzura, y todas las noches le daba tres galletas antes de lavarse los dientes si se portaba bien —obviamente cuando era un niño. Le gustaba como era ella, también. Le encantaba como movía las manos al cocinar, o mirar la manera en como brillaba su cabello rojo. No estaba enamorado de ella, pero sentía un cariño enorme por ella; la quería tanto como a su madre.

La señora Signoret le acarició suavemente el cabello cuando le dejó el plato con su desayuno frente a él, saludándolo.

Durante el desayuno, sus hermanas se quejaban de lo desafortunadas que eran por tener que ir a un campamento para señoritas durante el verano, y lo acusaban de haber hecho un pacto con su madre porque él no tenía que ir a ningún lado. Él, cuando se despidió de ellas en la puerta de su casa, les prometió un montón de chocolate el próximo domingo, cuando fuera a visitarlas. Con eso ya no era más un traidor.

Su madre y Daniel se fueron, dejándolo solo junto con la señora Signoret que estaba tarareando una canción en francés mientras lavaba los trastos.

Como todos sus días, durante catorce años de su vida, Louis camino a su cuarto y se preparó para ir a practicar piano. Le gustaba tocar, se sentía libre, pero tenía esa extraña sensación de que debía tener alguna otra motivación para hacerlo.

Luego de prepararse, bajo al salón de la casa y se sentó frente al instrumento durante toda la mañana, tocando baladas ya aprendidas e intentando aprender otras nuevas. O simplemente sacando canciones que le gustaban.

Almorzó solo, pero ya estaba acostumbrado.

Durante la tarde, el volvía al salón a seguir tocando piano, pero ese día sintió la necesidad de ir a ver a la señora Signoret. Cuando entró a la cocina y no la vio, supo que ella tenía algo que ver con la sensación de que algo malo iba a ocurrir. Eso de que le cambiaran la rutina ya era malo. La fue a buscar a su cuarto y la encontró empacando hábilmente su maleta.

La mujer se volteó cuando lo oyó golpear su puerta suavemente y le sonrió. —Oh, pequeño. Ven, acompáñame.—Él dudó un poco, pero entro de todos modos al ver que la mujer palmeaba suavemente la cama junto a su maleta—. Hoy en la noche me voy a Francia—le comentó la mujer.

Louis quiso morir. No podía ser cierto. ¿Qué iba ser de él sin ella? A Louis no le gustaba salir de su rutina, y ver que algo iba a cambiar en ella le ponía los pelos de punta, además de hacerle sentir una extraña ira.

—Mi padre ha muerto—explicó ella—, así que tengo que ir a arreglar los papeles de la herencia. Quizás tarde un mes en arreglar todo aquello.

Viejo decrepito, pensó Louis, haciendo una mueca de asco. —¿Pero va a volver, verdad?—le preguntó.

—Claro que sí, pequeño—contestó la mujer—. Ahora vamos, que tengo un pastel horneándose y se puede quemar.

Juntos bajaron, y al llegar a la cocina, Louis se sentó en uno de los taburetes altos del mesón, mientras miraba a la mujer moverse por la cocina preguntándose donde diablos había dejado los guantes de tela para las cosas calientes.

—Tu madre hizo un pequeño arreglo, así que no te quedaras sin comida—bromeó ella, después de que sacara el pastel del horno y lo dejara frente a él en el mesón.

Rara vez Louis sonreía, solo lo hacía cuando estaba con las gemelas, o cuando pasaba un poco de tiempo con los mellizos, pero esta vez, su sonrisa podría haber deslumbrado a unas veinte chicas. La hubiese dejado quizás unos cinco segundos más, unas cincuenta. Y Louis no era consciente de aquello.

Cuando su madre y Daniel llegaron, Louis estaba ayudando a colocar la mesa. Ambos le dieron un suave beso en el cabello y le comentaron las aventuras de las niñas en su primer día. Louis siempre quiso ir a un campamento, pero ir a uno implicaba llevar un paquete con coletas pelirrojas y él no estaba dispuesto a hacerlo. Y ahora no podía porque ya era demasiado grande.

—¿Y cuándo va a llegar Charlotte?—preguntó su madre.

Louis levantó rápidamente la cabeza al oír aquel nombre junto con la palabra «llegar»

—Se suponía que hoy, pero el tren tuvo problemas, así que mañana por la mañana llegara—contestó la señora Signoret—. Me hubiese gustado verla de nuevo. Solo hablamos por internet...

Él sabía que su cocinera y Charlotte siempre hablaban por Skype porque casi todas las semanas, la chica le enviaba sus saludos. Él no los respondía, pero sabía que la señora Signoret de cortesía le respondía.

—¿Va a venir...?—Ni siquiera pudo decir su nombre.

—¿Charlie? Claro, ella va a reemplazar a la señora Signoret por el mes—explicó su madre.

Louis, de súbito, se levantó de la mesa y se disculpó con una mentirilla piadosa. Esa que todos dicen con voz fingida. —No tengo hambre, mamá, voy a mi cuarto.

En la oscuridad de su cuarto, descubrió que aquella sensación no fue en vano; Charlotte iba a volver. Iba a volver para seguir con lo que había dejado inconcluso.

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Asi que...he vuelto. Ha sido un laaaaaaaaaargo tiempo, je.

Pero ahora vuelvo para quedarme. No les aseguro que sea muy constante en esto de publicar la historia bc estoy en la universidad y eso come un poco de mi tiempo, pero les aseguro que la voy a publicar hasta el final :)

Piano Forte; l.t auWhere stories live. Discover now