1. Maletas y Recuerdos.

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Charlotte es mi perdición, Louis pensó. Siempre lo ha sido.

Él recordaba muy bien como había empezado todo.

Su madre se había dedicado a intentar avanzar sola junto a él, sin poder seguir ejerciendo lo que había estudiado. Comenzó una pequeña empresa para banquetes de cumpleaños y al pasar el tiempo, su empresa creció hasta poder crear cualquier evento. Lo bueno es que siempre pudo estar presente en la vida de Louis. Lo único que no podía hacer era preparar la comida, puesto que a esas horas siempre intentaba avanzar con su trabajo. Entonces, buscó a alguna persona que estuviese dispuesta a cocinarle a su hijo y se encontró con la señora Signoret y su pequeña hija. Johanna no dudo ningún instante en hacer que se quedaran en su casa.

Cuando la señora Signoret y su pequeña hija llegaron por fin a su casa, Louis estaba bajando las escaleras para buscar un poco de comida y para luego leyendo su cuento favorito. Vio a ambas, la mujer y la niña, y tuvo unos sentimientos bastante raros. El rostro de la mujer le daba tanta tranquilidad que incluso deseo irse a la cama y dormir sin pensar en el coco, pero los enormes ojos de la niñita de coletas, le hicieron sentir un extraño sentimiento de aversión. Su madre los presentó y luego, junto con la otra mujer, se fueron a algún lugar de la casa.

Louis miró a la niñita desde su posición. Y ella desde la suya, con una enorme sonrisa en sus labios. Entonces todo fue demasiado rápido para Louis, pero que incluso de esa manera él lo recordaba. Se vio en vuelto en un apretado abrazo y luego notó que estaba empujando a la niñita por los últimos dos escalones. Y desde ahí, las cosas pasaron muy rápido. Su madre y la mujer entraron rápidamente al oír llorar a la niñita. Su madre mirándolo reprobatoriamente. La niñita llorando a mares. El siendo enviado a su habitación.

Desde ese momento, Louis odio a la pequeña hija de la señora Signoret.

Su madre lo había castigado. Sin galletas, sin juguetes, sin televisión, sin Harry —su mejor amigo. Nada.

Y su odio por ella creció durante la semana. Ella jugaba con sus juguetes. Ella comía las galletas que él no comía. Ella veía la televisión, mientras él estaba sentado en su habitación sin saber qué diablos hacer. Y ella incluso jugaba con su amigo. Fue la semana más dura, para sus solo seis años.

Luego las cosas volvieron a ser como eran. Su madre trabajaba, la señora Signoret le hacía deliciosos pasteles y le daba tres galletas antes de ir a lavarse los dientes para dormir, y luego, cuando su madre volvía del trabajo, iba a su habitación y comentaban lo que les había ocurrido durante el día. Su padrastro también participaba. Sin embargo, a pesar de que todo fluía, Louis creía que nadie lo quería. Pensaba que la atención que le daban era solo por compasión.

No era el mismo niño, pero tampoco se había convertido en un ogro.

Cuando cumplió ocho años, su madre decidió que sería bueno que además de tener un tutor para no enviarlo a la escuela, sería muy bueno que aprendiera a tocar el piano. A Louis no le molestó; el siempre miraba el enorme piano negro que estaba en el salón de su casa preguntándose cómo funcionaba, pero temiendo que si se acercaba y tocaba algo, podría romperlo.

Con los años, tocar el piano se volvió tedioso. Su tutor era serio y no aceptaba sus bromas. Lo obligaba a tocar toda la tarde, también, y a él no le gustaba porque le dolían un montón las manos. Eso no se lo iba a decir a su madre, porque cuando por fin pudo tocar una canción más o menos bien, y vio la felicidad reflejada en el rostro de ella, supo que debía seguir. Por ella.

Pero eso también fue apagándose. La familia fue creciendo, y Louis era el mayor de todos. Debía cuidar de sus hermanas y también de la torpe hija de la señora Signoret.

Piano Forte; l.t auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora