8. Llamadas.

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Durante el primer mes en casa, Charlotte recibía constantemente llamadas desde Francia, todas de su madre. Ambas podrían conversar hasta por una hora, hasta que se daban cuenta de que era una llamada internacional y cortaban apresuradamente. A Louis, a pesar de que le molestaba que hablaran tanto y que la señora Signoret no hablara más de dos minutos con él, le agradaba que después de esas llamadas, Charlotte estuviese prácticamente radiante.

Louis, sin darse cuenta, había estado cambiando de actitud hacia Charlotte, pasando de ser un Ebenezer Scrooge a un chico conviviendo con una persona que no conocía del todo. Johannah también ayudaba un poco, haciendo de las cenas un momento en donde todos compartían lo que habían pasado durante el día y contando anécdotas. En esos momentos, incluso Louis, que pasaba la mayor parte del día en casa, contaba alguna que otra cosa y a veces reía.

Aquella mañana, cuando Louis apareció en la cocina sorpresivamente en pijama y despeinado, rascándose la panza (él no lo había estado haciendo recientemente), encontró a Charlotte sentada en una de las sillas del comedor y el teléfono de la casa en la mano. Ese era el cuadro que Louis encontraba normalmente en la mañana, pero la sonrisa de Charlie era brillante, cálida y contagiosa, tan hermosa que hasta a Louis le daban ganas de sonreír de esa manera más seguido. Sin embargo, esa mañana, Charlie estaba con su cabeza apoyada en la mano, cubriendo su rostro.

A Louis podría no haberle importado mucho que es lo que ocurría con Charlie antes de que ella volviera desde Francia, pero ahora, cuando la conocía un poco más -cuando se había dado el trabajo de conocerla un poco más, algo en él le impidió quedar indiferente ante el aparente desaliento de la chica.

—Charlotte—la llamó, con voz suave, pero audible.

La chica alzo la cabeza un poco, y la sonrisa triste que le regalo hizo que a Louis le doliera algo en el pecho. No es que le importara tanto, pero ella siempre estaba sonriendo y esas sonrisas nunca eran tristes, como la de ahora, y esa pequeña parte de Louis -la que estimaba a Charlie, le daba un poco más de preocupación.

—Hola, Louis-—le dijo ella, y luego siguió hablando por teléfono—. Si, lo tengo claro, es solo que pensaba que...está bien mamá...nos vemos pronto...te quiero, mucha suerte...

Louis se sirvió un vaso de agua mientras Charlotte hablaba por teléfono y ponía dos panes en la tostadora. Lucia triste y extrañamente cansada. Él quería preguntarle qué era lo que había pasado, pero luego se dio cuenta de que ella incluso había cortado, dejándolo sin hablar con la señora Signoret como lo hacía antes.

—¿Qué quieres hoy, Louis? ¿Huevos, tocino?

—Ambos, por favor—le contestó, mientras se servía un poco de café y luego iba al refrigerador a por un poco de jugo de naranja.

Charlotte preparó el resto de las cosas en silencio, y parecía tan ensimismada que  Louis temía preguntarle algo e interrumpir sus pensamientos. El plato con los huevos y el tocino estuvo listo en un par de minutos, y el único sonido que interrumpía el silencio cesó lentamente, con la sartén enfriándose de la misma manera.

Louis comenzó a comer, sin saber cómo romper el silencio ni tampoco por qué quería hacerlo.

—Estaba planeando ir a alguna tienda—dijo Louis, repentinamente, después de comer un poco de tostada untada en la yema de huevo—. Necesito algunas cosas para...para...una carpeta para guardar todas mis partituras.

—Claro—contestó Charlie, sin siquiera mirarlo. Ella de hecho estaba mirando hacia la ventana.

Louis vaciló un poco antes de seguir.

—Bueno...yo no sé mucho de...de elegir carpetas...ya sabes, para guardar cosas...¿por qué no vienes...conmigo...para que me ayudes...ya sabes, a elegir...eh, carpetas?

Piano Forte; l.t auWhere stories live. Discover now