3. Incomodidad.

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Louis no sabía cómo era posible que estuviese allí.

Todo había comenzado aquella mañana, cuando su madre estaba tomando el desayuno junto a él y Daniel, mientras leía algunos papeles sobre un evento importante. Daniel había dicho que el desayuno estaba delicioso un millón de veces (de hecho, cada vez que le daba una mordida a sus tostadas) y para evitar oír todo aquello, Louis había bloqueado sus oídos.

En una de sus bajadas de guardia, había oído que su madre también le decía a Charlotte que estaba delicioso todo, y luego, cuando alzó la mirada un poco sorprendido por lo maravillada y complacida que sonaba, se encontró con su madre mirándolo fijamente. Louis detectó rápidamente aquella mirada, y con un suspiro de resignación, él dijo:

—El desayuno está muy rico, Charlotte.—Luego volvió a mirar su comida, como si fuese la cosa más interesante que había visto, queriendo evitar que ella le preguntara otra cosa más.

Pero Charlotte no se lo permitió, volteándose rápidamente, con una sonrisa cegadora dibujada en los labios. —¿En serio lo crees?—preguntó, con voz emocionada y alegre.

¿Si lo creía? No, él lo sentía cada vez que llevaba un poco de comida a su boca. Realmente estaba delicioso. Pero él no lo iba a decir porque su orgullo se lo decía, así que simplemente asintió con la cabeza, como si no tuviese importancia, dándole una rápida mirada de disgusto.

—Bueno, chicos, yo me tengo que ir—anunció su madre, mientras se levantaba dando un suspiro. Besó a Charlotte en la mejilla y luego con un dulce arrumaco, se despidió de Louis. Daniel, su marido, hizo lo mismo. Louis vio como ambos salían de casa, y volvió a su comida.

Charlotte permaneció en silencio, quitando los platos sucios de la mesa y lavándolos, mientras tarareaba una canción. No era en francés, pero aun así, Louis no pudo evitar compararla con su madre.

Louis no estaba enamorado de la Señora Signoret, pero temía que algo le estuviese pasando con Charlotte. En los últimos días, desde que Charlotte había llegado, Louis se había descubierto varias veces mirándola. Eso lo perturbaba, y luego se alejaba aún más de ella. Pero después se volvía a acercar a ella, cuando la veía un poco desanimada. Ni siquiera hablaban, porque él no sabía que hablar con ella, pero parecía que Charlotte siempre apreciaba una compañía, por muy silenciosa que sea.

—Sueles cantar mucho—afirmó, en voz baja.

Charlotte se dio vuelta, con sus manos llenas de espuma y lo miro con los ojos muy abiertos. —Lo siento, lo hago sin darme cuenta—dijo, dándose la vuelta otra vez, con las mejillas encendidas.

Louis notó que su cabello rojo brillaba aún más por la luz de la mañana y se sintió maravillado. Quiso acercarse y mirarlo más de cerca y acariciarlo, pero sabía que eso sería muy extraño. No quería parecer un loco desquiciado.

A eso de las diez de la mañana, Louis estaba tomando una larga ducha. Cuando terminó, se vistió relativamente formal una camiseta negra y unos pantalones del mismo color y bajo al salón, donde estaba el enorme piano negro.

Mientras miraba alguna de sus partituras, oyó el timbre de la casa y supo que Harry había llegado a invadir, al igual que los últimos días. No le importaba, porque Harry no lo molestaba cuando él tocaba el piano. Simplemente esperaba a que terminara de tocar y luego le hablaba sobre cualquier cosa, sea importante o no.

Sin embargo, Louis si se molestó ese día. Harry había llegado totalmente bullicioso y no dejó de molestarlo para que se levantara del taburete y salieran los tres juntos a dar un paseo.

Piano Forte; l.t auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora