Capítulo 5━ El secreto de Finnick Odair.

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Bajé de la carroza con un suspiro de alivio en los labios.

Lo había hecho, y dadas todas las veces que había escuchado mi nombre, lo había hecho bien. Lucy corrió a abrazarme y yo no opuse resistencia alguna; la adrenalina recorría mis venas y me hacía sentir viva y pletórica. Le devolví el abrazo, incluso, y mientras lo hacía busqué a Finnick con la mirada para poder darle las gracias.

No tardé en encontrarle.

No muy lejos de nosotros, mi mentor besaba con pasión a una mujer del Capitolio. No fui capaz de comprender qué hacía Finnick con una mujer así; teniendo en cuenta la conversación de la noche anterior, no parecía predispuesto a establecer relaciones con gente del Capitolio.

Me equivocaba.

Cuando el beso terminó Finnick se topó con mi mirada y yo con la suya. Contuve la respiración y comprobé que dentro de sus ojos había un profundo sentimiento de desesperación.

Ayuda, parecía estar gritando, ayuda.

No entendía el porqué.

Lucy dio por concluido el abrazo y se separó de mí. Hablaba aunque yo, como siempre, no la prestaba atención.

-... fabulosa, así es como has estado -Me dio unas palmaditas en las mejillas, cariñosas.

Cuando volví a mirar al lugar donde Finnick se hallaba, había desaparecido.

-¿Y Finnick?-Pregunté-. ¿Acaba de marcharse con una mujer del Capitolio o son imaginaciones mías?

Lucy bajó la mirada. Le costó responder.

-Mejor que no vayas a buscarle; no estará aquí en todo el día.

-¿Qué? -Sacudí la cabeza, desconcertada-. ¿Y por qué estaba triste? Lo he visto... lo he visto en su cara -reconocí en voz baja, avergonzada por admitir que me había fijado en él-. Si se va con una mujer... ¿No es porque le gusta? ¿No es algo bueno? ¿Por qué parecía desesperado, entonces? ¿Y por qué lo pareces tú también?-Pregunté a una Lucy cabizbaja.

-No soy yo quién debería contártelo. La vida es muy complicada, Clarie, ya lo estás viendo. Si quieres saber algo, pregúntaselo a él; créeme, nadie mejor que Finnick te explicará su propia situación.

Pasé el resto del día en mi habitación, leyendo sobre plantas y animales y martirizándome una y otra vez por no dejar de pensar en /él/ y en su tristeza.

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-Lexa y Jack Sullivan, gemelos, Distrito 1. Rivales fuertes que han sido entrenados para esto durante muchos años, pero según la información que me ha llegado, no están muy de acuerdo con toda la presión a la que han sido sometidos desde pequeños. Quizá nos sorprendan para bien -Finnick paseaba frente a mí mientras yo permanecía sentada, atenta.

Después del desayuno, Lucy se marchó con Steve a hablar sobre sus tácticas, patrocinadores y rivales. Yo hacía lo mismo con Finnick, que hablaba con convicción y seguridad. Le salían arruguitas de concentración en el ceño fruncido e intenté contarlas. Eran las mismas que le salieron en el tren cuando se alteró.

-... Ben McGuire, y Lily Jones. Distrito 7. Ben es muy fuerte y... agresivo, maneja el hacha a la perfección. Tiene dieciocho, pero por su apariencia física aparenta unos veinticinco. Está musculado como un gorila. Lily tan solo tiene trece años, pero Ben la protegerá con su vida, o eso dice -Hizo una larga pausa y dejó de caminar. Noté sus ojos clavados en mí, acusadores-¿Qué te pasa, Clarie? Me miras pero no me escuchas.

-Estoy cansada -Aseguré, a pesar de que, por supuesto, había algo más.

-Ya -Respondió. Luego se sentó a mi lado-. Ahora cuéntame la verdad.

Suspiré larga y pesadamente. Señalé la pantalla, con las caras de Lily y Ben.

-No quiero matarles. A ninguno. No quiero saber nada de ellos porque no quiero aprovecharme de nada de ellos.

Sabía pocas cosas de Finnick, pero había una sola cosa que tenía muy clara; él me entendía, me entendía de verdad. No fingía comprender mis sentimientos para que me callara sin más; me escuchaba de la mejor manera posible. Lo veía en su rostro. Percibía su empatía.

-Lo sé, Clarie. Y es duro tener que asumir que si no lo harás tú lo harán ellos. Es instinto de supervivencia; es cruel, pero es lo que hay -Esbozó sin problema una sonrisa reconfortante. Parecía experto en sonreír en situaciones ¿críticas?- ¿Paramos por hoy?

-Me has leído la mente -Bramé, y después de un largo bostezo me acomodé sobre el sofá con Finnick en frente de mí.

Descubrí que no era un mal hombre; que era divertido y amable, que tenía ideas brillantes y era tolerante y se esforzaba (tal y como yo pensaba) por comprender a los demás. Descubrí que su charla y su presencia me agradaban; tanto que incluso dejé de verle como a un asesino. Descubrí que me entretenía verle contando cosas con pasión, gesticulando mucho con las manos, soplándose los mechones rubios que le caían sobre los ojos y todo ello con una mirada azul brillante. Pero de pronto, recordé su cita del otro día y aquella mirada desesperada.

-Quería preguntarte una cosa.

-Adelante.

Tragué saliva, intentando encontrar las palabras adecuadas y poco abrumadoras.

-La chica a la que besaste ayer... ¿era tu pareja? Sé que no debería entrometerte en tu vida pero no parecías especialmente feliz y yo... no soy capaz de comprenderlo, ¿Por qué?

Se hizo el silencio. Silencio muy pesado.

La expresión de Finnick se ensombrecía con cada nuevo segundo y yo me empecé a arrepentir.

¿Es que jamás aprenderás a ser sensible, Clarie?

-No. No es mi pareja -Aseguró-. Y no fui con ella por elección propia.

-¿Entonces por..?-No acabé la frase.

Suficiente. Su rostro decía que ya era suficiente, que si seguía hablando ese dolor que parecía llevar sobre sus hombros aumentaría.

Pero me contestó.

-Debes saber que si sales de los Juegos, todo cambiará. Estarás bajo el total mando del Capitolio y ellos decidirán qué hacer con tu vida y tú tendrás que cumplirlo, sin más. Yo... -Midió sus palabras con cautela. Parecía nervioso y avergonzado-... digamos que ellos no solo deciden lo que debo hacer con mi vida, si no también con mi cuerpo. Debo de estar a disposición de hacer compañía a cualquier persona del Capitolio que lo desee. Siempre. A cambio, consigo algún que otro secreto, entre otras cosas.

Me quedé estupefacta. Pálida, temblorosa, seca y sin fuerza en el cuerpo. Tenía cien nudos en la garganta y cien en el estómago. En resumen, Finnick estaba prostituido por el Capitolio.

-¿Y no... no puedes oponerte?-Mi voz sonó ridícula.

-No, Clarie. No puedo -esbozó una trágica sonrisa-. Una marioneta no se revela contra el titiritero.

El verdadero amor de Finnick Odair. /sin editar/Where stories live. Discover now