Capítulo 6- Supervivencia.

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Cuarto día. Ocho tributos quedaban en la arena.

Finnick, Jack y yo, por un lado.

El tributo del 2, el del 5 y Riley, por otro.

Ben McGuire, del 7, y la tributo femenina del Distrito 6, perdidos por la arena, no daban señales de vida, pero tampoco de muerte.

Ese cuarto día, todos nos levantamos más demacrados de lo habitual. La muerte de Sidney nos había dejado un mal sabor de boca. Andamos sin decir mucho hacia la cornucopia, el frío se había colado en nosotros con excesiva violencia, y a los tres nos costaba mantenernos firmes, tiritabamos en exceso y noté como la cara de Finnick y Jack había palidecido.

-¿Y tu hacha? -Preguntó duramente Jack.

-Clavada en el pecho de Jonh. -Dije, irónica. Pero no dejaba de pensar en eso, una y otra vez.

-Deberías haberla cogido. -Volvió a hablar, parecía de mal humor.

-No me siento agusto llevando un hacha que ha matado a alguien.

-El hacha no ha matado a nadie ¡Has sido tú! ¿Lo entiendes? Y si me alié con vosotros fue para formar un equipo, ¡No para que te convirtieses en un lastre al que proteger por ir desarmada! -Había perdido los nervios, y se estaba poniendo rojo.

Se acercó a mi hecho una furia, pero Finnick se interpuso, apuntandole con el tridente.

-Será mejor que te tranquilices. -Dijo él en un susurro amenazante.

Jack pareció volver a la realidad.

-Perdona, yo... -Dio dio dos pasos hacia atrás, y sacudió la cabeza. -Vámonos.

Empezó a andar, y Finnick y yo nos quedamos atrás un momento.

-¿Deberíamos fiarnos de él todavía? -Pregunté.

-No lo sé. Será mejor que mantengamos las distancias. -Respondió, sin dejar de mirar a Jack. -Vamos. -Dijo, cogiendome de la mano.

Le miré y sonreí, esos gestos eran los que me mantenían con esperanza... Pero, ¿Esperanza para qué?

Después de aquel arrebato de ira que tuvo el gemelo, llegamos a la cornucopia en poco tiempo. Dentro hacía calor, y lo agradecí enormemente. Por fin volví a mi temperatura habitual y mi cara cogió color de nuevo. El frío empezó a desvanecerse. Pero la zona donde me lanzaron el cuchillo el primer día, también se descongeló, y el dolor empezó a recorrerme con brutalidad el brazo de nuevo. Me empezó a doler, ya que el frío era lo que mantenía calmado el dolor, porque no sentía la herida a causa de la congelación. Finnick se hechó una especie de líquido por su corte de la pierna, y pareció que funcionaba. Sin embargo, yo tenía una puñalada, se me había clavado el filo completo de un cuchillo en la carne, y ese líquido no funcionaba. En el momento en el que el dolor del brazo me invadió todo el cuerpo, deseé volver a la nieve, congelarme y morir lentamente sin ese dolor tan abrumador. Pero tampoco quería morir sola en una cueva a causa del frío.

Los tres comimos lo que encontramos por las mochilas que aún quedaban,  y luego yo cogí un arco y flechas, aunque a penas podía mover el brazo. A pesar de los puntos la herida sangraba. Jack se fue a rastrear la zona y yo me senté en una esquina de la cornucopia.

Decidí bajarme la manga y mirarme el brazo. Estaba realmente mal, necesitaba atención médica muy urgente. Una lágrima se me escapó a causa del dolor.

Finnick llegó poco después.

-¿Cómo va tu brazo? -Le miré, probablemente con los ojos húmedos. -Clarie...

Se acercó a mi y me miró el brazo.

-Está fatal. No voy a aguantar mucho más. La herida es muy profunda y no... -Me aclaré la voz. -No paro de sangrar, si no muero desangrada o por el dolor alguien me matará por no poder defenderme.

El fue a contestar, pero de pronto, se oyó un zumbido. Levantamos la vista. Era un paracaídas que se dirigía hacia nosotros, y Finnick fue a cogerlo. Era una botella con un líquido azulado.

Venía con una nota.

"Tomalo y sanarás. Quítate los puntos. -Mags. "

Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de Finnick.

-No está todo perdido.

Sonreí levemente, pero luego me puse seria de nuevo.

-Tienes que quitarme los puntos, no voy a poder hacerlo yo.

El me miró un momento, reflexionando.

-Espera aquí. -Fue hacia una mochila y revolvió en ella. Sacó una venda. -Te voy ha hacer un torniquete, cuando quite los puntos no puedo evitar... Que sangre.

-Lo sé. -Me mordí la mejilla por dentro. -Hazlo ya.

Estaba muy nerviosa, sabía que iba a doler. Finnick me apretó el torniquete con fuerza, y gemí del dolor que me provoco. Le miré, parecía que se estaba autoconvenciendo de que todo saldría bien.

Cogió unas tijeras, y con mucho cuidado, me deshizo los puntos. Le temblaba el pulso. El dolor logró que me retorciese, la herida estaba infecciosa y los hilos y el filo de las tijeras no paraban de rozarla. Me mordí la mejilla por dentro para no gritar, pero hice que sangrara. El dolor se hiba haciendo más y más intenso. La mente se me empezó a nublar.

-Toma esto. -Finnick sacó el bote, y me lo tendió.

Veía doble. Y oía la voz de Finnick como un eco lejano. El dolor del brazo se intensificaba y parecía que me estaban clavando el cuchillo de nuevo.

Noté como Finnick se acercó y me puso el bote en la mano. Lo acerqué con el brazo bueno hacia mis labios. Bebí ese asqueroso brebaje, que se mezcló con el sabor metálico de la sangre que me había provocado yo al morderme, y me puse a toser. Toda la garganta me picaba.

-Clarie, ¿Estás bien?

Mire a los tres Finnicks que tenía delante.

-Sí. -Dije, sonreí, y me desmayé.

El verdadero amor de Finnick Odair. /sin editar/Where stories live. Discover now