Capítulo 12- La flecha.

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Abrí los ojos. Aún estabamos en la orilla del río. Era el onceavon día.

Después de que Riley hiriese a Finnick, le encontré y le quité la flecha. Estaba muy débil, y yo también. El arañazo del vientre me palpitaba con fuerza y no dejaba de sangrar, incluso a pesar del vendaje, la sangre manchó el traje.

Me costaba andar grandes distancias, el dolor me lo impedía y tenía que sentarme a descansar. El esfuerzo acababa conmigo, y me dejaba débil y sin fuerzas. No dejaba de perder sangre y la única solución era volver a la cornucopia.

Finnick tampoco estaba bien, el arañazo que aquel muto le hizo en el brazo estaba cada vez peor, y la herida de la flecha había provocado el completo desastre. A penas podía mover ese brazo, y temía que se pusiese mucho peor y no tuviese cura. Él también estaba débil, su cara había cogido un color pálido que me asustaba y siempre sudaba un sudor frío, a pesar de que estaba ardiendo. Tenía fiebre.

Pero a pesar de todo, con grandes esfuerzos, cogimos nuestras armas esa mañana y nos dirigimos a la cornucopia. Sabíamos que si no íbamos acabaríamos muriendo los dos.

A penas hablamos durante el trayecto, ya que necesitamos las fuerzas para mantenernos en pie. Paramos bastantes veces para descansar y comer, pero las paradas eran breves. No podíamos retrasarnos más.

Llegamos a media tarde, el sol ardía con fuerza, y por un momento añoré el frío de los primeros días. Estuvimos un buen rato mirando la cornucopia desde la maleza para asegurarnos de que no había nadie. Diez minutos después, nos dirigimos a ella, en guardia.

Dentro de la cornucopia encontramos una mesa de acero con tres cajas de acero en ella. Cada una tenía un nombre.

Finnick Odair, Distrito 4.

Clarie Morgan, Distrito 4.

Riley Tate, Distrito 7.

Las cajas tenían una mano dibujada en el medio. La de Riley ya estaba abierta y vacía.

-Supongo que deberemos poner ahí nuestras manos, nos leerán las huellas dactilares y se abrirán, por eso Riley no ha podido abrir la nuestra, si esque lo ha intentado. -Dijo Finnick, en un susurro.

Asentí, y puse mi mano en la mano dibujada en mi caja, encajaba a la perfección. Se abrió de inmediato y miré dentro de ella.

Tan solo había una pequeña botella con un líquido azul.

-¿Qué clase de broma se supone que es está? -Dije, cogiendo el bote.

Finnick lo miró con interés.

-Es el mismo líquido que te tomaste hace unos días e hizo que tu brazo cicatrizase por completo. Es algo bueno. -Informó, y abrió su caja.

En ella había una crema, casi líquida, y un largo artefacto que no sabía que era.

-Esto se supone que es para inmovilizarme el brazo. -Dijo Finnick, cogiendo esa cosa. -Me hecho esa crema y me lo pongo. Tu bebe ese... Esa cosa.

Asentí, y me lo bebí de un trago. Luego fui a la parte de atrás de la cornucopia, y cogí la última hacha que quedaba. Volví a la parte delantera, y me senté, mirando al horizonte.

Los Juegos estaban al terminar. Riley probablemente estaría cerca nuestro, acechando, de alguna manera podía sentirlo. Sentía que me observaban desde algún punto de la espesura. Y era horrible.

Finnick se sentó a mi lado con el tridente en su brazo bueno.

-¿Te encuentras mejor? -Me preguntó, mirándome con una mirada cargada de ternura.

Sonreí levemente y me toqué el vientre. Me manché las manos de sangre. Las limpié en el traje.

-Supongo que tardará en hacer efecto. -Contesté, y le miré de nuevo.

Me sonrió y a mi también se me escapó una sonrisa. Le acaricié el rostro con las yemas de mis dedos.

-No quiero perderte. -Susurré y desvié de él la mirada.

Pasaron unos segundos, y ninguno dijo nada. Era doloroso pensar que probablemente en menos de un día uno de los dos estaría muerto, y que tendría que vivir sin el otro. Le miré de nuevo a sus cálidos ojos azules. Me miraba con pasión.

-Yo tampoco. -Susurró. Y de pronto y sin avisar, pegó con determinación sus labios a los míos.

Acaricié su cuello con mis manos mientras nos besabamos como si fuese la última vez. Noté como un calor me subía por el estómago mientras sus cálidos labios hacían más presión sobre los mios, haciéndonos uno solo y saboreando cada segundo del momento. Nos separamos por falta de aire, y apoyamos nuestras frentes, mientras yo aún me sujetaba en su cuello.

-Te quiero, Finnick. -Dije en un jadeo. - No lo olvides nunca.

Le di un beso fugaz pero determinado.

-Tú tampoco, Clarie. Siempre serás mi verdadero amor.

_______

La noche estaba cayendo, y Finnick se había quedado dormido. Me vi obligada a no cerrar los ojos en ningún momento.

Cuando de pronto, una figura salió de la maleza.

Riley.

Miró hacia los lados y se dirigió a la cornucopia. No nos había visto, ya que estabamos en la parte más profunda de ella. Pero ese era el momento adecuado.

Tenía que matarla.

Miré a Finnick antes de levantarme, su rostro estaba relajado y parecía fresco y sereno mientras dormía. Le di un beso en la frente y me levanté.

Con el corazón latiendome con fuerza, fui con sigilo hasta el lugar donde estaba Riley. Sentía como cogía armas, como se movía, pero de pronto, el ruido paró. Extrañada, me asomé al lugar donde se supone que debía estar, pero no había nadie.

Miré a los laterales, confundida y asustada, pero todo estaba sumido en absoluto silencio.

Sin embargo sentía que estaba cerca. Que me observaba. Que planeaba mi muerte.

Salí fuera de la cornucopia, sudando, eso se iba a acabar pronto y yo no podía estar más nerviosa. Me limpié el sudor en el traje.

-¡Sal de donde estés, se que estás ahí! -Grité, mirando hacia todos lados.

La cabeza me daba vueltas y respiraba entrecortadamente.

De pronto, me acordé de Finnick. Miré a la cornucopia. Finnick no estaba allí.

Se me hizo un nudo en la garganta.

-¡FINNICK! -Chillé.

Pero de pronto, una voz sonó detrás de mi.

-Fin del juego, Clarie Morgan. -Era Riley.

Me giré lentamente, y me la encontré a unos metros, apuntandome con una flecha.

Pero otra voz apareció. Veía borroso.

-¡Clarie, NO! -Finnick.

De pronto, un fuerte silbido pasó por mi lado. Era el tridente de Finnick, que se clavó en el pecho de Riley, en el mismo momento que ella lanzó la flecha que me apuntaba.

La flecha que se clavó en mi estómago. La flecha que me hizo caer.

El verdadero amor de Finnick Odair. /sin editar/Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon