Capítulo 7━ Promesa.

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Me separé de Finnick con el alma un poco menos resquebrajada, y caminé hasta la valla del balcón para observar el paisaje que tan bonito era y tanto me asqueaba. Él me siguió, leal y silencioso.

—Ha llegado a mis oídos lo que has hecho a John Coleman —Comentó con cierta picardía en su voz—. Me alegra saber que no soy el único al que golpeas en estos Septuagésimo Terceros Juegos del Hambre.

Aunque me sentía hundida y perdida, fue imposible no esbozar una sonrrisilla.

—Muy bien, Clarie, sonríe —Finnick me observaba por el rabillo del ojo, pendiente de mis movimientos—. No dejes que te controlen y que puedan contigo.

La sonrisa se esfumó de un plumazo. Suspiré, agotada.

—Pueden conmigo. Tres distritos se han aliado y quieren matarme, Finnick. No sé qué han visto en mí en tres horas de entrenamiento, pero parece que la técnica del hacha les ha asustado.

—Bueno, en el Distrito 4 tenemos fama de profesionales, ¿no? —Se cruzó de brazos, pensativo—. Además, eres una Morgan. Tu hermana estuvo aquí antes que tú y demostró ser la jugadora más letal. Llevas sus genes y eso asusta.

—Pero yo no soy Kalia. Solo soy Clarie.

—Pues eso no es poco, porque te tienen miedo. No le des demasiadas vueltas; si han hecho una alianza con tanta rapidez solo por terror no son una verdadera amenaza —Reflexionó. Visto así, parecía más simple y menos preocupante—. Y que sepas que tú y Steve no os quedáis atrás. Los hermanos del Distrito 1 y los tributos del 9 quieren conoceros.

Guardé silencio unos largos, largos segundos.

—Vale —Contesté con una visible gran desgana.

—¿No te convencen? ¿Te suponen un problema?

—No, el problema no son ellos. El problema no es nadie en concreto. El problema es todo –Hice una señal a la ciudad, que poco a poco empezaba a apagarse mientras la luna se encendía—. No quiero mancharme las manos de sangre ni tampoco morir. No quiero conocer a los tributos para luego tener que matarlos. No quiero alianzas, no quiero armas... no quiero jugar a esto.

Finnick negó con la cabeza.

—Clarie, pero esto es lo qu...

—Lo sé, sé que no soy nadie para cambiar las cosas y que este debate interno lo tiene todo el mundo y que soy una egoísta. Pero solo llevo tres días aquí y ya estoy harta. Además, ¿por qué me esfuerzo? ¿Para qué? No tengo nada por lo que luchar. Si por lo menos tuviera una razón, alguien por quien mantenerme en pie... pero observo mi vida y todo es triste. Nada me da la fuerza suficiente. Estoy sola.

El pecho me ardía. Jamás había hablado de mis sentimientos tan abiertamente, desnudando mi alma. Jamás había puesto palabras a la soledad que me había acompañado toda la vida. Jamás me había sangrado el corazón de esa manera.

—... me tienes a mí —La voz de Finnick sonaba convencida, aunque hablaba con cautela—... y a Lucy. Y a Mags y a Eve. Si sales de la arena convivirás con nosotros. Somos una familia algo desequilibrada pero tenemos nuestro propio hogar; te protegeríamos como te protegeremos en la arena.

—No podéis hacer nada por mí mientras esté la arena —Le dije, y las palabras supieron amargas—. No tengáis mucha esperanza. Voy a morir allí.

—Haré lo que sea necesario para que eso no ocurra.

Resoplé, aturdida porque era la primera en mucho tiempo que alguien parecía mostrar verdadero interés en mi persona. No estaba acostumbrada a la ayuda.

—Si yo muero no importará. Al fin y al cabo solo soy una persona, ¿no? Lo que importa está ahí fuera —Volví a señalar la ciudad con la cabeza. Allí residía el problema—... si quieres hacer algo por mí, Finnick, haz lo que sea necesario para acabar con este lugar. Con el Capitolio. Con todos los que están detrás de los Juegos. Con los propios Juegos del Hambre. Y con Snow. Sobre todo con Snow.

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El verdadero amor de Finnick Odair. /sin editar/Where stories live. Discover now