Prólogo: Adiós instituto, hola mundo

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21 de junio de 2015

Llevaba semanas deseando ponerme aquel vestido negro ceñido que me compré para lucirlo en la fiesta del último día de clase. Sería en casa de Margot, durante dos semanas tenía la casa sola para ella y su hermano mellizo Valère. Todos mis compañeros estarían, de los cuales la mitad me caen mal y la otra mitad los odio, pero aun así quería asistir a la última fiesta de mi ciudad.

Tan sólo faltaba media hora para que me pasaran a buscar y ya estaba lista, sólo me faltaba un toque de brillo en los labios para estar reluciente. Me había hecho un recogido dejando varios mechones caer por delante de mi ojo derecho. Mis ojos completamente llenos de pintura negra y mis labios llevaban un tono granate con algo de brillo. Esa noche haría mi gran despedida, porque estaba el noventa y nueve por ciento segura que me cogerían en la universidad de Bellingham para estudiar la carrera que siempre he querido hacer: veterinaria. Allí viviría en la residencia de esa misma facultad.

Una vez llegamos a casa de los mellizos, estaban todos mis compañeros desde que entré en el instituto. Después de haber saludado a la mayoría de las personas que se podía decir que me caían medianamente bien, me serví mí primer vaso de la noche (entre muchos) con Coca-Cola y vodka.

Comencé a bailar al ritmo de la música que estaba a todo volumen y acoplándome a bailar con mucha gente. Cuando me terminé mi séptimo cubata, sentía que ya no podía controlar a la perfección mis pasos, así que no tuve otro remedio que tambalearme cerca de la pared. Escuché el pitido de mi teléfono móvil y... ¡No podía ser! ¡Un correo electrónico de la Universidad de Bellingham! Lo abrí y empecé a juntar letras y palabras que no tenían mucho sentido pero sólo llegué a entender la frase que estaba esperando desde principio del curso: "Su solicitud a nuestra universidad ha sido aceptada"

No dudé ni un segundo en buscar a mi mejor amiga que había perdido entre la gente que estaba borracha y liándose con cualquiera y cuando por fin encontré a mi mejor amiga Odette junto a mi novio, el chico más sexy que podía haber encontrado, llamado Canon.

¡¿Espera qué?! ¡¿Se estaban liando contra la pared... en una fiesta donde estaba todo Dios que me conocía y encima... delante de mí?!

Una oleada de celos, nervios y furia guiaban mis actos cuando comencé a correr hacia ellos dos. Cuando estuve justamente detrás de Canon, quise sorprenderle cogiendo un pequeño mechón de su apreciado cabello rubio y estiré con toda mis fuerzas hacia abajo hasta que escuché un alarido de dolor que podría haber sido perfectamente de un pobre animal herido por un cazador mientras agonizaba con todas sus fuerzas. Miré hacia ella y su cara lo decía todo, era un cuadro: ojos y boca muy abiertos.

-Bleu...

-¡Zorra!

­-Espera... déjame hablar sobre es...

-¡Déjame en paz! ¡Ni me mires, ni me hables! ¡Olvídame!

Me volví para salir de esa estúpida fiesta pero sentí que algo me lo impide. Canon me sujetaba el brazo por el codo. Pude notar sus ojos húmedos y brillantes que contenían lágrimas con una cara de perro abandonado. En cambio, no pude evitar mi risa al ver su estado.

-Canon, Canon, Canon... ¿Pensabas que te duraría mucho el jueguecito con esa guarra? Que ingenuo por tu parte. Pensé que habías madurado, pero ya veo que no.

-Te juro que no sé qué ha pasado... -Su lengua se trababa en cada palabra que dicía.

-Déjame, no quiero volver a saber nada de vosotros dos en mi vida, ¿Capisci?

Les eché a ambos una mirada asesina y caminé hacia la mesa donde se encontraban las botellas de alcohol medio llenas. Cogí la primera que pillé y me bebí prácticamente todo el contenido de un solo trago. Cuando ya cesé de beber necesitaba algo donde sujetarme para mantenerme en pie.

Me subí al trampolín con una gran dificultad y allí arriba solté un eufórico grito e inmediatamente todo el mundo se volteó para mirarme,

-¡Escuchadme gente sin cerebro! ¡Aquí os quedáis mientras yo disfruto de mi libertad en Bellingham!-volví a gritar más eufórica que antes. ­-¡Hasta nunca, hijos de...!

No llegué a acabar la frase porque ya estaba debajo del agua. Había saltado desde el trampolín. Me daba igual mi vestido, mi maquillaje, mi peinado y mis zapatos. Sería feliz fuera de ese lugar sin oportunidades y estudiaría veterinaria donde siempre he querido hacerlo.

Cuando salí de la piscina, Odette me estaba esperando con una toalla para mí. Con gran dificultad trepé por la pared de la piscina y de un salto salí de ella. Seguidamente me quité los zapatos que estaban chorreando de agua y me puse en pie. Recogí mis cosas que se encontraban en una pequeña cabaña ignorando a Odette, pero ella volvió a insistir en que cogiera la toalla y poder hablar. Salí de la enorme casa con ella detrás de mí suplicando que me quedara.

-Bleu... por favor...-infinitas súplicas con la voz rota-. Yo no quería... no sé qué es lo que pasó... Espero que me llegues a perdonar...

-Odette, vete a la mierda y quédate allí. Mi mejor amiga liándose con mi novio... Olvídame. Para siempre.

Tras decir eso me alejé de ella con un paso firme, sin detenerme por nada pero podía sentir los sollozos de quien había sido mi mejor amiga hasta ese momento. Sentía el vestido pegado a mí y las gotas de agua de mi chorreante pelo hacían que me estremeciera cada vez que se ponían en contacto con mi piel. Con cada paso que daba, la falda del vestido se subía cinco centímetros y yo tenía que estar bajándomela cada paso que daba. Estúpido vestido incómodo, ¿qué día decidí comprármelo?

Llegué a casa con las medias llenas de carreras que iban desde el pie hasta el muslo. Mis padres, que aún estaban despiertos en el sofá viendo una película sin sentido, se sorprendieron al verme de esa manera.

Me miré en el espejo de la entrada y descubrí porque me miraban de esa manera: iba totalmente despeinada con el pelo aun mojado y la ropa empapada. Moví la mano para quitarle importancia a mi estado.

-Pero hija, ¿qué es lo que te ha pasado?- Fue mi madre quien rompió el silencio que se formó en la sala (excepto la televisión).

-Una historia muy larga... Me voy a dormir, estoy agotada.

-Descansa, buenas noches.

-Bonne nuit.

Subí a mi habitación y enseguida me deshice de aquella ropa inservible. No debería haberme tirado a la piscina. Charlotte me miró sorprendida por mi aspecto e hice un gesto para restarle importancia, pero aun así ella insistió en saberlo así que le expliqué lo que había visto en la fiesta.

La aventura universitaria de BleuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora