Capítulo dos: Tour por la residencia

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Scarlett me llevó a tres habitaciones, una era la que se encontraba enfrente de la nuestra y allí aparecieron dos chicos, James y Bradley. Ambos estaban en segundo de la carrera, estudiaban medicina. El más alto y ancho de músculos era Bradley, un joven castaño claro casi rubio con ojos grises recibiéndonos con una camiseta de tirantes y pantalones largos de hacer deporte dejando ver sus músculos llenos de tatuajes sin significado para mí. Tenía un aire creído aunque enseguida vi que era un buen chico. Bradley era de Bellingham y por eso siempre los fines de semana iba a visitar a su familia. James era más menudo, sin tanta musculatura. Él llevaba una camiseta de manga corta con la frase "Made in Brooklyn" y unos tejanos oscuros. Se notaba que era mucho más tímido pues no dijo demasiado en toda la presentación. Nos contó que él venía de Brooklyn, por eso tenía puesta esa camiseta, un recuerdo de su ciudad.

Seguidamente fuimos a conocer a las chicas que se encontraban justo a nuestra derecha pues al otro lado de nuestra habitación se encontraba la que me dijo el profesor cuando pregunté por el pasillo. La puerta la abrió una chica muy bajita con el pelo morado recogido en una coleta alta llamada Brittany. La otra chica apareció envuelta en una toalla blanca con el pelo mojado. Se podían ver los huesos de su clavícula tan marcados como me gustaban a mí y su piel era de un tono más oscuro que el nuestro. Ésta se llamaba Charlie y ella era de Seattle a pesar de que sus padres se hubiesen mudado de Bolivia antes de que ella naciera. Brittany también era de la misma ciudad que su compañera de habitación pues fueron mejores amigas des de la escuela primaria hasta entonces y nunca tuvieron la idea de separarse. Ellas también iban a estudiar biología. Fue entonces cuando Scarlett informó que quería ser psicóloga.

Por último me presenté al chico que vivía enfrente de las otras dos chicas que acababa de conocer. Él era Alexander pero quería que le llamáramos Alec. Aun no tenía compañero de habitación pero poco le duraría el paraíso de vivir sólo. Él era de Canadá y precisamente hablaba francés pero no noté su acento hasta que lo dijo en cambio él reconoció el mío en cuanto dije la primera palabra. Él iba a estar en la carrera de veterinaria, al menos ya no estaría sola en clase y podría ir con él. Llevaba el moreno cabello revuelto, como si le hubiésemos despertado de su profunda siesta. Tenía los ojos oscuros pero podía ver un toque azul en ellos, por muy leve que fuera.

Después de todas las presentaciones con los chicos, fuimos a recorrernos toda la residencia. Empezamos por la planta cero. Allí se encontraba el club, la zona donde la gente se reunía para pasar un rato en el tiempo libre que tuvieran. Se podía escuchar una leve música de ambiente y unas mesas con sillas y sofás para relajarse con amigos. Había un par de futbolines y dos mesas de billar. No había demasiada gente en ese momento pero Scarlett me dijo que se llenaba por la noche después de cenar.

Después fuimos al comedor que allí haríamos todas las comidas del día y dónde se formaban todo el jaleo del campus. Mi compañera de habitación afirmó que la comida estaba deliciosa y estaba segura que en cuanto la probara no añoraría la cocina de mi país pero yo no estaba tan segura de eso, sobretodo echaría de menos la cocina de mi madre y de mis abuelas.

Salimos al exterior para ver la piscina cubierta y el gimnasio que se encontraba al lado de ésta más dos pequeños jacuzzis. Estaba ansiosa por probar cada una de esas cosas que se encontraban allí.

Para finalizar el tour por la residencia, me llevó a la azotea dónde se podía ver la pequeña ciudad bajo nuestros pies.

–Este es mi lugar favorito. Lo descubrí hace tres días y me he enamorado –me dijo Scarlett sonriendo satisfactoriamente.

–La verdad es que es perfecto

Le dediqué una sonrisa amable para y me apoyé en la baranda de piedra que separaba la azotea del vacío. Sentía la leve brisa rozar mi cara echando para atrás mi castaño cabello. Pero ese momento lo estropeó una voz conocida pero no sabría decir quien hasta que no me di la vuelta pero aun así no supe quién era.

–No podéis estar aquí, chicas. Venga bajar.

–¿De verdad? –Mi nueva amiga puso pucheros como si fuese un bebé que quiere un juguete–. ¿No podemos estar un rato aquí? Además no eres nadie para mandarnos, no un compañero de la residencia.

–Soy William West, el supervisor del segundo pasillo del ala B.

¡Claro! Era el chico que me indicó el camino hacia mi habitación. Pero en aquél momento no llegué a darme cuenta con quien estaba hablando pues tenía muchos nervios por llegar a mi habitación y descargar las maletas.

–Uy... yo lo siento, pero pareces demasiado joven para trabajar aquí. Pasas por un alumno perfectamente.

El joven soltó una carcajada dejando relucir su perfecta dentadura brillante.

–Va bajar ya, no querría hacer que os echen nada más empezar.

–Venga Scarlett, no quiero hacerle enfadar el primer día que estoy aquí –me río cogiéndole del brazo a la chica.

Nos despedimos del joven y bajamos a nuestra habitación. Me dejé caer en la cama agotada por el viaje y por la visita guiada que me ha hecho Scarlett. Notaba la habitación algo vacía a pesar de que ésta fuese minúscula. Estaba acostumbrada a compartir habitación con todas mis hermanas y tanto silencio en ella me incomodaba.

–Esto está demasiado silencioso, ¿no crees?

–¿Silencioso? –arqueó una ceja mirándome como si no estuviera bien de la cabeza.

–Sí. O es que en mi habitación hay ruido a cada momento.

–Lo más seguro es que sea eso­–soltó una risita sentándose en su cama enfrente de mi–. ¿Compartes habitación?

–Con mis hermanas. Somos quince hermanos y bueno, tenemos una habitación para chicos y otra para chicas.

Empecé a hacerle un resumen de mi vida familiar igual que ella me lo hizo cuando acabé. Seguía sorprendida al saber la cantidad de hermanos que tenía y repetía una y otra vez que aquello era una locura.

Se escuchó dos golpes en la puerta de la habitación y mi compañera fue a abrirla. Eran los chicos que había conocido un par de horas antes. Estaban los cinco en la puerta esperándonos.

–Vamos a bajar al club, ¿os venís?

–¡Claro! Bleu prepárate que vas a pasar tu primera tarde en el club.

–¡Voy!

Me levanté de un vuelco y cogí mi bolso y una chaqueta fina por si me entraba frío más tarde. En Francia hacía frío pero en aquella ciudad hacía todavía más. Por suerte aún se mantenía el calor del verano.

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La aventura universitaria de BleuWhere stories live. Discover now