Capítulo uno: Bienvenida a Bellingham

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1 de setiembre 2015

–Que voy a estar bien, de verdad. Ya lo hemos hablado todo esto.

–Te vamos a echar muchísimo de menos, cariño.

–Y yo a vosotros pero debo irme ya o si no perderé el avión.

­­–Llama en cuanto llegues por favor.

–Lo haré. ¡Os quiero!

Miles abrazos de despedidas y muchas lágrimas de mi madre porque ya llegó el día de mi partida hacía América. El avión empezó a despegar y yo me acomodé en el asiento para pasar las dieciséis horas siguientes allí metida. A mi lado se sentó un matrimonio, menos mal que fui al lado de la ventanilla y pude ver el paisaje alzarse bajo mis pies.

Mi nombre es Bleu Neville y tengo dieciocho años y desde los cuatro que quiero ser veterinaria. Siempre he estado entre las populares de mi instituto por pertenecer en el grupo de animadoras aunque fuese un pésimo equipo. Pero quería alejarme de todo ese rollo, quería empezar de nuevo y que no me conociera nadie, pero eso decidí irme de mi ciudad. Vivo en una casa enorme a las afueras de Lyon. Mi familia es bastante peculiar, por el hecho de que mi padre es inglés nativo, concretamente de Liverpool, y siempre nos ha querido llevar a un colegio bilingüe para dominar a la perfección el inglés, además del francés y por ser quince hermanos. Yo soy la tercera de todos ellos, lo sé suena a locura pero somos un gran equipo pero de vez en cuando hay algún que otro roce. Somos seis niñas y los nueve restantes son niños. Fred tiene veintiuno pero él ya vive en su piso en la misma ciudad donde vivo, seguido de él viene Charlotte tiene un año más que yo y somos inseparables. Después de mi llegaron las gemelas Gina y Giséle que con sus dieciséis años ya se han recorrido todas las discotecas de la ciudad. Después vino Trenton que ahora tiene ya catorce años y un año más tarde llegaron los gemelos Tristán y Didier de once años que junto a Julien de nueve son un puro torbellino. Renée tan solo tiene siete años pero se podría decir que es tan inteligente como todos nosotros juntos. En seguida llegaron los trillizos que nos pillaron por sorpresa Laurent, Lucien y Lilianne que ya han llegado a los cinco años y después el pequeño Nathan llegó a los dos años y por último Maximilien aunque le llamamos Max, tiene un año y medio.

Después de cuatro horas de viaje me quedé dormida y cuando me desperté eran las once de la noche es decir que faltaban doce horas y ya no podía esperar más hasta llegar a mi destino. La azafata pasó por el pasillo con el carrito lleno de comida y bebida y en ese momento las tripas de mi barriga hicieron un ruido como si un monstruo habitara en mi interior así que pedí un bocadillo vegetal y una botella de agua. Definitivamente odio la comida del avión, está asquerosa.

Las horas pasaron bastante rápido con mis auriculares puestos escuchando mi lista de música favorita del reproductor de música que llevé, pero tan sólo faltaba menos de una hora que pasó muy lenta porque los ronquidos de mi compañero de asiento fueron cada vez más fuertes e incrementando mi dolor de cabeza. Pero por fin el avión tocó con sus ruedas el suelo y se detuvo. Por fin estaba pisando Estados Unidos y lo primero que hice fue llamar a mi madre de inmediato en cuanto salí del aeropuerto.

–¡Mamá!

–¡Hola, cariño! ¿Cómo estás? ¿Has comido? ¿Qué hora es allí?

Me reí al escuchar su voz preocupada, tal vez lo estaba demasiado.

–Sí, mamá estoy perfectamente. Aquí son las –miré el reloj de pulsera plateado que llevaba para asegurarme–. Casi las cinco. Oye mamá te tengo que dejar, voy a coger un taxi y en cuando tengamos una horario razonable te llamo para hacer una video llamada con todos, ¿vale?

La aventura universitaria de BleuWhere stories live. Discover now