Capítulo cinco: William West

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Llamé a la puerta con la mano sudorosa y algo temblorosa. Mis nervios aumentaron durante los segundos que estuve esperando a que William abriera la puerta. Cuando por fin lo hizo, apareció primero su cabeza asomándose por una rendija y al verme cambió su cara totalmente dejando ver sorpresa con un toque de felicidad.

–Con que te has decidido hablar esta noche, ¿eh?

–Así es.

Entré sin esperar su permiso echando un vistazo por su grandiosa habitación que sin punto de comparación con la que tenían los alumnos que residían allí. Me senté en el filo de la cama para esperar a que viniese. Me crucé de piernas y tamborileé mis dedos en el la blanca colcha de la cama. Cuando se sentó a mi lado giré todo mi cuerpo para ver su cara de frente.

–¿Así que eres de España?

–No, soy de aquí pero he vivido durante doce años allí. Me fui con seis años y volví para estudiar la carrera– asentí con la cabeza mirando cómo se sentaba a mi lado–. La verdad es que echo de menos aquello. Es totalmente diferente a América –su voz era nostálgica y mostraba gran admiración por el país que le vio crecer durante su adolescencia–. ¿Y tú? ¿Por qué decidiste venir aquí para estudiar? Está demasiado lejos.

–Bueno, siempre he querido ir a estudiar fuera de mi ciudad y mis padres se lo pueden permitir. Pero quería dejar todo atrás, estaba harta de la gente de allí, de mis amigos, de mis compañeros y de mi exnovio. Así que si quedaba una mínima parte de mi interior que no quería irse, murió justo cuanto exploté y mandé todo a la mierda.

–¿Explotaste? –Alzó una ceja frunciendo el ceño. Asentí para confirmar su pregunta–. ¿Se puede saber por qué?

–Corres mucho tú para saberlo todo, ¿no crees?–me reí mostrando mi perfecta dentadura–. No tiene importancia.

–Si explotaste, la tiene.

–Pero no que te importe a ti, señorito William­– le dediqué una gran sonrisa–. ¿Y tú tienes novia?– zanjé el tema lo antes posible y quise ir al grano para abrirme paso. En verdad, la respuesta daba lo mismo, intentaría acabar con él tal y como me había propuesto nada más verlo por el pasillo.

–Llámame Will, así es como lo hacen mis amigos y no creo que te importe.

Me guiñó un ojo mientras sonreía enseñando sus dientes brillantes perfectamente alineados. Los ojos se le achinaron y aparecieron un par de hoyuelos cerca de la comisura de sus labios.

Cada minuto que pasaba más me llamaba la atención su carisma y su belleza. Quería que la distancia entre nosotros dos fuera cada vez menor. Tocar su rostro, sus brazos y su abdomen. Tal vez no haya abandonado del todo a la Bleu del pasado que se quedó en Francia, aun sentía esa atracción por los tíos a la primera de cambio, pero era ansiedad como una necesidad fisiológica.

–Una pregunta... a todo esto ¿se le está permitido a los alumnos mantener relación de cualquier tipo con el personal de la residencia?

–No. Pero conocer a nuevos residentes no es nada malo. ¿Por qué lo dices?

–Porqué me gusta romper las reglas.

Le dediqué una sonrisa con un toque pícaro quitándome la fina chaqueta que cubría mis brazos desnudos. Llevaba un simple top gris de manga corta que dejaba ver mi piel por encima del ombligo. Me acerqué más a él sigilosamente echándome hacia atrás un mechón de pelo.

–¿Siempre te ha interesado la vida de los profesores?

–¿Y a ti siempre te ha interesado la vida de los alumnos?– levanté la ceja derecha poniendo una mueca.

La aventura universitaria de BleuWo Geschichten leben. Entdecke jetzt