Capítulo 21.

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En la mañana lo primero que pienso es en Calum... Su pelo, sus ojos, su nariz, sus labios... Todo en él es perfecto.

Sonrío antes de abrir los ojos. Hoy le pediré a Calum una cita. Sí, hoy tendremos una cita real, en donde ambos sabemos que nos queremos y nos necesitamos y... Ay, que lindo es todo.

Me levanto, voy al baño, me ducho y luego me visto. Estoy listo para pedirle a Cal la cita. Sí, ya sé que debe ser temprano, pero ¿por qué perder tiempo?

Bajo a la cocina y me encuentro con mis padres.

—Hola —saludo con la misma sonrisa que tenía desde que desperté.

—Hola. —Sonríen igual mis padres.

—¿Por qué tan contento, Lukey? —pregunta mi madre.

—Es que, hoy es un lindo día, ¿no creen? —digo sentándome en la mesa, junto a mi padre.

—Uhm... a mí me parece un domingo común y corriente —cuestiona extrañado papá—. ¿Por qué dices que es un lindo día?

—Bueno... —Mi sonrisa de amplía.

—Quizás es porque Calum se confesó y le pidió que estuvieran juntos. —Ríe la mayor y su esposo la acompaña.

Yo intento reír, pero me sale muy falsa la risa. Para mi suerte, mis padres no se dan cuenta.

—Sí, muy buena mamá —digo—. Pero no, en realidad es sólo porque Calum y yo volvimos a ser amigos.

—Genial, me parece fantástico —menciona contenta ella.

Luego de eso llega Ben y por último Jack. Tomamos desayuno y luego ayudo a mamá a lavar lo que ensuciamos, para después subir a mi pieza y sacar algunas cosas, como: mi celular, billetera y llaves.

—Nos vemos —me despido de mi familia y salgo antes de que me pregunten a dónde voy.

Camino directamente hacia la casa del moreno. Al llegar, toco el timbre. Espero alrededor de dos minutos y vuelvo a tocar. Siento algo chocar contra la puerta y me alejo un poco de ésta.

Abren la puerta. Pero no es quien yo creo que lo haría.

Michael está parado sólo con bóxer y calcetines frente a mí. Siento mis ojos picar.

—Hola, Luke. —Sonríe—. ¿Qué haces aquí?

—Eso mismo me pregunto yo —murmuro.

Frunce el ceño al verme caminar lejos de su casa.

—¡Espera, Luke! —me detengo, pero no me vuelvo a mirarlo—. ¿Vienes por Calum?

Me doy vuelta.

—Para eso era, pero ¿para qué? Sigue contigo, me mintió de nuevo —menciono con pena y un poco de enojo.

—No, no lo hizo, no estamos juntos... —se apresura a decir—. Ven, pasa.

Se corre hacia un lado, dejando un espacio para que pase. Camino hacia la casa y entro.

—Espero que ahora podamos llevarnos bien —dice sin mirarme a medio camino.

—Claro. —Lo miro sonriendo—, si prometes no volver por él.

—No te preocupes, tengo a mi propio novio.

Llegamos a la pieza de Calum y ahí está él, tirado boca abajo en la cama.

—Es todo tuyo —y agrega—, pero sin sexo, ¿me oíste?

—Eres un idiota.

Y se va, dejándome a solas con el bello durmiente. Veo la hora en mi celular: 11:28 am. ¿Aún durmiendo? Es un flojo.

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