Prólogo

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La guerra no había acabado. No de la forma que todos deseaban.

La madre de Ocean había planeado una celebración para después de esa noche. La recordaba aún en la mesa del comedor, iluminada tan solo por una vela raída y vieja. Jody y Brett estaban allí también, observando a la mujer con ojos enormes y sonrisas esperanzadas en los labios. Todo lo que salía de su madre era tomado como verdadero para aquellos niños, sin importar lo que sea. Memorizaba a Mark volviendo de repente la cabeza hacia ella; sus ojos marrones resplandecían a la luz amarilla de la cerilla. Entendió entonces su expresión, comprendió el significado de sus facciones forzadas. Ellos dos eran demasiado grandes para creer así de veloz en las palabras de fantasía de su madre, pero querían hacerlo con todas las fuerzas. Y lo hicieron, creyeron en ellas tanto que empezaron a estar seguros del inminente resultado. Incluso se pusieron a organizar la fiesta venidera con aquella ilusionada mujer. La excitación era casi palpable. Harry Potter era el sostén, su única y más grande esperanza. Ya había derrotado al Innombrable una vez, ¿qué podía salir mal aquel 2 de mayo? Nada, absolutamente nada.

Todos fueron llamados a participar: su madre y hermano, compañeros, amigos. Todos presenciaron los segundos desesperantes, terriblemente dolorosos; todos lucharon fieramente para sobrevivirlos. Y casi lo lograron. La victoria era evidente, se sentía viajar entre las venas y la sangre roja se volvía violenta, feliz. Cada Gryffindor, cada Hufflepuff, cada Ravenclaw e incluso Slytherin estaban volviéndose uno. No importaba el ayer, estaban a unos segundos de ese brillante e interminable mañana. Se volvieron una larga y perpetua cadena de cuerpos unidos defendiendo lo que era suyo, lo que les pertenecía. Extraños se daban palmadas en los hombros al derrotar un enmascarado, los adultos luchaban lado a lado con los adolescentes furiosos, los Gryffindor lloraban de agradecimiento frente a un Slytherin que los ayudaba a proteger su pellejo. Porque no importaba quién se haya quedado desde un principio, no importaba la enemistad evidente entre el león y la serpiente; cuando la hora agónica llegó, todos velaron por todos. Rojos con los verdes, amarillos con los azules; todos se mezclaron en un color vivo, indomable. Era su hogar siendo destruido, su inocencia siendo arrebatada. Debían dejar todo atrás, debían clamar a gritos por sus compañeros de lucha.

Acudieron al gran salón, poco les faltaba para encaminarse de la mano. Llevaban sangre encima, era indudable. Todas las caras estaban pintarrajeadas de cansancio y brutalidad. Nadie les iba a quitar lo suyo, nadie les iba a privar la libertad que ofrecía aquel mundo mejor que estaba viniendo; estaba a la vuelta de una esquina, casi lo podían ver con sus ojos inundados en anhelo. El Innombrable iba a caer, de eso estaban seguros.

Ocean no llevaba su sonrisa habitual en los labios, estaba demasiado agotada para ello, pero su madre la miraba fijo desde el otro lado del salón y le sonreía enormemente. No habían vencido aún, pero estaban a punto. Volverían a casa, ella prepararía mucho café y se sentarían los cuatro a mirar el amanecer con las vocecitas de sus hermanos pequeños cantando al son de la música otorgada por los pájaros mañaneros. Ocean miraría a Mark de la misma forma que le gustaba mirarlo cuando estaba en paz. Él le acariciaría los cabellos ocultos en tierra y la llamaría bestia horrenda, al igual que todos los días, como siempre hacía desde que eran pequeños. Su madre estaría tomando de la taza, dejando que el sol le cegara la vista y parloteando de cualquier cosa menos de aquella sangrienta noche. Quizá sacaría el tema del césped demasiado largo o de sus manos muy descuidadas, o quizá le echaría en cara a su hija otra vez el tamaño de sus orejas desiguales o la nariz larga de Mark. Tardarían un tiempo en acostumbrarse al peso que deja el asesinato en los hombros, a la pérdida de sus candores, pero lograrían hacerlo, sí que lo harían. La oscuridad al fin los dejaría tranquilos.

Tomó la mano de un muchacho a su lado. No tenía idea de nada sobre él, ni su nombre ni quién era, pero sabía que a partir de ese momento sería su hermano. Aquella batalla estaba formada por una gran e inseparable familia, por los miembros fieles de Hogwarts. Grandes, adultos y muchachos, las manos se unían con fuerza a la distancia. Le devolvió la sonrisa a su madre, mostrándose tan real como pudo, mientras el muchacho apretaba su palma con estima. La sangre de sus dedos se acopló con la suya. Sangre propia y sangre del prójimo. Todos allí hicieron hasta lo impensable para sobrevivir. Pero algo no marchó como debía, algo les quitó la ilusión, la sonrisa y el naciente sol del horizonte. Estaban a minutos de lanzar sus puños al aire, ¿cómo podía ocurrir aquello? No era posible.

La mano del chico la soltó de golpe, la sonrisa de su madre se paralizó. Los ojos rompieron en llanto, las gargantas en sollozos. Sus manos teñidas de carmesí temblaron irrefrenablemente, su pecho subía y bajaba de manera lenta, buscando la fuente que la hacía vivir, que la hacía respirar.

Un cuerpo cayó en el Gran Salón, bajo el radiante sol que entraba con sus rayos por las ventanas rotas. La luz iluminó su rostro, sus facciones, y ella se quedó muy quieta. Pensó en la celebración que su madre había organizado, invitando a todo el vecindario, tanto a los que sabían las razones como a los que no. Era un día para magos y muggles por igual. Pensó en ellos y las lágrimas trazaron caminos sobre sus mejillas sucias. Teníamos que ser libres, cavilaba ella, se suponía que aquel debía ser el fin de los tormentos.

Cuando el suelo dejó de retumbar debido alcuerpo fallecido, todo pareció haber caído en una realidad abrumadora. Aquelcuerpo muerto, aquellas complexiones no eran las pálidas y amenazantes delInnombrable; quien cayó aquel lejano 2 de mayo de 1998 fue Harry Potter.     

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FECHA EN QUE SE COMENZARÁ A PUBLICAR: 16/07/2016

¡Espero les haya gustado! Díganme qué les parece este prólogo, y si no entienden algo pregunten sin miedo. Buenas tardes :) 
 



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