9: Lo que los rincones esconden

27 1 0
                                    

El sol entraba radiante en la habitación. Era hora del almuerzo y los miembros de la casa ya se encontraban alrededor de la mesa, quizá excepto Selina, que no comía con los demás desde que la estadía de Malfoy parecía ser permanente.

Las niñas compartían su comida en la soledad del ambiente. Estaban en el cuarto que Davina ocupaba con su madre y un par de personas más. Ninguna parecía con intención de decir nada; Jody removía los pedazos de carne en su plato con aspecto ausente y su amiga tenía la mirada fija en la ventana que había en una de las paredes. Esta última tenía una arruga entre las cejas, pequeñita y casi invisible, pero notable. Estaba preocupada por alguna razón, aunque difería de todos los motivos que robaban los sueños de los mayores. Jody no notaba esa expresión, estaba demasiado distraía en sus pensamientos, pero si lo hubiera hecho habría descubierto el porqué casi al instante.

Davina, cansada del silencio, decidió por fin poner en palabras lo que la turbaba.

— ¿Y si Lewis quiere besarme? —cuestionó en un momento, soltando el suspiro trémulo que había sentido estancado en la garganta desde aquella mañana.

Jody sacó la vista del filete intacto y la guio hasta su amiga, confundida. En un primer momento no sabía de lo que hablaba, incluso había olvidado dónde y con quién se encontraba. Cuando los puntos de las acciones que llevaron a cabo algunos minutos atrás se hilaron nuevamente en su cabeza, no suavizó el ceño pero lo cambió por uno contrariado y ligeramente enojado.

— ¿Dejarás que lo haga?

Su amiga rodó los ojos, dedicándole una mirada incrédula por la necesidad de articular la pregunta.

—Por supuesto que sí, tonta —replicó. Tomó el plato escasamente picoteado del regazo y lo colocó sobre la mesa de luz que su madre le había dejado solo para ella. Acto seguido, notando que Jody tampoco parecía con mucha hambre, repitió los hechos con la vasija de ella. Se levantó ligeramente de la cama para tomar el lugar frente a la niña —. Pero... Bueno, tú sabes que nunca lo he hecho con nadie. ¿Y si no logro seguirle el ritmo y se enfada?

Jody, reparando que no tenía la suficiente fuerza para contener su enojo, resolvió simplemente dejarlo florecer. Su ceño se frunció mucho más y cuando habló leves gruñidos se advertían en sus palabras.

—Si realmente tienes miedo de que él te rechace por algo tan estúpido como tu inocencia, pues no merece que ni siquiera lo intentes.

Davina inclinó la cabeza a un costado, confundida por el tono de su compañera. Jody siempre se había caracterizado por la alegría que llevaba a todos lados, no conocía ese aspecto de la niña.

— ¿Sucede algo? —interrogó, olvidando sus dramas de niña y poniendo una expresión más seria. Colocó lentamente las manos encima de las de Jody, que estaban frías y temblorosas —. Estás helada, Jo, y más hormonal de lo común.

Aquello último lo había dicho como broma, para que ella sonriera. Y funcionó, aunque por una razón distinta al chiste. La idea de que Davina haya olvidado todo lo referente a Lewis por la posibilidad de que ella necesitara de consuelo hizo a Jody sonreír con regocijo; sin embargo, seguía sin entender ni una pizca de esas nuevas emociones.

—No, nada, lo siento —contestó, y con temor de que Davina removiera su tacto, sacó una de sus manos del agarre y la colocó encima de las demás. Los dedos de su amiga estaban cálidos y le provocaron una sensación extraña que le dio ganas de largarse a llorar de frustración porque no la comprendía —. La otra vez me descargué con Ann, creo que fue porque ella comió mi ración de pastel. No recuerdo bien, ese día solo tenía ganas de gritarle a alguien —encogió sus hombros, mitad riendo mitad con indiferencia. Ni ella misma se reconocía a veces —. Ella dice que es por la pubertad.

Hidden Where stories live. Discover now