La hija de Ciel Phantomhive

Capitulo 2

Narra Ciel

Ya faltaba tan solo un día para que Elizabeth pudiera dar a luz a nuestro hijo, miraba unos papeles importantes de mi empresa de dulces, observe una foto de mi familia con Elizabeth, era tan hermoso ver mi pasado pero mi temor como padre esta a flote.

Sebastian ya no me ha mandado ninguna sola carta y me sentía algo solo, salgo de mi oficina para pasear un poco por el jardín, tan tranquilo y extraño, mi esposa solo tocaba un poco de piano por las tardes y las mañanas porque calma al bebe.

Finnian estaba arreglando las flores favoritas de Elizabeth, los tulipanes pero prefiero las rosas, tienen un misterio enorme y unas largas espinas que las protegen de lo malo, me senté para leer un poco el periódico, me sorprendo de una noticia internacional.

"JAPÓN AMENAZADO POR UN MONSTRUO"

"HOMBRE MILLONARIO ES ENCONTRADO SIN VIDA"

La foto que tenia la noticia era de un hombre al lado del cadáver, era un mayordomo alto y con un traje completamente negro, no puede ser era Sebastian, todavia faltaba meses para el año y volveria a mi lado donde debe de estar.

Maylene: Disculpe amo pero algo le esta ocurriendo a su esposa.

Me levanto asustado y alarmado de la silla y me dirijo corriendo a la mansion, se escuchaban los gritos agonizantes de mi esposa, en la sala la veo retorciéndose de dolor  y su vestido estaba manchado de sangre.

Ciel: ¡Tanka, Maylene, Finnian, Baldroy! ¡¡¡Ayuda!!!

Todos corrieron y trataron de levantar a mi esposa, la llevan con cuidado y yo trate de llamar a un doctor,pero luego escucho la puerta, Maylene se dirige enseguida a abrir la puerta, cuando escuche que alguien se caía.

NARRA SEBASTIAN

Por fin habia regresado a Londres, despues de mi ultimo y pequeño contrato, con un alma deliciosa pero satisfactoria, ya casi estaba a punto de llegar a tomar un carruaje pero un señor lo tomo antes.

Dr: Lo siento, debo ir a la mansion Phantomhive es urgente.

Sebastian: Lo llevare yo, porque soy el mayordomo de la Familia, vamos rapido no tenemos tiempo que perder.

Ambos subimos al carruaje y avanzamos a toda prisa por las bastas calles de Londres, hasta ya ir por los caminos mas rapidos a la mansion, los caballos eran fuertes y son veloces, cuando vi la casa de Ciel me impresione que todo estuviera casi como antes.

Fui a las escaleras y toque la puerta como loco, la abrio Maylene algo añada en sangre en las manos y se sorpendio de verme.

Maylene: Sebastian-san....

De repente se desmaya de asombro, la cargo y el doctor preparaba su maleta con todas sus herramientas, luego al entrar a la casa bajando de las escaleras habia un joven como de 30 creo y de pelo negro azulado con un parche todavia.

Sebastian: Ciel Phantomhive, Amo........

Ciel: Sebastian.... Doctor por aqui arriba mi sirvienta lo va a dirigir.

Maylene estaba ya despierta y se lleva al doctor a alguna habitación, y solo me quede con el Amo, estaba mas grande su ojo azul me miraba determinadamente, como si fuera casi un desconocido.

Ciel: Ha pasado tiempo desde que nos vimos Sebastian.

Sebastian: Pues estaba en japón resolviendo algunas cosas que tienen que ver con su esposa amo.

Ciel: Bueno sea lo que sea espero que no tenga nada que ver con desgracias, por cierto en estos seré padre.

Sebastian: Muchas felicidades amo, pues ahora hay que esperar un poco hasta que nazca su bebe, mientras prepraro el te.

Ambos estábamos en la cocina aunque era raro para mi que el joven amo este en una cocina, prepraro con delicadeza el te verde, el estaba demasiado nervioso, no dejaba de mover los dedos con la cuchara.

Escuchamos que alguien venia y era Tanaka, estaba un poco sudando pero ns mira sonriendo.

Tanaka: Bienvenido Sebastian Michaelis, amo, ya Elizabeth dio a luz.

Ciel: ¿Que es?

Tanaka: Una niña, ya puede verla.

Corrió  tan veloz Ciel y sonrei, que bueno que tiene a una hija, merece ser feliz, trate de seguirlo y veo un bello cuarto para bebes, cuando veo a Ciel con su bebe en brazos la observe, era la criatura mas hermosa que he visto, si que ciertos humanos tienen belleza.

Cabello negro, piel blanca como la de su padre, mejillas sonrosadas de su madre, era perfecta.