Capítulo 1

1K 37 43
                                    

El sonido de sus zuecos de madera atados por correas de fibra vegetales, o zōri, chocando contra el suelo en cada paso que daba era lo único que todavía podía mantener a Tomoe despierta esa noche de 1864. Después de todo, había pasado semanas enteras sin poder dormir más de una hora por las noches desde que había comenzado su viaje. Podía sentir las gotas de sudor corriendo, algunas bajando por su cuello y otras por su nuca, desapareciendo detrás de su kimono color café mate que, con las telas llegando hasta el suelo y las mangas amplias, era sostenido a la cintura con varias cintas del pantalón suelto negro, o hakama, el cual ocultaba sus calcetines blancos. A diferencia de otras ocasiones, se había visto obligada a levantar su cabello largo en una rosca bajo su kasa ya que éste, un sombrero en forma de hongo tejido con paja de arroz, escondía su melena lisa a la perfección, haciéndole más fácil su tarea de pasar desapercibida para poder entrar a ese pequeño pueblo al sudoeste de Kioto. Tratando de evitar ser detectada por algún extrañoen esa noche nublada, se movía con cuidado mientras se aferraba con fuerza a su katana, o sable, que colgaba en su costado izquierdo en sus cintas. Además un arco colgaba atravesando su pecho, sintiendo varias flechas resonando en su aljaba de madera que se mantenía oculta debajo de la tela fina de su nagajuban, el cual trataba de una bata delicada y blanca que se usaba debajo del kimono. No puedo dejar que nadie me encuentre, recordó para sus adentros, encaminándose a un callejón oscuro para comenzar a adentrarse a la ciudad. Si alguien la atrapaba armada, probablemente la considerarían una persona peligrosa y terminarían por asesinarla, o peor, llevarla a las autoridades imperiales.

Con sus armas y una única bolsa improvisada de trapo a cuestas, el camino desde su pueblo, Ishida, se había prolongado más de lo esperado, lo que la había llevado a quedarse sin comida por los últimos días. Y por ello, Tomoe podía apostar que su cuerpo no le respondería por mucho más tiempo si no encontraba un lugar donde descansar y tener algo de comer. Comenzaría su búsqueda en la mañana, ese era su plan una vez que un espacio para recostarse. 

Sin embargo, cuando finalmente pudo llegar a un espacio perfecto bajo techo donde resguardarse, el sonido de varios pasos la obligó a pegarse en contra de la pared de madera de una de las viviendas más cercanas. Llevó una mano al mago de su katana por instinto y lo apretó con sus dedos con fuerza, preparada para desenfundarla si se veía obligada. Por el ruido de los pasos, supo que se trataba de un grupo pequeño. La muchacha escuchó una voz no muy lejos, acercándose en su dirección cada vez más.

- Los rōnin del Clan Mori siguen viniendo por aquí para armar disturbios. – Estaban refiriéndose a los samuráis que no tenía un amo, que se los llamaba con el nombre de "rōnin". – Después de la muerte de Serizawa-san, parece que las cosas se han salido un poco de control.

- Nunca hemos tenido las cosas bajo control.

- Supongo que tienes razón, sólo trato de ser positivo en el asunto.

- Shitte iru, Sano-san. Lo sé.

Por los tintineos del metal de sus katanas, Tomoe pudo suponer que se tratarían de samuráis de la zona. Si no eran del Clan Mori, entonces ¿podrían ser ellos? Se preguntó para sus adentros.

Esperó unos minutos hasta que creyó que podría salvarse al escuchar que los pasos se alejaban de su escondite poco a poco y, cuando ya el sonido desapareció por completo, los latidos de su corazón volvieron a la normalidad. Con lentitud, dejó caer su mano a un costado y relajó su postura. Quiso inclinarse para asegurarse que estaba a salvo, pero se distrajo por el roce de su tsukaito, un paño que se envolvía al mango de su sable, el cual era cubierto en la empuñadura por una piel de raya. Mirando fijamente a la tela vieja, desató la correa que sujetaba la katana a las cintas, sacándola de la funda de madera donde estaba guardada, o saya

Mujer SamuráiWhere stories live. Discover now