Capítulo 14

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De repente, antes de darse cuenta, Tomoe se encontró a sí misma guardando cada momento que pasaba en aquel cuartel en un lugar preciado dentro de su corazón, a diferencia de los siete años en los que había asistido a su dōjō, antes de la muerte de su madre. Sus maestros y compañeros eran personas que nunca podría remplazar y que apreciaría por el resto de su vida, pero el Shinsengumi la hacía sentir parte de una hermosa familia. Incluso a pesar de las rutinas diarias, agregando las clases y visitas de Masa y Kotsune.

No tardó mucho en descubrir que, con pasados completamente diferentes, Masa, Kotsune y ella tenían muchas cosas en común. Masa, con su apariencia infantil, escondía una mujer con una responsabilidad que, en la mayor parte del tiempo, era seria y exigente consigo misma, capaz de volverse una fiera cuando fuese necesario defender aquello en lo que creía. Haberse parado frente a un hombre armado después de que despreciaran a Sanosuke era un claro ejemplo de ello. Además, estaba el hecho de que tampoco le era fácil sentir vergüenza o arrepentimientos por las palabras que decía. Por el otro lado, Kotsune mantenía su típico aire educado y agradable con esos modos tan femeninos que ella envidiaba en varias ocasiones, especialmente al saber que su simple presencia hacía que varios de los miembros del Shinsengumi se sintieran nerviosos e incluso se sonrojaran. Le recordaba al poder que su madre solía tener con sólo caminar en la calle y que Tomoe tuvo por esa sola noche como su primer día de geisha. Si hubiese podido, habría elegido ser una combinación de ambas mujeres, tanto en Masa por su adorable exterior y firme interior como los modales delicados y paciencia de Kotsune. Pero es imposible, admitió para sus adentros. Se conocía lo suficiente para saber que alguien como ella no podría nunca tener esa clase de atributos y cualidades. No obstante, el ánimo que sus amigos capitanes le daban, junto con sus demás compañeros, terminaban por incitarla a dar su mejor esfuerzo en lo que sí sabía que era buena.

También, podía contar a Heisuke como una de las personas en la que más depositaba su confianza. Cada día que Tomoe se levantaba más tarde de lo usual, o se distraía con algo en su habitación que la detenía de ir a desayunar a tiempo, el joven capitán llamaba a la puerta tantas veces como fuese necesario hasta que ella respondiese. Asimismo, no existía día en que no se encontraran antes y después de las patrullas para hablar sobre lo que había pasado en su día, y a veces contándose historias del pasado de cada uno. Por lo que su amigo le había contado, Heisuke no estaba seguro de quién era su padre, por lo que se consideraba un hijo ilegítimo. Sin embargo, parecía sospechar sobre que su progenitor podría ser Takayuki Tōdō, de la provincia de Ise.

Y por primera vez en mucho tiempo, Tomoe se permitió contarle parte de su historia cuando vivía en casa de geishas y maikos, y también de algunas experiencias sobre sus años practicando kenjutsu y kyūdō. Pero decidió guardarse la historia de la muerte de su madre porque tenía la impresión de que no podría soportar mucho tiempo hablando del tema sin romper en llanto. Y Heisuke tampoco la forzó a contárselo. Le resultaba evidente que, al igual que él, la muchacha había nacido sin un padre.

Aparte, Shinpachi y Sanosuke también ganaron un lugar especial en su corazón, no porque ella se encargara de la enseñanza de sus mujeres si no porque, al igual que el joven capitán, ambos hombres deseaban pasar sus días a su lado. Le era fácil suponerlo al verlos acercarse en cada oportunidad que tuviesen y al invitarla a todas las comidas. Pero todavía no se sentía lo suficientemente cercana para preguntarles acerca de sus historias antes de Shinsengumi.

Con los demás, Tomoe había conseguido también forjar distintos tipos de relaciones. Hajime, como su capitán y jefe de la división, no parecía ser muy abierto a las personas desconocidas, aunque sabía sentir en algunas ocasiones cuánto la respetaba a ella como mujer y como samurái, y eso la hacía feliz ya que se trataba de alguien que admiraba enormemente por sus habilidades y su amabilidad escondida detrás de una frialdad muy parecida a la del vice-comandante. Con Sōji se había vuelto dificultoso el encontrarlo por los alrededores del cuartel debido a que su cuerpo parecía estarse debilitando poco a poco, por lo que Isami lo obligaba a quedarse en cama para descansar. Y, todavía sin poder creerlo, ella incluso había logrado establecer una relación amistosa con el comandante KondōIsami y Genzaburō, quien demostró ser un hombre de valores y gran corazón que la joven no tardó mucho en admirar. Ambos hombres pasaban mucho tiempo juntos y, cuando la encontraban por los pasillos, la hacían formar parte de sus conversaciones y la incluían como una más, incluso al hablar de política.

Mujer SamuráiWhere stories live. Discover now