Capítulo 2

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- Despierta.

Sorprendida por la sensación de haber dormido por largas e incontables horas, Tomoe abrió los ojos de par en par al mismo tiempo que una mano gentil la sacudía por el hombro después de hablarle en un susurro que pareció más una petición que una orden. ¿Cuánto tiempo llevaba sin dormir de esa manera? A su izquierda, arrodillado a su lado, estaba un hombre de complexión blanca, cara redonda, cabello lacio hasta los omóplatos en medio la cabeza rasurada, atado en una coleta, y una mirada sensible y cordial.

- Ohayō - la saludó el desconocido con una sonrisa mientras que, con una seña, le pedía que le diera la espalda para desatar la soga de sus muñecas.

Una vez sus manos estuvieron sueltas, la muchacha se acomodó sobre el futon para quedar cara a cara, sintiendo una puntada de dolor en su espalda por la incómoda posición en que había dormido.

- Ohayō gozaimasu - respondió, inclinando la cabeza unos centímetros.

- Es un placer conocerte, mi nombre es Yamanami Keisuke.

- Yamanami-san.

Él negó con la cabeza para luego decir:

- Puedes llamarme Sannan-san.

- Hai.

Tomoe volvió a elevar la mirada en espera de lo que podría ser su sentencia de muerte y mantuvo una expresión indiferente, pero la amabilidad con la que ese hombre la observaba le sorprendió y la hizo sentir sorpresivamente cómoda.

- Traje algo para que puedas desayunar - le informó Keisuke, apuntándole algunos platillos sobre la mesa de madera que emanaban un aroma delicioso que le provocó un rugido en el estómago.

- No tengo hambre - mintió.

- Tranquilo, no hemos discutido nada aún con respecto a tu situación. Creemos que lo mejor que podemos hacer es hablar contigo antes de tomar alguna decisión sin conocer toda la historia. Podrás contarnos quién eres y qué haces aquí después de que tengas algo de comer.

- Es muy amable, Sannan-san - no pudo evitar admitir, llevándose una mano al rostro para rascar sus ojos adormilados -. Pero preferiría saber lo que pasará conmigo primero.

Keisuke se puso de pie soltando un suspiro y tomó la mesa entre sus manos para acercarla a ella, dejándola justo frente a sus ojos.

- Me disculpo por todo esto, pero somos demasiado estrictos con los extraños - continuó, fingiendo no haberla escuchado -. Desayuna aquí y, una vez que termines, nos encontrarás en la habitación al final de este pasillo, llegando al jardín. Estoy seguro de que quieres tomar un baño así que puedes ir una vez que termines, se encuentra a dos puertas a la izquierda. Ya preparamos un poco de agua caliente para ti. Estaremos esperándote.

- Todo esto no era necesario.

- Tabun - admitió el hombre encogiéndose de hombros -. Tal vez, pero has causado una buena impresión a pesar de poder ser nuestro enemigo. Nos encargamos de las personas que merecen nuestro respeto.

Sin poder protestar a esas palabras, Tomoe simplemente llevó a cabo otra inclinación a modo de agradecimiento.

- Mata ne - se despidió él, volviendo a esbozar una sonrisa.

Una vez que se encontró sola de nuevo en la habitación, por la cual entraban algunos rayos de sol de las rendijas de la puerta, se sentó estilo indio frente a la mesa y sintió cómo se le hacía agua a la boca al encontrarse con tanta comida en frente. Una humeante sopa de miso, arroz tan blanco como la nieve, pescado cocido, unas pocas porciones de tamagoyaki, o tortilla de huevo, y un encurtido de rábano y jengibre, acompañado por una taza caliente de té verde. Juntó sus palmas en forma de rezo para agradecer mentalmente por la comida y comenzó a engullirlo todo. Aquella infusión tibia fue lo primero que tomó en sus manos, dándole algunos sorbos cortos que bajaron por su garganta, provocándole una sensación de bienestar en el estómago. No era uno de los mejores tés que había probado, pero tenía un toque que lo hacía único, el cual le recordaba a los pobres intentos de cocina del hombre que consideraba lo más parecido a un padre, Iruma Kai. Él era el maestro del dōjō donde había aprendido el bello arte de la katana y el arco desde niña.

Mujer SamuráiWhere stories live. Discover now