Capítulo 4

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- ¡Comiencen!

Una vez que chocaron las hojas de sus katanas, ambos jóvenes se alejaron unos metros de distancia al mismo tiempo que estudiaban la posición del otro, llevando sus pies izquierdos un paso hacia atrás y flexionando las rodillas. Fuerza, no me falles ahora, suplicó para sus adentros. Todo lo que he aprendido, todo lo que he hecho y por lo que he pasado. Todo se resume en este momento. ¿Quién hubiera pensado que aquello que deseaba hacer de su vida dependería de pelear contra uno de los hombres que más admiraba? Parece irreal... pensó, mientras ajustaba sus manos al mango. Tomoe inhaló una bocanada de aire y llenó sus pulmones para luego cerrar los ojos por unos segundos, escuchando murmullos de sorpresa de parte de sus espectadores. Al instante en que dejó escapar un largo suspiro, la muchacha fue capaz de concentrar su mente y comenzar a sentir su alrededor intensificarse, como el sonido de las ramas de sakura, la sensación del algodón de las mangas de su kimono, e incluso el delicioso aroma que emanaba el cabello espeso y negro de Toshizō, que debía de estar flameando alrededor de su hermoso rostro.

Estaba desobedeciendo las tantas lecciones que le había dado su maestro en el pasado ya que a él no le parecía conveniente que se privara de un sentido tan importante como la vista durante un combate. Sin embargo, ella podía verlo todo perfectamente detrás de sus parpados, dibujándolo en su mente. Como un ciervo, se dijo, recordando la manera en que esos animales podían advertir cualquier movimiento con sólo sentir el suelo bajo sus pezuñas. Al igual que el ciervo, Tomoe también quería poder sentir el ambiente con su cuerpo y distinguir el peligro usando esos escasos recursos. Podía ver a su maestro Iruma sorprenderse cuando le expresó ese deseo años atrás, sonriéndole de aquella manera paterna y diciéndole que todo era posible con práctica y voluntad. En esa situación tan apremiante, por primera vez, se sintió capaz de poder hacerlo y salir vencedora.

Gracias al confinamiento en su habitación de toda la noche anterior, el ruido de pasos caminando se había grabado en su memoria, pudiendo reconocer fácilmente el tipo de calzado que se usaba en ese lugar y también el aroma que profesaban esos hombres – que se había grabado en su cabeza al ser cargada por Hajime. Trataba de una combinación leve de sudor y lavanda. Con esos simples datos, pudo dibujar la imagen de Sōji en la oscuridad. Estaba corriendo en su dirección, pero ¿en cámara lenta? ¿Acaso se debía a que estaba un paso por delante de sus movimientos? Todavía con los ojos cerrados, supo por el sonido de corte en el aire que estaba llevando su katana justo encima de su cabeza, aunque haciendo un distinguible giro con su cadera hacia la derecha. Yokomenuchi. Conocía ese movimiento, lo llevaba grabado en su memoria como uno de los primeros que su maestro le había enseñado, por lo que pudo calcular el momento exacto en que podría llegar a golpearla en las costillas y, rápidamente, colocó su sable en su costado. Detuvo el golpe y llevó otra mano al lado sin filo de la katana, usando toda la fuerza de sus manos para no dejar avanzar aquella hoja filosa a pocos centímetros de su piel. Cuando estuvo segura de que no lograría moverla, abrió los ojos.

- Me percibiste – señaló Sōji con sorpresa, aunque con una sonrisa en los labios.

Tomoe le devolvió la sonrisa.

- ¿Sorprendido?

- Quizás.

Sōji dio un paso rápido hacia atrás para poder reacomodar su arma y la envistió una segunda vez, en esta ocasión apuntando a su pecho pero volviendo a ser evadido. Es increíblemente fuerte, pensó para sí misma, sintiendo cómo sus brazos temblaban del esfuerzo. No obstante, pudo sentir sus ojos centelleantes de entusiasmo a pesar de todo.

- ¿Pueden notar su mirada? – escuchó a Shinpachi hablar del otro lado – Parece divertirse.

- Su expresión no es la de alguien que tiene miedo – concordó Heisuke -. Él puede tener unas facciones delicadas, pero su decisión es evidente.

Mujer SamuráiWhere stories live. Discover now