Un cliché

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La forma en que Jeonghan y Seungcheol se conocieron fue totalmente cliché, como salida de película romántica.

Era fin de semana, sábado por la tarde. Jeonghan caminaba cargando las bolsas de las compras con una mano y trataba de sacar el dinero de su bolsillo con la otra para tomar el autobús, caminando a paso rápido simulando ir demasiado ocupado para no detenerse a hablar con nadie conocido (o medianamente conocido, como esa gente cuyo nombre no recuerdas, pero se detienen a saludarte de todos modos). Jeonghan tampoco miraba caras a su alrededor, solo caminaba con su destino en mente, pero cuando un peso ajeno lo empujó por la espalda haciéndole caer al suelo y una lengua húmeda se paseó por toda su cara respirando agitadamente tuvo que mirar al chico que, rojo hasta las orejas, se disculpaba una y otra y otra vez, pues de pronto Jeonghan se encontraba boca arriba en el suelo con un Golden Retriever de 30 kilos divirtiéndose sobre su pobre cuerpo, oliéndolo y llenándolo de baba.

- ¡Dios mío lo siento tanto! – se disculpaba una y otra vez intentando controlar al animal que, sin ninguna razón, había decidido que sería divertido empujar a un desconocido y llenarlo de baba y barro. Jeonghan logró enderezarse luego de que el chico lograra sujetar al peludo animal. Se disculpó otra vez – realmente lo siento tanto, no sé por qué hizo eso.

- Está bien -sonrió un poco mientras se enderezaba. No estaba para nada bien, ahora sus compras estaban regadas en el suelo, su cara tenía baba y su ropa huellas de patas de perro por todos lados – no fue tu culpa.

- Déjame ayudarte con eso – decía un poco histérico, pero Jeonghan sacudió ambas manos, negándose.

- Mejor no vuelvas a soltarlo – dijo terminando de recoger sus cosas e ignorando las risas de la gente que pasaba. Se sentía un poco (muy) avergonzado. El chico le ofreció un pañuelo y Jeonghan lo recibió para limpiar su rostro pegajoso.

Y así tuvo que escuchar disculpas por casi 10 minutos más antes de lograr convencer al chico del perro que todo estaba bien, que no debía pagarle y que no se había roto nada. Finalmente pudo tomar el autobús y llegar a su departamento, sucio y oliendo al perro de un desconocido.

La segunda vez que lo vio fue también casualidad. Jeonghan trabajaba como reponedor en un minimarket pequeño durante la semana. Mientras ordenaba la leche alguien le tocó el hombro, haciéndole mirar sobre este. Era un chico de pelo castaño y ojos grandes que le sonreía con los labios juntos, un poco avergonzado. Jeonghan tardó unos segundos en recordar quién era.

- ¡Oh, el chico del perro! – dijo apuntándolo. Él asintió nervioso y estiró su mano con algo en ella, haciendo que Jeonghan estirara la suya por reflejo, recibiendo lo que le estaba ofreciendo. Eran dulces.

- De verdad lo siento por lo del otro día, el perro no era mío, solo lo paseaba y no sé por qué hizo eso – comenzó a hablar encogiéndose de hombros. Jeonghan miró los dulces en su mano y volvió a mirarlo alzando una ceja – Oh, son como disculpa, te vi al entrar y pensé que... - agregó y Jeonghan rio.

- Oye ya te dije que estaba bien, no me mató ni nada -agitó su mano despreocupadamente para que se relajada y guardó los dulces en su bolsillo – no me gustan mucho los dulces, pero gracias – sonrió (ahora honestamente) y el chico de pelo castaño se mostró al fin más relajado.

El chico parecía tener ganas de conversar, preguntando cosas al azar sin borrar la sonrisa de su rostro. Intercambiaron un par de palabras más antes de que el chico del perro decidiera que era mejor irse para no molestarlo en el trabajo. Jeonghan se despidió de él con la mano mientras lo veía salir tras agitar su mano por última vez.

Quizás es hora de olvidar [JiHanCheol]Where stories live. Discover now