Sigue mi ritmo

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Después de todo lo que pasó ese día ¿saben lo que hice?...¡¡Me compré ropa!! No mentira, pedí una licencia para portar armas.

Hice todo lo que me pedían para obtener la licencia, documentos de identidad, antecedentes penales, exámenes médicos, etcétera. Incluso tomé clases de puntería, porque la mía es asquerosa, en todo sentido. Unas semanas fue el curso que tuve que pagar, pero valen la pena si realmente quiero un arma a lo legal. Cuando terminó ya tenía una puntería casi casi perfecta, a mí no me pidan más.

Un día, en el trabajo, ya lista para irme a casa, Gianfranco me propone a ir a su casa. Está al frente de la mía ¿por qué no?

Voy con una blusa blanca y un pantalón negro, zapatos blancos taco 6. ¿Peinado? Simple, me hice una trenza corona. Lo sé nadie me creerá que me la hice yo sola, pero vivir sola muchos años te obliga a aprender muchas cosas, además no iba a gastar en una peluquería.

Veo la casa y es realmente inmensa, paredes color crema ventanas grandes con bordes marrones, una puerta así como la de las iglesias, no le doy menos de 4 pisos. ¿Cómo esta mansión pasa tan desapercibida en este barrio?

Toco el timbre, gracias a Dios hay un timbre, mis nudillos ya te aman, ok en realidad no. Bueno toco el timbre y me abran de inmediato. No me dejaron tocar por segunda vez.

-Buenas tardes señorita, la estábamos esperando-me saluda cordialmente una empleada.

-Pero si llegué puntual-me quejé.

Ríe.

-Está bien, sólo es un decir, pase por favor.

-Gracias.

Veo el interior y es aún más impresionante que por fuera, paredes blancas, decorada con diversas pinturas tan reales que parecen fotos, dos larguísimas escaleras en cada lado, el pasillo con cercas negras sostenido por columnas y un lindísimo candelabro dorado de cristal. Toda una belleza.

-Hola, ya llegaste, qué bueno que estés aquí-me dice Gianfranco mientras baja de las escaleras.

-Sí...ya...ya vine-respondo nerviosa.

Ya estaba a un escalón de llegar al primer piso cuándo siento un olor sofocante...había usado perfume.

De pronto empiezo a toser como si estuviera por morir, no respiro, no siento que respiro.

Muchos pensarán que exagero pero la verdad desde muy niña he odiado los perfumes, huelen muy bien pero ese aroma que tienen siento que se absorben el oxígeno del ambiente y me dejan una sensación de asfixia.

Siento que estuviera en Marte con aroma, huele bien pero sin oxígeno.

-¿Qué te pasa?-me pregunta preocupado y se acerca a mí.

-Aguanta aguanta, no te me acerques-le di la mano en señal de que parara.

-¿Ahora que hice?-se queja

-Me sofocan los perfumes y tú haz usado en exceso.

-Ay, lo siento, no lo sabía, mejor me quito el saco.

Se quita el saco blanco que tenía dando a la luz su camisa negra y corbata blanca. Usaba además un pantalón azul marino y zapatos marrón oscuro, ah y un reloj plateado grande en la muñeca izquierda.

-Lucía, guarda mi saco por favor-le dijo dándole el saco.

-Sí señor-dijo Lucía haciendo una reverencia y tomando el saco se va.

Lucía usaba el típico uniforme de empleada. Era una chica muy joven, no le pongo más de veinte y estoy exagerando, es una chica de pelo negro, trigueña y de ojos marrón oscuro. Yo le ganaba en altura por media cabeza.

ERROR (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora