Capítulo 3

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La pintura salpicó mi sudadera desgastada, cuando me hice hacia atrás con el pincel

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La pintura salpicó mi sudadera desgastada, cuando me hice hacia atrás con el pincel. El color azulado hizo un contraste con el gris de la tela y lamenté haber manchado una de mis camisetas favoritas para pintar.

Pero ese pesar se desvaneció en cuanto vi el lienzo a medio terminar.

El humo de color azul envolvía y cubría la mayoría de un rostro, de rasgos delicados y suaves. Las cejas, pómulos y el puente de la nariz a penas se podían divisar.

Eran algo borroso.

Ya que toda la atención la tenía dos ojos brillantes, rebosantes de paz, calidez.

Y esa alma que seguía viendo, desbordarse de la mirada en cada sueño.

Sí, definitivamente valió la pena ensuciar mi sudadera.

Dejé el pincel en un recipiente con diluyente, para limpiarlo. Tomé otro más pequeño y me acerqué al lienzo, enfocándome en los ojos que aún no tenían color.

Viendo la paleta, me debatí entre un color verdoso o un gris oscuro. Justo cuando iba a sumergir la punta en el color acero, algo en mi interior me tiró hacia el color café cálido.

Casi como si una fuerza más allá hubiese dirigido el pincel hacia ese color.

Hice el primer trazo con cuidado y suavidad, casi temiendo arruinar todo.

No quería estropear nada; quería plasmar con la mayor perfección lo que veía.

Los nudos se entrelazaron en mi estómago y sentí el rastro de sudor explotar en mi espalda y rostro. Lamí mis labios y me concentré en el movimiento del pincel en el lienzo.

Era fuerte, pero al mismo tiempo cuidadoso. No se desviaba un milímetro, seguía el dibujo que creaba con mi propia mente.

Me vi absorbido por la pintura, el pincel y el color que le daba vida a aquella mirada. Mis manos trabajaron por si solas y sentí que el pincel se volvía uno con mi mano.

Latía junto con mi corazón, se erizaba junto con los vellos de la parte trasera de mi cuello.

Vibraba junto con mi pecho.

Nada más existió en la bodega; solo yo y el lienzo.

El sonido de la pintura ser esparcida por la tela fue uno de los más reconfortantes que había tenido en mucho tiempo, y no me detuve hasta que estuvo listo.

Hasta que aquel color chocolate estaba plasmando el alma con la cual soñaba.

Con aquella alma que añoraba con cada latido de mi errático corazón.

Un suspiro se desprendió de mis labios y me quedé viendo el lienzo; a aquella enigmática chica que miraba a través de cada barrera que tenía a mi alrededor.

Sentirse Diferente (#1.5 Sentirse Viva)Where stories live. Discover now