Capítulo 9

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—Esta es una horrible idea —dije, viendo como todos en la sala de estar terminaban de arreglarse

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—Esta es una horrible idea —dije, viendo como todos en la sala de estar terminaban de arreglarse.

Semanas habían pasado desde todo lo que le había sucedido a los chicos, pero el temor seguía en mi pecho.

Nunca encontraron al responsable y aunque eso enfureció a los padres de los chicos por unos días, los ánimos se calmaron.

El mío no.

Sabía que persona era la responsable, aún cuando no había pruebas de aquello. Nadie me quitaría esa idea de la cabeza y el ir a una fiesta de gala era una mala idea.

Muy mala idea.

Pero mi padre había insistido en seguir con la tradición y hacer la fiesta para los proveedores y los trabajadores, sin importarle el peligro que todos podían sufrir gracias a ella.

—Habrá seguridad, Esteban. Todo estará bien —dijo mi padre, dejando que mi abuela arreglara su corbata.

Mia estaba en un lindo vestido verde, saltando de un lado a otro.

Luego de todo lo que había sucedido, mi abuela había decidido que debíamos de ir como una familia unida. Era la primera vez que mi hermana iba a una fiesta así, y estaba más que feliz por ello.

Yo, en cambio, aún sentía ese sentimiento de pesadez en mi estómago.

—Es una noche para divertirse, Eban, no para preocuparse —dijo Mia, revisando su cabello por décima vez en un espejo cercano.

Suspiré, sabiendo que no importase que dijese, seguirían con sus palabras de que todo estaría bien.

No podía llevarles la contrario. No me harían caso.

Mi abuela me sonrió, casi como tranquilizándome y yo solo acepté que no ganaría.

Eso no significaba que bajaría la guardia, habiendo seguridad o no. Había jurado que las cuidaría sin importar qué y estaba más que dispuesto a cumplir mi palabra. Si ellas lo quisieran o no. Si me creyeran o no. Ella era peligrosa.

Todos salimos de la casa, subiéndonos al auto de mi padre. Mi abuela se sentó en el copiloto y Mia se posicionó a mi lado, en los asientos traseros. Ésta última me dio un vistazo, arrugando su entrecejo.

—¿Te miraste bien en el espejo? —preguntó, acercando sus manos a mi cuello—. Tienes su corbata chueca.

—Supongo que con toda la preocupación no me fijé bien.

Mia bufó, apretando bien el nudo.

—Deja de preocuparte, Eban. Nada pasará.

La decisión en los ojos de mi hermana no me trasmitieron aquello. Solo miedo de que algo podría sucederle.

Cuando terminó de arreglar mi corbata, la atraje hacia mí, dándole un abrazo. Sus brazos con rapidez me envolvieron y apoyé mi mentón en la cima de su cabeza, solo disfrutando de su cercanía.

Sentirse Diferente (#1.5 Sentirse Viva)Where stories live. Discover now