Capítulo 11- Me encanta

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Advertencia: El siguiente capítulo contiene escenas sexuales explícitas, leer bajo su propia responsabilidad.

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— Jun, por favor... Sal de ahí.

— Váyanse...

— Jeonghan, no hay caso. Necesita estar solo.

— ¡Pero ya pasaron dos semanas! — Jeonghan hizo un mohín, queriendo volver a golpear la puerta de la habitación de su amigo pero Joshua lo detuvo. Lo miró con reproche, pero tuvo que resignarse al ver la negativa del americano—. Jun... Por favor, cuídate mucho. Llámanos si necesitas algo, lo que sea... comida, juegos, películas, hablar, salir, para lo que sea llámanos.

No hubo respuesta y eso desanimó aún más al pelilargo, Joshua lo rodeó con los brazos y lo llevó hasta la salida. Cerraron la puerta con cuidado, iniciando una caminata hasta la calle, el ambiente era pesado, el silencio se cernía sobre ellos de forma incómoda. Joshua hacía dos semanas que no sonreía y hablaba menos de lo usual, Jeonghan tenía pocas energías, hacía las cosas lo más simple que podía, el cerebro no le daba para más. Aún así, ambos iban diariamente a ver a Jun. El chino se había encerrado en su habitación y no había salido de la casa, estaban preocupados y por ello lo visitaban, intentaban animarlo. A veces se quedaban hasta dos horas hablando con la puerta de la habitación de Jun, esperando una respuesta pero que rara vez llegaba.

— Jisoo... ¿Crees que salga en algún momento? — preguntó Jeonghan. Desde que lo oyó en el funeral de MíngHào, no había dejado de llamarlo Jisoo. De alguna forma, Joshua sentía que el recuerdo del chino era muy vívido cada vez que el de cabellos largos lo llamaba así.

— Sí. No puede vivir encerrado siempre, su primo no hubiera querido eso — respondió, abriendo el paraguas cuando sintió ya un par de gotas caerle encima. Aproximó a Jeonghan y los refugió, ambos miraron como empezaba a llover— ¿Qué sucedió con Seungcheol?

Jeonghan enmudeció, mirando fijamente al frente con una seria expresión en el rostro.

— No he vuelto a hablar con él.

Mentira.

La puerta no dejaba de ser golpeada, eran las malditas tres de la mañana, Jeonghan gimió contra la almohada mientras elevaba su cuerpo y finalmente su cabeza, quedando sentado en la cama. Sus ojos estaban cerrados, su cabello desordenado y un rastro de baba seca bajaba por su comisura hasta su mentón, estaba hecho un desastre. Se levantó bostezando y desperezándose, caminaba arrastrando los pies, se frotaba los ojos y luego el rostro, intentando despabilarse y no parecer tan demacrado. Sus ojos estaban ligeramente enrojecidos, pues nuevamente había llorado por MíngHào.

— Ya voy — se quejó con voz ronca, intentando arreglarse mejor el pelo. Los golpes no se detenían— ¡Ya voy! — volvió a exclamar, apresurándose un poco para tomar las llaves y abrir la puerta. Miró afuera, su reacción fue tardía pero lo reconoció— ¿Seungcheol? Santo dios, apestas a alcohol...

— Jeong...hannie... ~ — saludó él, tambaleándose en su lugar—. Mi ángel... Por favor, yo te amo...

— ¡Lárgate! Te dije que no quería volverte y son las tres de la mañana ¿Me escuchaste? ¡Las tres! — dijo enfureciéndose Jeonghan—. Lárgate, aún tengo la placa y una pistola, largo.

Seungcheol rió, burlándose de él.

— ¿O qué? ¿Llamarás a tu "Joshua" para que te salve el culo otra vez? — Jeonghan enrojeció, pero de cólera— ¿Qué? ¿Me vas a golpear? Inténtalo... Creí que eras inocente, pero no. Eres una perra. Una perra cualquiera.

Duobus lateribusWhere stories live. Discover now