Capítulo 1 | El chico del bar

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«Íbamos por carriles completamente opuestos, pero chocamos. Y ese fue el accidente más maravilloso e inevitable del mundo»

—¡Hasta el amanecer!

Grité celebrando con mi botella en la mano y le di un trago largo. Las luces parpadearon y una música electrónica comenzó a vibrar en el local. El club nocturno tenía un aire de fiesta y sexo. Y mucho alcohol. Estaba a reventar de personas frenéticas bailando y saltando por todos lados, con botellas de licor en la mano como fiel compañera mientras intentaban mantenerse en pie, cantando a gritos la letra de una canción que ni siquiera conocían.

Vale, así de loca estaba yo.

Cerré los ojos, alborotando mi cabello mientras daba vueltas. Estaba sudorosa, con las mejillas rojas por el calor que emanaban otros cuerpos chocando en un roce perverso contra el mío. Me terminé el resto de licor en mi botella y la dejé tirada por ahí. La cabeza me daba vueltas.

Choqué contra la espalda de un chico. Estuve a punto de alejarme para bailar más allá, pero el chico le dio la espalda a la chica con la que estaba y me dio una sonrisa coqueta. El descarado me comió con la mirada, pero no me importó. Estaba tan caliente que solo quería divertirme, aunque sea con uno que solo piensa con la entrepierna.

Le devolví la sonrisa y me puse de espaldas a él, contoneando las caderas. El tipo me tomó de las caderas, sus manos se ciñeron con fuerza a mi piel y me restregó morbosamente contra él. Su mandíbula afeitada raspó la piel sensible de mi cuello cuando lo lamió.

—Vamos al baño —susurró contra mi oído.

Tiró de mi mano hacia los baños. Lo seguí mecánicamente sin atreverme a rechistar. Mi mente estaba desconectada de todo, no pensaba. Afuera del baño había un cartel raro. No me paré a leerlo. En cuanto entramos, me estampó contra la pared y me comenzó a besar. Le devolví el beso con la misma intensidad, pero sin el chispazo del inicio.

Cerré los ojos, intentando sentir algo. Él me cogió bruscamente del trasero y me subió sobre el lavabo. El vestido se me subió un poco más arriba de los muslos cuando abrió mis piernas y me comenzó a lamer el cuello.

—Que buena que estás —comentó jadeante.

Y tú que aburrido, que fastidio.

Se bajó la cremallera, desesperado, pero un ruido lo detuvo. Más bien, una puerta abriéndose y risitas de una chica. De uno de los cubículos salió un chico de cabello castaño, despeinado, y tras él una chica pelinegra. Los miré espantada. Mierda. ¿Estuvieron ahí todo el rato? La chica nos miró entre risas, pero cuando vio al tipo con el que estaba, puso una mueca de horror y huyó despavorida.

Miré al tío con desconfianza. Él perdió todo interés en mí y se acercó molesto hacia el chico despeinado, que estaba en su mundo mientras se lavaba las manos.

—Esa es mi novia, imbécil.

¿Qué? Corte, corte. ¿Qué mierda fue eso? El tipo azotó la puerta cuando salió. ¿Tenía novia y se estaba liando con una extraña? Las relaciones están cada vez más jodidas.

El chico de cabello castaño no me prestó atención. Apoyó la cadera contra el lavabo mientras miraba el celular, de espaldas al espejo. Me bajé de un salto y comencé a lavarme las manos, pero un ojo se me desvió hacia el chico. Uf, que buena espalda. La camiseta se le amoldaba a los músculos de la espalda, tenía un cuerpo delgado pero atlético, lo justo para enloquecer a cualquier chica. Mi mirada bajó un poco más, recorriendo las venas que se marcaban en sus brazos y su condenado perfil del demonio.

Me lo comí con la mirada.

—Se te está cayendo la baba.

Dos hoyuelos se marcaron en sus mejillas. Una media sonrisa apareció en sus labios cuando me miró de reojo. Oh por dios. ¡Se estaba burlando!

Inevitable DestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora