Capítulo 35 | Tentaciones y secretos

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[Advertencia: Recuerda que los personajes tienen reacciones humanas y tóxicas y muchas veces irracionales]

Desperté en sus brazos.

Me tenía aferrada de la cintura, apretujándome contra su cuerpo, y su respiración pausada chocaba en mi nuca. Sus piernas estaban enredadas con las mías como si se hubiera esmerado en atraparme para que no escapara de su lado. La piel se me erizó con un cosquilleo.

Ladeé la cabeza para apreciar su rostro dormido, pero abrí los ojos asustada cuando lo descubrí mirándome con una tonta sonrisa.

—¡Tyler! —Le di un zape en el brazo.

Él transformó su sonrisa en un ceño fruncido.

—¿Por qué me agredes tan temprano?

—¿Qué haces mirándome así? Me has asustado —protesté, cubriéndome con las sábanas.

—Es que te ves preciosa roncando.

—Yo no ronco. —Le puse mala cara.

Intenté sentarme, pero él usó el brazo aferrado a mi cintura para estamparme contra la cama. Empecé a protestar, pero me callé cuando se posicionó entre mis piernas y un bulto se clavó en mi entrada. La presión en mi estómago incrementó. Él enterró el rostro en mi cuello, besando mi piel sensible. Los músculos desnudos de su espalda se marcaron cuando afirmó las manos en mis caderas con posesividad.

—Ayer me pediste que te follara —susurró entre besos.

—¿Qué? No, claro que no. —Me hice la loca, intentando escapar.

Joder, era como si tuviera unos brazos de metal enroscados en mí.

—Sí. Me pediste que te tocara aquí. —Separó más mis muslos con una mano y sentí cómo la tela de mi vestido se subió más—. También por aquí... —Jugó con el borde de mis braguitas al tiempo que lamía mi cuello—. Y joder, me pediste que te tomara en mi cama.

—Yo no...

Sus dedos se metieron en el elástico de mis bragas y me sonrió travieso al oído.

—Deja de mentir o te follo aquí mismo con tu hermano a un par de metros.

—Ty... Tyler...

En un brusco movimiento me volteó boca abajo contra la cama. Mi ritmo cardiaco se aceleró, todo mi cuerpo se tensó, pero mi piel ardió de deseo. Un deseo tan fuerte que nubló mi juicio. Él trazó con sus dedos una línea descendente por la curvatura desnuda de mi espalda.

—Ayer me volviste loco, Sullivan.

—No recuerdo nada —mentí.

Él impulsó sus caderas contra mi trasero y un bulto reclamó mi atención.

—¿Tampoco lo recuerdas a él?

Maldita sea. Ladeé la cabeza hacia él. Nuestras respiraciones aceleradas chocaron, se mezclaron como si fueran una sola en un deseo carnal y nuestros labios quedaron a solo unos milímetros, retándose entreabiertos a la espera del que perdiera primero.

Yo no sería esa persona.

Esbocé una sonrisa retadora y acerqué más mi rostro al suyo.

—¿Me deseas?

—Tú me deseas.

Empujé mi trasero con lentitud hacia su entrepierna. Él apretó la mandíbula, cerrando los ojos.

—A mí me parece que tú me deseas más de lo que yo a ti —susurré.

Él me miró un momento y se subió encima de mí con un gruñido.

Inevitable DestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora