Capítulo 17 | O quieres una cita o quieres follar

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—¿Qué parte de «Somos unos chicos buenos y educados que no se drogan» no entiende, director?

La mueca que hizo el director le colmó la paciencia a Josh, que se dejó caer en el respaldar de su silla y bufó. Miré alrededor, nerviosa. La noticia no tardaría en salir de estas cuatro paredes y viajar por cada buen oído de cada maldita persona aquí, incluyendo a mi hermano y a Tyler.

—Le hemos dicho que nos dejaron encerrados —insistí, tratando de no ahorcarlo de la cólera—. ¿Y nos viene a acusar de esto?

—Fácilmente pudieron llamar a alguien, Srta. Sullivan. ¿Por qué no lo hicieron?

—Fácil. —Max se encogió de hombros—. La pobreza no nos deja tener saldo.

El director lo miró, serio.

—Max... —le advirtió—. ¿Me explican la botella vacía de vodka, por favor?

—Nosotros no hemos bebido nada —mintió Kate apresurada.

Todos la miramos como que «Maldita sea, mejor quédate callada».

—Jamás hemos dejado una botella de licor en Bekhal. Es obvio que la han consumido o la han traído —replicó el director.

Mierda. Gracias, Kate.

—Yo traje la botella vacía. —Karol se adelantó un paso, con la mirada en lo alto—. La usamos para distraernos en un tonto juego de adolescentes. ¿Por si acaso conoce «La botella borracha»? Ya, pues eso hicimos. Que la hayamos usado porque es parte del juego no significa que bebimos lo que sea que tuviera dentro. No somos tan idiotas como para tomar aquí dentro, ¿no lo cree?

—No somos idiotas —reiteró Josh.

—No quiero volver a verlos aquí. —Suspiró con cansancio y dejó caer su mirada en Josh—. Sobre todo a ti. Ya tengo suficiente contigo.

—Encima que lo visito...

—¿Ya nos podemos ir? Estamos perdiendo clases —dijo Max.

En cuanto salimos, compartimos una mirada divertida, chocamos puños y cada uno se fue por un camino distinto. Pero no duró mucho.

Los murmullos comenzaron cuando estaba de camino a Literatura, cada vez más fuertes y secos. Decían cosas horribles de nosotros, sobre todo de mí, como que era una zorra y que no merecía mi apellido. Me mantuve en mis chavales hasta que entré al salón y me senté en la esquina más alejada. Las miradas se detuvieron en mí y con ello, los murmullos.

Mi mirada se cruzó con la de varios, pero eso no sirvió de nada para que la apartaran; al contrario, me miraron como si fuera la primera vez que lo hacían. Imbéciles.

Y cuando la única persona que no quería ver en el resto del día entró a zancadas y se detuvo frente a mí con los brazos cruzados, supe que el día iba a ser una completa mierda.

—Nick. —Le saludé.

—¿Dónde se supone que te habías metido?

—¿Eh?

—Ayer te llamé toda la maldita noche y adivina qué: ¡Ni una señal tuya!

—Bueno, ya tienes señales de mí.

—Mira, que te hayas resentido por lo de la maqueta no te da derecho a que te comportes como una niña. ¿Qué es eso de desaparecer todo un día? ¡Estaba preocupado!

Formé una fina línea con los labios. Todos nos estaban mirando.

—Tuve un contratiempo —mascullé entre dientes.

—Fui a buscarte a tu departamento y me topé con la sorpresa de que mi querida hermana no estaba. Tyler te buscó en todo el instituto y tampoco te encontró. Dime, Lydia. ¿Qué es lo que quieres que piense? Maldita sea, me preocupé por ti y tú solo me miras de lo más normal. ¡Como si no hubieras desaparecido todo un día!

Inevitable DestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora