Capítulo 38 | A kilómetros de distancia

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Tyler Levin

¿Amor? ¿Qué es el amor? Una manera de jodernos a lo grande, porque cuando amas a alguien no hay vuelta atrás. Tu corazón deja de ser tuyo, tus pensamientos, tu mundo desaparece si no está ella. Te jodes porque sabes que caíste, sabes que te dolerá si termina cuando te atrapas sonriendo como idiota. Ves su sonrisa y nada te parece más perfecto. Escuchas su risa y te duele el pecho de pensar que tal vez algún día puedas no escucharla más.

Y yo supe que estaba jodido cuando la vi alejarse.

Es cierto que había pasado más tiempo sin hablar con ella, pero ahí no estaba enamorado hasta la maldita médula. Al menos cuando me enojé la podía ver caminar por los pasillos, abrazar sus cuadernos e ir tarde a clases, evitarme cada vez que pasaba por su lado e incluso darme miradas furtivas a mitad de clases, pero ahora debía conformarme con escuchar su voz a través de un aparato.

No quería estresarla con mis llamadas por miedo a que se aburra de mí, pero joder, qué difícil era contenerme. Me mantuve mirando fijamente la pantalla de mi celular, esperando.

—No te llamará —bufó fastidiada, amarrando su cabello en una coleta alta antes de cruzarse de brazos—. Deja de mirar tu celular, tu vida no depende de ella.

No me molesté en mirarla. Estaba cansado de su presencia. Había irrumpido aquí a pesar de que le dije innumerables veces que se fuera porque no quería su presencia en mi casa, pero, mierda, era tan terca y desesperante que me aburrí.

Me cubrí los ojos con los brazos, molesto.

—Tyler, no vale la pena —insistió—. Tú no la conoces como yo. Es una maldita hipócrita.

Paciencia, no la escuches.

—Ella no es la chica que crees conocer, tú...

—¿Ya te vas a callar? —le espeté con frialdad.

Mi severa mirada le hizo temblar. Morgan pasó sus manos por sus muslos desnudos y se sentó en el sofá frente a mí. Aparté la mirada, tenía un vestido tan pequeño que no le cubría ni mierda.

—¿Qué tiene que pasar para que te des cuenta?

—Déjalo ya, Morgan.

—Ella no puede borrarme de tu vida como si nunca hubiera existido. ¿No sientes nada por mí?

Me aburrí. Le eché un vistazo a mi celular, pero no había nada, ni una maldita señal de vida.

—¿Acaso no soy nada para ti? ¡Tú no eras así antes!

—Ni siquiera me conoces —siseé.

—¡Claro que te conozco! ¿Crees que no sé nada de ti en todo este tiempo? ¿Crees que dejé que me llevaras a la cama sin saber nada de ti?

—El sexo no te hace conocer a una persona, Morgan —susurré con dureza—. Solo nos utilizamos para saciarnos, eso es todo.

—No. —Negó vehemente con la cabeza—. Pasaba más entre nosotros, no mientas. —Me señaló con un dedo—. A mí me buscabas. Mientras las otras chicas se desesperaban por tu atención, nosotros nos buscábamos mutuamente. A veces eras tú, a veces era yo, pero siempre estaba ahí para ti. ¡Era especial...! Hasta que apareció ella y lo arruinó todo —terminó con una nota de desprecio.

—Ella no arruinó nada.

—¡Te ha cambiado! ¡Te ha cambiado y tú ni siquiera te das cuenta!

—Morgan —le advertí.

—¡Ya ni siquiera quieres hablarme por culpa de esa puta!

Me puse de pie, furioso. Avancé hasta quedar frente a ella y hacerla retroceder.

Inevitable DestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora