Capítulo 33 | Adicción destructiva por él

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«Durante toda mi vida mis padres me advirtieron de las drogas, sobre lo adictivas y peligrosas que pueden ser. Pero nunca me hablaron de ti, jamás me advirtieron sobre drogas con ojos café oscuro, una linda mirada y un complicado corazón»

La carta empezó a trasladarse de izquierda a derecha con lentitud. Un fuerte impulso de querer lanzarme sobre la chica y jalarla de los pelos hasta que se quede calva o deje de ser tan coqueta invadió cada célula de mi cuerpo justo cuando fue el turno de que le pasara la carta a Tyler y, a pesar de que él tenía una mano apoyada en mi rodilla, podía darme cuenta que la chica se moría por acercarle la cara.

Eso me enfermó de celos.

Él me dio una mirada reconfortante y se volteó para recibir la carta de la boca de la chica con los ojos abiertos, atento a cualquier trampa. La chica puso una mano en su brazo para atraerlo con más facilidad, pero Tyler se deshizo de su toque con brusquedad. Suspiré aliviada, al menos no se iba a enrollar con otra frente a mí.

La carta estuvo a punto de caerse, pero Tyler la succionó con su boca. La chica le sonrió coqueta y, por dios, quise mandar todo a la mismísima mierda.

La diversión brilló en sus ojos cafés cuando me la tuvo que pasar a mí. Intenté mover los labios para succionar la carta, pero él no dejaba de moverse para evitar que me alejara rápido. Le puse mala cara, él se hizo el inocente. Apreté sus mejillas y le quité la carta, un quejido escapó de sus labios. Sonreí victoriosa y me volví hacia el chico a mi lado.

Sin mucho esfuerzo, le pasé la carta, pero mi rostro enrojeció cuando el chico tardó en succionar, simplemente no podía hacerlo. Su nariz rozaba la mía mientras lo intentaba, frustrado. Su novia se incomodó y le dio un leve apretón en su muslo, pero el inútil de su novio no lo lograba. Sentí la mirada penetrante de Tyler clavada en mi nuca.

—¿Que no puedes hacerlo? —espetó entre dientes.

El rostro sudado del chico enrojeció. Después de muchos intentos, esa pareja quedó eliminada junto a la otra porque se les cayó o se rindieron. Ya había anochecido. Miré con una leve sonrisa la Rueda de Chicago elevarse hacia los cielos como si pudiera tocar las nubes, la gente disfrutaba ver lo diminuto que era todo desde ahí arriba.

Unos toquecitos en mi hombro me hicieron voltear. Tyler tenía un peluche de Mickey Mouse enroscado en uno de sus brazos, destacando entre todas las personas que pasaban cerca y se detenían a mirarlo. El cabello castaño lo tenía revuelto por el viento, la camiseta se ondeaba cada vez que se movía y la sonrisa de oreja a oreja no se le borraba por nada. Se acercó lentamente, pateando sus propios pies cada vez que daba un paso, consciente del brillo en mis ojos. En cuanto estuvo frente a mí, puso el peluche delante de su rostro y me lo tendió. Estaba sonrojado.

Me reí entre dientes y lo abracé por la cintura, escondiendo mi rostro en su pecho y respirando su aroma. Él suspiró y me dio un beso en la frente, abrazándome como si fuera parte de él, como si yo fuera suya. Abracé el peluche cuando me separé y le sonreí.

—Jamás creí que te verías tierno.

—No te acostumbres, solo por hoy —refutó.

—¿Subimos ahí? —Le señalé la rueda.

—Por ti voy a donde quieras.

Tyler tiró de mi mano para subir a la rueda. Apoyó sus brazos en la baranda del pequeño globo aerostático con el viento azotando su cabello. Recosté el peluche en los asientos y me puse a su lado, mirando cómo todo se hacía más pequeño.

Tyler, sin dejar de mirar la nada, añadió en un susurro.

—Nunca pensé que me enamoraría.

—¿Por qué lo dices?

Inevitable DestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora