ZAYN
Cerrar los ojos es como sellar las más grandes puertas de metal que alguna vez pude sentir justo en mi cara. Tras largos, intensos e infinitos días de insomnio, por primera vez he conseguido dormirme realmente y justo cuando ocurre, el jodido de mi amigo decide «tomarse un tiempo» para descansar.
Descansar y mis cojones. Que le den, y no sólo por detrás.
Mi mano se aferra a algo que hay justo a un lado, y al sentir una superficie áspera, se abren al instante. Estoy aferrándome a las bandas que usé en la herida de Aarón. Las suelto al instante y, refunfuñando, decido incorporarme.
Justo a mi lado se encuentra, recostado con la boca hacia arriba, el cuerpo de Aarón. Sigue vivo, sí, pero aún no despierta. Esther permanece cerca de él, con los ojos cerrados y sosteniendo su pálida mano. Observo la cara del joven durante unos segundos. Sigue más blanco de lo normal, con ambos ojos completamente cerrados, y los labios entreabiertos. Sus cabellos caen desordenados sobre el suelo, aunque algunos mechones llegan a taparle parte de la cara. Hago una mueca al pensar en que quizás, muy en el fondo, sólo esté durmiendo.
Su pierna está bien, pero su aspecto da pena.
Haciendo a un lado todo ese tema, me incorporo, o al menos lo intento, porque al instante en el que mis piernas intentan flexionarse, un fuerte y fugaz tirón las recorre por completo. Calambre. Por favor, no, no ahora. Emito un gemido, que termino por ahogar, e ignorando los tirones, termino por completar mi anterior acción. El dolor no cesa ni disminuye, sigue ahí, constantemente. Es como si miles de hormigas estuviesen almorzando mis rodillas. Puaj.
Decidido a que no podré saltar a no ser que quiera hacer el ridículo, me apoyo con ambas manos en el suelo justo en donde se abren ambas puertas metálicas y giro el tronco de mi cuerpo, para caer sin ningún esfuerzo sobre la carretera.
La luz ilumina al instante todo lo que me rodea. Entrecierro los ojos y rodeo la camioneta, para encontrarme con el resto del grupo. Me posiciono justo al lado de Maia, en parte a propósito y en parte sólo porque es la opción más cercana, y decido echarles un vistazo a todos.
Daniel observa a la nada, con el entrecejo arrugado. Perrie me sonríe. Maia la observa directamente, como si dudara de ella. Heather hace lo mismo.
Me limito a preocuparme por los tirones en mi rodilla. Me inclino un poco hacia adelante, y apoyo ambas manos sobre ellas. Al tocarlas, el dolor aumenta. Hago una mueca.
—¿Estás bien?—oigo a alguien preguntar.
No consigo distinguir de quién es la voz, pero me limito a asentir.
—Sólo es un calambre—digo, a modo de respuesta.
Al elevar otra vez la mirada, mis ojos se encuentran con los de Perrie. Ella me sonríe al instante, pero luego vuelve a ponerse seria.
—Te estábamos esperando—aclara, al cabo de unos minutos, carraspeando.
Daniel decide recordar que está vivo, así que me observa mientras habla, con la voz algo ronca y también casi sin fuerzas.
—Necesitamos llegar a alguna parte—dice, como si no fuese demasiado obvio. Intercambia miradas con Perrie durante una milésima de segundos antes de volver a hablar—. Ella dice que en realidad, pasamos algunas ciudades.
Perrie se encoje de hombros y baja la mirada.
—Hasta lo que sé, he descubierto que esta camioneta tiene un sistema que lacamufla y también camufla, de alguna forma, a todo rastro de vida que la rodee.
VOCÊ ESTÁ LENDO
Alevosía
Mistério / SuspenseHuir no significa ser libre. ¿Qué pasa a medianoche? Segunda parte de la trilogía MEDIANOCHE. Todos los derechos reservados a Annis Juliet ©