CAPÍTULO 06 | Ver lo que te rodea

9.1K 843 232
                                    

ZAYN

Cerrar los ojos es como sellar las más grandes puertas de metal que alguna vez pude sentir justo en mi cara. Tras largos, intensos e infinitos días de insomnio, por primera vez he conseguido dormirme realmente y justo cuando ocurre, el jodido de mi amigo decide «tomarse un tiempo» para descansar.

Descansar y mis cojones. Que le den, y no sólo por detrás.

Mi mano se aferra a algo que hay justo a un lado, y al sentir una superficie áspera, se abren al instante. Estoy aferrándome a las bandas que usé en la herida de Aarón. Las suelto al instante y, refunfuñando, decido incorporarme.

Justo a mi lado se encuentra, recostado con la boca hacia arriba, el cuerpo de Aarón. Sigue vivo, sí, pero aún no despierta. Esther permanece cerca de él, con los ojos cerrados y sosteniendo su pálida mano. Observo la cara del joven durante unos segundos. Sigue más blanco de lo normal, con ambos ojos completamente cerrados, y los labios entreabiertos. Sus cabellos caen desordenados sobre el suelo, aunque algunos mechones llegan a taparle parte de la cara. Hago una mueca al pensar en que quizás, muy en el fondo, sólo esté durmiendo.

Su pierna está bien, pero su aspecto da pena.

Haciendo a un lado todo ese tema, me incorporo, o al menos lo intento, porque al instante en el que mis piernas intentan flexionarse, un fuerte y fugaz tirón las recorre por completo. Calambre. Por favor, no, no ahora. Emito un gemido, que termino por ahogar, e ignorando los tirones, termino por completar mi anterior acción. El dolor no cesa ni disminuye, sigue ahí, constantemente. Es como si miles de hormigas estuviesen almorzando mis rodillas. Puaj.

Decidido a que no podré saltar a no ser que quiera hacer el ridículo, me apoyo con ambas manos en el suelo justo en donde se abren ambas puertas metálicas y giro el tronco de mi cuerpo, para caer sin ningún esfuerzo sobre la carretera.

La luz ilumina al instante todo lo que me rodea. Entrecierro los ojos y rodeo la camioneta, para encontrarme con el resto del grupo. Me posiciono justo al lado de Maia, en parte a propósito y en parte sólo porque es la opción más cercana, y decido echarles un vistazo a todos.

Daniel observa a la nada, con el entrecejo arrugado. Perrie me sonríe. Maia la observa directamente, como si dudara de ella. Heather hace lo mismo.

Me limito a preocuparme por los tirones en mi rodilla. Me inclino un poco hacia adelante, y apoyo ambas manos sobre ellas. Al tocarlas, el dolor aumenta. Hago una mueca.

—¿Estás bien?—oigo a alguien preguntar.

No consigo distinguir de quién es la voz, pero me limito a asentir.

—Sólo es un calambre—digo, a modo de respuesta.

Al elevar otra vez la mirada, mis ojos se encuentran con los de Perrie. Ella me sonríe al instante, pero luego vuelve a ponerse seria.

—Te estábamos esperando—aclara, al cabo de unos minutos, carraspeando.

Daniel decide recordar que está vivo, así que me observa mientras habla, con la voz algo ronca y también casi sin fuerzas.

—Necesitamos llegar a alguna parte—dice, como si no fuese demasiado obvio. Intercambia miradas con Perrie durante una milésima de segundos antes de volver a hablar—. Ella dice que en realidad, pasamos algunas ciudades.

Perrie se encoje de hombros y baja la mirada.

—Hasta lo que sé, he descubierto que esta camioneta tiene un sistema que lacamufla y también camufla, de alguna forma, a todo rastro de vida que la rodee.

AlevosíaOnde histórias criam vida. Descubra agora