CAPÍTULO 11 | Un completo desvío

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ESTHER

Jamás había pensado que llegaría al límite de sentir que me explota el corazón del miedo. Mis piernas no pueden detenerse. No quieren hacerlo, porque eso significaría volver atrás. Pero estamos dejando solos a Zayn y Daniel con dos hombres tres veces más grandes que ellos, ¿en qué estamos pensando? ¿Ahora qué haremos?

Perrie lleva la delantera. Es ella quien nos guía, y como ninguna de nosotras, parece no estar dispuesta a detenerse. Pasamos una cuadra corriendo. Comienza a faltarme el aire. Aarón me resulta cada vez más pesado. A lo lejos veo un gran cartel, blanco y luminoso, que brilla en tanta oscuridad. Es un hospital. Uno al que estoy llegando.

Busco su mano. Aarón sigue tan frío como siempre, aunque en realidad hace calor. No consigo calmarme, pero al menos espero poder calmar un poco su ansiedad. O miedo. Lo que sea que esté sintiendo. Recibo el mismo apretón de siempre a cambio.

En cuanto estamos en las puertas del hospital, las personas se hacen a un lado. Alguien nos permite entrar, y en nuestra desesperación, terminamos gritando:

—¡Auxilio!

Al instante, dos enfermeras se nos acercan con una camilla. Colocamos a Aarón sobre ella, y yo intento explicarme con las únicas palabras que encuentro:

—Recibió un disparo. En la rodilla. La izquierda. No, creo que la derecha. Su nombre es Aarón.

No tardan nada en llevarse como si nada a mi único mejor amigo. Apenas necesitaron que diga más. Bastó con ver su pantalón cortado lleno de sangre seca, que estaba medio inconsciente, y la desesperación en nuestras caras como para que comprendieran que debían hacer algo.

Por alguna razón, estoy temblando.

Más que nada cuando parece estar hecho. O algo así. Entonces una señora se nos acerca a preguntarnos nuestros nombres. Mira a Maia en específico, quien comienza a tartamudear, buscando una respuesta que no suene descabellada.

—No lo conocemos—miente Perrie—. Lo encontramos tirado en la esquina, pero no tiene identificación ni nada.

La mujer asiente, y se disculpa, pero yo no puedo quedarme callada.

—Yo estaba con él—me arriesgo a decir—. Soy su hermana. Mi nombre es Esther...—me tardo menos de dos segundos en inventar un apellido, pero solo porque no puedo arriesgarme a que se den cuenta de que miento—, Esther Sulanik. Y él es Aarón Sulanik.

La mujer me indica que la siga. Entonces me pregunta qué fue lo que sucedió.

Mi cabeza funciona a mil por hora.

Comienzo a decirle que estábamos en la fiesta. Oí la música cuando pasamos por la esquina, así que asumo que hay una. La mujer asiente, dándome pie a seguir con seguridad. Entonces, dos hombres grandes tomaron a mi hermano, Aarón, y lo sacaron a la fuerza. Yo los vi y seguí desde el primer momento. Intentaron matarlo, pero impedí que puedan pegarle un tiro justo en el corazón. Le dieron en la rodilla, y luego se fueron corriendo. Dije que como no somos de la ciudad, estuve un par de horas allí, en esa esquina, sola sin saber qué hacer más allá de intentar quitarle la bala, hasta que esas cuatro chicas, desconocidas para mí, salieron, me vieron, y entonces me ayudaron a traerlo al hospital.

Por alguna razón, todo eso suena creíble.

Aquí lo es.

Cuando me deja sola, volteo hacia Maia, Heather y Perrie. Me acerco a ellas, abrazándome a mí misma y con miedo. En voz baja, digo:

—Lo tengo bajo control.

Pero claro que es mentira.

—Necesito volver a esa esquina—dice Maia—. No podemos dejar a Zayn y Daniel ahí.

AlevosíaOnde histórias criam vida. Descubra agora